Alexander
Solzhenitsyn:
"Occidente ha olvidado a Dios"
El gran escritor ruso, en sus últimos discursos (antes de morir en 2008)
trazó un sombrío panorama de la sociedad occidental,
dominada por el materialismo,
y la comparó con el ateísmo marxista.
Es muy importante leer sus ponencias hoy,
que proyectan luz en el análisis del pensamiento occidental
Aleksandr Solzhenitsyn (1918-2008), es
recordado como un eminente novelista, escritor e historiador ruso, considerado un genio literario cuyo talento coincide
con el de Dostoievski y Tolstoi.
Este escritor nació poco después de la
Revolución Rusa de Octubre, y creció rodeado de propaganda comunista durante su
juventud, por lo cual no es sorprendente que fuera un ateo
soviético militante.
Comenzó su carrera
estudiando matemáticas y física en la Universidad de Rostov (URSS),
donde se graduó en 1941. Durante la época también tomó cursos por
correspondencia en el Instituto de Filosofía, Literatura, e Historia de Moscú.
Con la
llegada de la Segunda Guerra Mundial, Solzhenitsyn fue elegido
comandante de un batallón en el Ejército Rojo. No obstante, en 1945,
mientras servía a los soviéticos en la Prusia Oriental, comenzó a darse
cuenta de algunos problemas del régimen, y comenzó a cuestionar la
conducta de guerra de la dictadura de Joseph Stalin.
Pronto sería
arrestado por escribir comentarios al respecto en unas cartas privadas a su
amigo, Nikolai Vitkevich. La censura en la U.R.S.S. hizo que, al igual que
muchísima gente de su época, Solzhenitsyn fuera acusado de "propaganda antisoviética", y
sólo por esto fue llevado a la prisión de Lubyanka en Moscú, donde fue
interrogado y finalmente condenado injustamente, obligándosele a trabajar ocho
años en un campo de trabajo forzado.
En marzo de 1953, después de cumplir su condena, Solzhenitsyn fue enviado al
exilio al norte del Kazajstán, y se le trató como un preso político. Durante la
década de su encarcelamiento, Solzhenitsyn cuestionó gradualmente las
bases inmorales y materialistas del sistema y abandonó la ideología del
marxismo stalinista completamente.
En su
autobiografía, Solzhenitsyn describió que en su estancia en uno de
los campos de prisioneros del Gulag, había conocido a un médico llamado Boris
Kornfeld. Kornfeld, quien se había convertido al cristianismo, y decidió
compartirle su fe en Jesucristo a Solzhenitsyn.
En los campos de prisioneros el leninista leal encontró creyentes luminosos y pasó del Marx de sus maestros, al Jesús de sus antepasados
rusos ortodoxos:
"¡Dios del
Universo!", escribió, "¡Creo de nuevo! Aunque renuncié a Ti, Tú estabas
conmigo!"
Al igual que Fyodor
Dostoyevsky, Solzhenitsyn encontró su
creencia en Dios después de su exilio, y comenzó a formarse una mentalidad
cristiana-filosófica que le impulsó a arrepentirse de sus acciones en el
ejército.
Solzhenitsyn escribió desde que estaba en prisión,
y pronto se vio en la necesidad de describir los horrores que se
experimentaban en los campos de trabajo forzado establecidos por el
totalitarismo soviético. Recopiló, literalmente, cientos de testimonios de sus
compañeros y personas que sufrieron las mismas injusticias que él, durante el
encierro.
Por medio de sus obras literarias, ayudaría a crear una concientización global sobre las injusticias que pasaban en Gulag y la brutalidad del sistema comunista en la Unión Soviética.
Por medio de sus obras literarias, ayudaría a crear una concientización global sobre las injusticias que pasaban en Gulag y la brutalidad del sistema comunista en la Unión Soviética.
En 1970, fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura por la fuerza ética que imprimió en la literatura rusa.
En el discurso para la fundación Nobel,
Alexander Solzhenitsyn expresó su respeto a los mártires cristianos asesinados
por el sistema comunista, y denunció la hipocresía del sistema soviético
de la siguiente forma:
"En una parte del
mundo, no hace mucho tiempo, en persecuciones no menores a las de los antiguos
romanos, cientos de miles de cristianos silenciosos dieron sus vidas por sus
creencias en Dios.
En el otro hemisferio, cierto loco (y sin duda no está sólo), se
apresura al otro lado del océano para "librarnos" de la religión -
¡con una acuchillada de acero en el sumo sacerdote! ¡lo ha premeditado para
cada uno de nosotros de acuerdo a su escala personal de valores!"
Las obras del escritor son tan
reconocidas moralmente, y tan trascendentales para la historia rusa que, actualmente, “El Archipiélago de Gulag”
es una obra que se incluye en el currículum ruso pre-universitario.
En 1978, el novelista fue galardonado
con un título literario honorario en la Universidad de Harvard, y en 1983
recibió el Premio Templeton. Después de la disolución de la U.R.S.S., Solzhenitsyn
pudo finalmente regresar a su país natal, en 1994.
Su fe cristiana
En su Discurso de Aceptación por el Premio Templeton (en el Palacio de Buckingham, Londres, 10 de mayo de
1983), Alexander Solzhenitsyn dijo:
“Hace más de medio siglo, cuando aún todavía era un niño, recuerdo haber
oído a varias personas de edad avanzada que ofrecían la siguiente explicación
para los grandes desastres que han sucedido en Rusia: ‘Los hombres han olvidado a Dios;
es por ello que todo esto ha pasado.’
Desde entonces he pasado poco menos de cincuenta años trabajando en la
historia de nuestra revolución. En el proceso, he leído cientos de libros, he
recolectado cientos de testimonios personales, y ya he contribuido con ocho
volúmenes propios esforzándome para quitar los escombros dejados por ese levantamiento.
Mas si el día de hoy se me pidiera que formule en la forma más concisa
posible la principal causa de la desastrosa revolución que consumió a cerca de
sesenta millones de personas en nuestro pueblo, no podría decirlo con más
precisión al repetir: ‘Los
hombres han olvidado a Dios; es por eso que todo esto ha pasado.’”
En su discurso ante la premiación Templeton del 10 de mayo de 1983 Solzhenitsyn afirmó
que el marxismo es producto directo del ateísmo:
"Una vez más, fue Dostoievski, quien concluyó, a partir de la
Revolución Francesa y su odio furioso contra la Iglesia, la lección de
que ‘la revolución necesariamente debe comenzar con el ateísmo.’
Eso es absolutamente: el mundo nunca antes había conocido una impiedad
tan organizada, militarizada, y tenazmente malévola como la practicada por el
marxismo. Dentro del sistema filosófico de Marx y Lenin, y en el núcleo de su
psicología, el odio a Dios es el principal impulsor, más fundamental que todas
sus pretensiones políticas y económicas. El ateísmo militante no es meramente incidental o ambiguo
en la política comunista, no es un efecto secundario, sino el eje central.”
“Los eventos de la revolución rusa sólo pueden comprenderse ahora, a
finales del siglo, cerca del segundo plano de lo desde entonces ha ocurrido en
el resto del mundo. Lo que emerge allí es un proceso de significación
universal, y si se me llamara a identificar brevemente el rasgo principal de
todo el siglo XX, también en ese caso, yo sería incapaz de encontrar algo más
preciso y conciso que repetir una vez más: ‘Los hombres han olvidado a
Dios.’
Los fallos de la
conciencia humana, privada de su dimensión divina, han sido un factor
determinante en todos los grandes crímenes de este siglo.”
“La década de 1920 en la U.R.S.S. fue testigo de una ininterrumpida
procesión de víctimas y mártires entre el clero ortodoxo. Veintenas de
arzobispos y obispos perecieron. Decenas de miles de clérigos, monjes y
religiosas, presionados por los chequistas a renunciar a la Palabra de Dios, fueron
torturados, fusilados en sótanos, enviados a campos, exiliados a la desolada
tundra del norte lejano, o echados a las calles en su vejez sin comida ni
refugio. Todos estos mártires cristianos fueron invariablemente a la
muerte a causa de su fe; los casos de apostasía eran pocos y distantes entre
sí.
Para decenas de millones de laicos el acceso a la Iglesia fue
bloqueado, y se les prohibió educar a sus hijos en la fe: los padres religiosos
fueron arrancados de sus hijos y lanzados a la prisión, mientras que los niños
se apartaban de la fe por medio de amenazas y mentiras.”
“De forma imperceptible,
a través de décadas de erosión gradual, el significado de la vida en Occidente
ha dejado de verse como algo más que sólo ‘la búsqueda de la felicidad’, un fin
que ha sido incluso garantizado solemnemente por constituciones. Los conceptos
de bien y mal han sido ridiculizados por varios países; desterrados por el uso
común, han sido reemplazados por consideraciones políticas o clasicistas
con un valor de corta duración.
El Occidente se está
deslizando hacia el abismo indisolublemente. Las sociedades occidentales
están perdiendo cada vez más su esencia religiosa, entregando a su generación
más joven al ateísmo.
Si se muestra una película blasfema sobre Jesús en los Estados Unidos,
supuestamente uno de los países más religiosos del mundo, o un periódico
importante publica una caricatura desvergonzada sobre la virgen María, ¿qué
otra prueba se necesita para ver que la impiedad se está domina el mundo?”
“Es cierto que
millones de nuestros compatriotas han sido corrompidos y devastados
espiritualmente por un ateísmo impuesto oficialmente, sin embargo
todavía quedan millones de creyentes: son sólo las presiones externas las que
les impiden expresarse, pero, como siempre es el caso en los tiempos de
persecución y sufrimiento, el conocimiento de Dios en mi país ha alcanzado gran
agudeza y profundidad.
Es aquí donde vemos el amanecer de la esperanza: no importa que
enormemente el comunismo se enfurezca con sus tanques cohetes, ni importa cuántos
logros obtenga en apoderarse del planeta, está condenado a nunca vencer el
Cristianismo.”
“Incluso
si evitáramos ser destruidos por la guerra, nuestras vidas tendrán
que cambiar si queremos salvar la vida humana de la autodestrucción. No podemos
evitar revisar las definiciones fundamentales de la vida humana y la sociedad
humana. ¿Es cierto que el
hombre está por encima de todo? ¿Acaso no hay un Espíritu Superior por encima
de él? ¿Está bien que la vida del hombre y de las actividades de la sociedad
tengan que ser determinadas por la expansión material primeramente? ¿Es
permisible fomentar dicha expansión en detrimento de nuestra integridad
espiritual?”
“En las primeras democracias, como en la democracia norteamericana en el
momento de su nacimiento, todos los derechos humanos individuales eran
aceptados porque el hombre es una criatura de Dios. Esto es, la libertad a la
persona se le daba de forma condicional, en la asunción de su responsabilidad
religiosa constante. Este era la herencia de los mil años precedentes. Hace
doscientos años o incluso hace cincuenta años, hubiera parecido bastante
imposible, en Estados Unidos, que a un individuo se le concediera la libertad
sin límites simplemente para la satisfacción de sus instintos o caprichos.
Posteriormente, sin embargo, todas estas limitaciones fueron descartadas por
todas partes en Occidente; un
libertinaje total se produjo deshaciéndose del patrimonio moral de los siglos
cristianos con sus grandes reservas de misericordia y sacrificio.
Los sistemas del Estado
se estan volviendo gradualmente y totalmente materialistas. El Occidente
terminó por realmente imponer los derechos humanos, a veces incluso en exceso,
pero el sentido de responsabilidad del hombre ante Dios y la sociedad se fue
atenuando cada vez más. En las décadas pasadas, el aspecto legalista egoísta
del enfoque y pensamiento occidental ha llegado a su dimensión final y el mundo
acabara en una dura crisis espiritual y un situación política sin solución. Todas los avances tecnológicos glorificados
del progreso, incluyendo la conquista del espacio exterior, no redimen la
pobreza moral del siglo XX, que nadie podría haber concebido incluso en el
siglo XIX.”
Para el
historiador ruso, los medios masivos de comunicación se incluyen entre los
principales detonadores de la corrupción inmoral prevalente en los países
modernos. Al respecto, se refirió al "letargo de la TV" y a la "música intolerable," y
manifestó su inquietud de que los consumidores de medios masivos están teniendo "sus almas divinas rellenas de chismes,
tonterías, y pláticas vanas."
“La prensa se ha
convertido en el mayor poder dentro de los países occidentales, más poderoso que el poder legislativo, el
ejecutivo y el judicial. Uno entonces gustaría preguntar: ¿con qué derecho ha
sido elegida y a quién se hace responsable?. . .”
“La impaciencia y la
superficialidad son la enfermedad mental del siglo XX, y más que en ningún otro lugar, esta
enfermedad se refleja en la prensa.”
En
concordancia con 1 Crónicas 29:12, Solzhenitsyn expresó que la
fortaleza moral y espiritual que se necesitan, sólo pueden recuperarse
poniéndose en las manos de Dios:
“Todos los intentos para hallar cómo liberarnos del compromiso del
mundo actual que nos lleva a la destrucción serán inútiles si no re-encauzamos nuestra
conciencia en arrepentimiento frente al Creador. Sin esto, ninguna salida se
iluminará y buscaremos en vano. A las enfermas esperanzas de los dos
últimos siglos, que nos han reducido a la insignificancia, y nos han trasladado
al borde de la muerte nuclear y no-nuclear, sólo podemos proponer una búsqueda
determinada de la mano cálida de Dios, la cual ha sido rechazada de
forma imprudente y auto-confiadamente.
Sólo de esa forma se podrán abrir nuestros ojos a los errores de este
lamentable siglo XX, y nuestras manos podrán dirigirse a establecerse
correctamente. No hay nada más a que aferrarse en este derrumbe de tierras: la visión conjunta de todos los
pensadores de la Ilustración equivale a la nada.
Nuestros cinco
continentes están atrapados en un torbellino. Pero es durante adversidades como éstas que los mayores dones del
espíritu humano se manifiestan. Si perecemos y perdemos este mundo, la culpa
será solamente nuestra.”
El historiador ruso también expresó su desdén al materialismo imperante
en los sistemas libertinos modernos:
“Nuestra vida no consiste
en la búsqueda del éxito material, sino en la búsqueda del digno crecimiento
espiritual. Toda nuestra
existencia terrenal no es más que una etapa de transición en el movimiento
hacia algo más alto, y no debemos tropezar y caer, ni tampoco hemos de
quedarnos por más tiempo sin dar frutos o subir un peldaño de la escalera.
Las leyes materiales por sí solas no explican nuestra vida ni le dan
dirección. Las leyes de la
física y la fisiología jamás revelarán la forma indiscutible en la que el
Creador constantemente, día tras día, participa en la vida de cada uno de
nosotros, incansablemente otorgándonos la energía de la existencia; cuando esta
ayuda nos deja, morimos. Y en la vida de todo nuestro planeta, el
Espíritu Divino ciertamente se mueve no con menos fuerza: debemos entender esto
en nuestra hora más oscura y terrible.”
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