Cinco trampas para la Iglesia de hoy
Este texto del cardenal Carlo Caffarra (1/6/1938 -
6/9/2017) está tomado del Prólogo que el purpurado hizo al libro «Lettere a una
carmelitana scalza», del cardenal Giacomo Biffi (13/6/1928 - 11/7/2015)
1. Una Iglesia sin doctrina no es una Iglesia
pastoral, sino una Iglesia arbitraria y esclava del espíritu del tiempo:
"Praxis sine theoria coecus in via"
[la praxis sin la teoría es ciega en el
camino], decían los medievales. Esta trampa es grave, y si no se la vence,
causa graves daños a la Iglesia. Al menos por dos motivos. El primero es que,
al ser la "Sagrada Doctrina" la Revelación divina del proyecto divino
sobre el hombre, si la misión de la Iglesia no se arraiga en ella, ¿qué le dice
la Iglesia al hombre? El segundo motivo es que cuando la Iglesia no se cuida de
esta trampa, corre el riesgo de inficionarse del dogma central del relativismo:
tanto en orden al culto que debemos a Dios como al cuidado que debemos al hombre.
Es indiferente lo que pienso de Dios y del hombre. La "quaestio de
veritate" se convierte en una cuestión secundaria.
2.
Olvidar que
la clave interpretativa de la realidad en su conjunto y en particular de la
historia humana no está dentro de la historia misma.
Es la fe. San Máximo el Confesor considera que el
verdadero discípulo de Jesús piensa cada cosa por medio de Jesucristo y a
Jesucristo por medio de cada cosa. Pongo un ejemplo muy actual. El
ennoblecimiento de la homosexualidad al que asistimos en Occidente no se
interpreta y juzga tomando como criterio la corriente principal de nuestras
sociedades; o bien el valor moral del respeto que se debe a cada persona. El
criterio debe ser la "Sagrada Doctrina" respecto a la sexualidad, el
matrimonio, el dimorfismo sexual. La lectura de los signos de los tiempos es un
acto teologal y teológico.
3.
El primado
de la praxis.
Me refiero al primado fundante. El fundamento de la
salvación del hombre es la fe del hombre, no su obrar. Lo que debe preocupar a
la Iglesia no es, "in primis", la cooperación con el mundo en grandes
procesos operativos, para alcanzar objetivos comunes. La preocupación que desvela
a la Iglesia es que el mundo crea en Aquel que el Padre ha enviado para salvar
al mundo.
4.
La reducción
de la propuesta cristiana a exhortación moral.
Es la trampa pelagiana, que san Agustín llamaba el
horrendo veneno del cristianismo. Esta reducción tiene el efecto de hacer a la
propuesta cristiana muy aburrida y muy repetitiva. Dios es el único que en su
obrar es siempre imprevisible. Y, en efecto, en el centro del cristianismo no
está el obrar del hombre, sino la Acción de Dios.
5.
El silencio
respecto al juicio de Dios,
Mediante una predicación de la misericordia divina hecha de tal modo que corre el riesgo de hacer desaparecer de la conciencia del hombre que escucha la verdad que Dios juzga al hombre.
Escudo episcopal del Cardenal Cafarra
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