«No hay ecología sin
una adecuada antropología»
(Laudato
Si’, n. 79)
El Obispo
de Alcalá de Henares, España, monseñor Reig presentó el 26 de junio de 2015 una
Carta Pastoral referida a la Encíclica del Papa Francisco LAUDATO SI´.
Entre los
puntos que desarrolla, es importante destacar algunos elementos de la llamada «Carta de la Tierra»,
entre ellos el texto citado por el Papa, que pueden ser aceptados por los
católicos pero, advierte también que el hecho de que el Papa cite unas pocas frases no quiere decir, en
absoluto, que esté «canonizando» dicho documento. Más aún, monseñor Reig afirma: «La Carta de la Tierra contiene
en la literalidad de su redacción elementos radicalmente incompatibles con la
Fe Católica», como
por ejemplo la definición panteísta, tipo New Age, que dicho documento hace de
la paz: «la paz es la integridad creada por relaciones correctas con uno
mismo, otras personas, otras culturas, otras formas de vida, la Tierra y con el
todo más grande, del cual somos parte» (CdT, 16-f).
Además, como explica Mons. Reig, La Carta de la Tierra asume y promueve explícitamente
la ideología de género (CdT, 11 y 12) y la llamada salud reproductiva (CdT, n. 7-e). Precisamente el papa
Francisco advierte en su Encíclica: «No es sana una actitud que pretenda
«cancelar la diferencia sexual» (LS, 155); y sobre el aborto: «tampoco es
compatible la defensa de la naturaleza con la justificación del aborto» (LS, 120).
El Obispo de Alcalá se refiere al Ecologismo considerado como un relativismo crudo, y a las claves
para leer la Encíclica en su totalidad: una adecuada cristología y antropología, considerando los
puntos centrales de ella: Creación, pecado, redención, gracia y conversión.
A
continuación el texto oficial de esta Carta Pastoral del obispo complutense:
Carta Pastoral de
Monseñor Juan Antonio
Reig Pla
Obispo de Alcalá de
Henares
NO HAY ECOLOGÍA SIN UNA ADECUADA ANTROPOLOGÍA
Índice
1. Una Encíclica
que profundiza en el Magisterio de la Iglesia Católica
2. Los “cuatro niveles” de la Encíclica
3. Todo y por su orden: las claves de la Encíclica
2. Los “cuatro niveles” de la Encíclica
3. Todo y por su orden: las claves de la Encíclica
a) La justa jerarquización para poder comprender la realidad: cristología
adecuada, antropología adecuada y tras ello todo lo demás
b) La antropología adecuada: creación, pecado, redención, gracia y conversión
c) Los conceptos de conversión ecológica, ecología integral y ecología humana
b) La antropología adecuada: creación, pecado, redención, gracia y conversión
c) Los conceptos de conversión ecológica, ecología integral y ecología humana
4. Algunos
atentados contra la ecología humana. Papa Francisco: “Se pone poco
empeño para «salvaguardar las condiciones morales de una auténtica ecología
humana»” (LS, n. 5)
a) Sobre el relativismo
b) Sobre la llamada salud reproductiva o cómo acabar con la pobreza eliminando a los pobres: anticoncepción, esterilización y aborto
c) Sobre el aborto y la manipulación-destrucción de embriones
d) Papa Francisco: “No es sana una actitud que pretenda «cancelar la diferencia sexual»” (LS, n. 155): sobre la ideología de género, teorías queer, etc.
b) Sobre la llamada salud reproductiva o cómo acabar con la pobreza eliminando a los pobres: anticoncepción, esterilización y aborto
c) Sobre el aborto y la manipulación-destrucción de embriones
d) Papa Francisco: “No es sana una actitud que pretenda «cancelar la diferencia sexual»” (LS, n. 155): sobre la ideología de género, teorías queer, etc.
5. Algunas
aclaraciones:
a) Sobre “La Carta de la Tierra”
b) Sobre el concepto de “desarrollo sostenible”
b) Sobre el concepto de “desarrollo sostenible”
6. Conclusión
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Queridos
hermanos:
El pasado 18 de
junio fue presentada la segunda Carta encíclica de nuestro querido Papa
Francisco, titulada “Laudato Si’ sobre el cuidado de la casa común” (LS).
Las siguientes reflexiones son una invitación a descubrir los cimientos y poner
de manifiesto los pilares de esta encíclica.
1. Una Encíclica
que profundiza en el Magisterio de la Iglesia Católica
La Carta Encíclica Laudato Si’ del papa Francisco hay que leerla a
la luz de las Sagradas Escrituras, la Tradición y el resto del Magisterio de la
Iglesia, es decir, desde la hermenéutica de la continuidad. Las
referencias en el cuerpo del texto y las 172 notas a pie de página son una
fuente esencial para la comprensión no reduccionista de este texto del Papa. En
lo referido a las Sagradas Escrituras, son muchos los textos
de la Biblia que iluminan, con claridad y belleza, todo lo referido a la
creación, al pecado y a la redención: el primero de ellos el libro del Génesis,
y entre otros, el Libro de los Salmos, el Libro del profeta
Daniel, el Libro de la Sabiduría, el Libro del
Eclesiástico y, por su puesto, los santos Evangelios y el
Apocalipsis. El Concilio Vaticano II, particularmente en
la constitución pastoral Gaudium et spes, trata muchos aspectos
relacionados con los contenidos de la encíclica. Por su parte, el Catecismo
de la Iglesia Católica aborda, al tratar del séptimo mandamiento (“no
robarás”), la necesidad, y por tanto el mandato, de respetar la
integridad de la creación (cf. C.E.C. nn. 2401-2463); en
los números 279-421 se explica el Magisterio sobre la creación y el pecado
original; y en los números 598-623 y 1987-2029 lo referido a la redención, la
gracia y la justificación.
Muy útil es, asimismo, la lectura del Catecismo
Romano, sobre todo cuando, al tratar también el séptimo mandamiento, habla
del robo, el fraude y la rapiña.
Son también de obligada
lectura para el caso que nos ocupa: la encíclica Pacem in
terris del papa San Juan XXIII, la encíclica Populorum
progressio y la carta apostólica Octogesima
adveniens del papa Beato Pablo VI, las Catequesis
sobre el amor humano y las encíclicas Redemptor hominis,
Centesimus annus, Sollicitudo rei socialis yLaborem exercens del papa
San Juan Pablo II, la encíclica Caritas in veritate del papa
Benedicto XVI, la encíclica Lumen fidei y la exhortación
apostólica Evangelii gaudium, del papa Francisco.
Por su parte, el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia nos
ofrece una magnífica síntesis del Magisterio sobre la materia, especialmente en
su capítulo décimo (nn. 451-487).
Por último debo informar que, para ayudar a
nuestros lectores, en la página web de la diócesis de Alcalá de Henares hemos
preparado un portal en el que se pueden encontrar buena parte de los
documentos de la Iglesia sobre la materia: www.obispadoalcala.org/ecologia.html
2. Los “cuatro
niveles” de la Encíclica
En poco tiempo,
se ha escrito mucho sobre esta Encíclica dedicada “al cuidado de la
casa común”, es decir, a la “ecología integral”. En todo caso, para evitar
malos entendidos, lo primero que hay que afirmar con el papa Francisco es que “la
Iglesia no pretende definir las cuestiones científicas” (LS, 188).
Aclarado esto, la presentación de la Encíclica podría dividirse en, al menos,
cuatro niveles:
a) Lo más
subrayado en los medios de comunicación tiene que ver con todo lo referido a la
contaminación, el cambio climático, la agresión al medio ambiente por parte del
hombre, los riesgos de la manipulación genética, la necesidad de lo que ha
venido en llamarse “desarrollo humano, sostenible e integral”, el
llamamiento a “labrar y cuidar” el jardín del mundo, etc. Sin duda,
todo ello cuestiones de vital importancia para el presente y el futuro de la
humanidad y de cada persona humana, varón o mujer.
b) Otros medios
dan un paso más y destacan también la importancia en la encíclica de otros
aspectos como por ejemplo: el concepto de “bien común”, el destino
universal de los bienes, el principio de subsidiariedad, el “amor civil
y político”, la solidaridad, la importancia del trabajo y del
descanso, así como de la sanidad, la educación y la vivienda; la problemática
de las migraciones, la grave “deuda social” con los pobres, el
interesantísimo concepto de “deuda ecológica” particularmente entre el
Norte y el Sur; la “cultura del descarte” (que incluye a
la “cultura de la muerte”), las consecuencias de la divinización
del paradigma tecnoeconómico-tecnocrático y su vinculación con la matanza de
millones de personas producidas por parte del nazismo, el comunismo y otros regímenes
totalitarios como los “estados-dictaduras de género” al servicio
del dinero, del Nuevo Orden Mundial; la inseparabilidad de “la
preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con
la sociedad y la paz interior”, etc.
c) Pocos medios
se hacen eco también de otros aspectos que enfatiza la encíclica como por
ejemplo: la existencia de Dios-Padre que crea por amor; la verdad, el bien y la
belleza de la que participa toda la creación y que tiene su origen en la
Santísima Trinidad. Del mismo modo se llama la atención sobre el riesgo de divinizar-idolatrar
la tierra y el resto de la creación, sobre “la obsesión por negar toda
preeminencia a la persona humana” igualando a todos los seres vivos, etc.
d) Sin embargo,
lo que se pretende con las presentes reflexiones es una presentación de los
distintos aspectos de la encíclica papal, contextualizando, en el marco más
amplio de la adecuada antropología propuesta por el
mismo Papa, todas las importantísimas cuestiones que se plantean en la
encíclica. Para ello es necesario recopilar los textos más
representativos de la encíclica del Santo Padre Francisco que apoyan su
afirmación de que “no hay ecología sin una adecuada antropología” (LS,
n. 79). Por su parte, el Concilio Vaticano II nos
recordaba que “el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio
del Verbo encarnado” (Gaudium et spes, 22); por ello, es
necesario poner de relieve que una antropología adecuada exige -
como también nos recuerda el Papa Francisco - una cristología
adecuada, una teología de la cruz - que es gloriosa - (cf. 2 Co 5,
14-21) y sin la cual la realidad creada se hace incomprensible; así dice el
Papa Francisco: “una Persona de la Trinidad [Jesucristo] se insertó
en el cosmos creado, corriendo su suerte con él hasta la cruz. Desde el inicio
del mundo, pero de modo peculiar a partir de la encarnación, el misterio de
Cristo opera de manera oculta en el conjunto de la realidad natural, sin
por ello afectar su autonomía” (LS, n. 99).
3. Todo y por su
orden: las claves de la encíclica
a) La justa
jerarquización para poder comprender la realidad: cristología adecuada,
antropología adecuada y tras ello todo lo demás
Sin duda, todas
las cuestiones abordadas en la encíclica son importantes, pero, como nos
recuerda el mismo papa Francisco, hay un orden que es esencial no perder de
vista para poder entender el universo y cuidarlo; hay que empezar por los
cimientos. Cristo es el centro de la fe cristiana, de la historia y del
cosmos, pero también es el centro de la unidad de la Iglesia, de
la predicación y del testimonio cristiano, de ahí la importancia esencial
de una cristología adecuada; así lo explica el papa
Francisco: “El fin de la marcha del universo está en la plenitud de
Dios, que ya ha sido alcanzada por Cristo resucitado” (LS,
n. 83), esta es la columna sobre la que se sustenta el cosmos.
A continuación en el número 79 de la encíclica, el papa Francisco sigue
jerarquizando: “la acción de la Iglesia no sólo intenta recordar el
deber de cuidar la naturaleza, sino que al mismo tiempo «debe proteger sobre
todo al hombre contra la destrucción de sí mismo»” ¿Proteger sobre
todo al hombre contra la destrucción de sí mismo?: naturalmente,
si nos destruimos a nosotros mismos - el pecado es la mayor destrucción - nos
alejamos de Cristo y de todo lo que fue creado por Él y para Él (cf. Col
1,16); por eso el Papa insiste: “no hay ecología sin una adecuada
antropología” (LS, n. 118). Estas son las claves de la encíclica, y
de ellas se derivan los conceptos de ecología integral y ecología
humana, por cierto, prácticamente intercambiables entre sí, pues la ecología si
es integral es humana y si es verdaderamente humana es integral.
b) La
antropología adecuada: creación, pecado, redención, gracia y conversión
La creación
El universo y
cada varón y mujer no son fruto del azar. “Cuando la persona humana es
considerada sólo un ser más entre otros, que procede de los juegos del azar o
de un determinismo físico, «se corre el riesgo de que disminuya en las personas
la conciencia de la responsabilidad»” (LS, n. 118). “¡Qué maravillosa
certeza es que la vida de cada persona no se pierde en un desesperante caos, en
un mundo regido por la pura casualidad o por ciclos que se repiten sin
sentido!”(LS, n. 65). Dios crea por amor, un mundo
bueno, ordenado y con un fin: “el destino de toda la creación pasa por el
misterio de Cristo, que está presente desde el origen de todas las cosas: «Todo
fue creado por él y para él» (Col 1,16)” (LS, n.
99).
El pecado
También el varón
y la mujer fueron creados por Cristo y para Cristo. “El Creador puede decir a
cada uno de nosotros: «Antes que te formaras en el seno de tu madre, yo te
conocía» (Jr 1,5). Fuimos concebidos en el corazón de Dios, y por
eso «cada uno de nosotros es el fruto de un pensamiento de Dios. Cada uno de
nosotros es querido, cada uno es amado, cada uno es necesario»” (LS, n.
65); por todo ello «la existencia humana se basa en tres relaciones
fundamentales estrechamente conectadas: la relación con Dios, con el prójimo y
con la tierra. Según la Biblia, las tres relaciones vitales se han roto, no
sólo externamente, sino también dentro de nosotros. Esta ruptura es el pecado.
La armonía entre el Creador, la humanidad y todo lo creado fue destruida por
haber pretendido ocupar el lugar de Dios» (LS, n. 66). «La
violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se
manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el
agua, en el aire y en los seres vivientes» (LS, n. 2); es decir, muchos
problemas ecológicos tienen su origen en el pecado, del que es imposible salir
por nuestras propias fuerzas.
La redención
Gracias a su
“señorío universal” (LS, n. 100), Cristo nos rescata del
pecado y de la muerte. Por eso el Papa nos recuerda: “«Dios quiso que en él
[Cristo] residiera toda la Plenitud. Por él quiso reconciliar consigo todo lo
que existe en la tierra y en el cielo, restableciendo la paz por la sangre de
su cruz» (Col 1,19-20). Esto nos proyecta al final de los tiempos,
cuando el Hijo entregue al Padre todas las cosas y «Dios sea todo en todos» (1
Co 15, 28)” (LS, n. 100).
Lo verdaderamente
extraordinario, la buena noticia que desea todo corazón humano es que lo que
despuntará en la gloria final ya se nos da como prenda en la Eucaristía que es
el cielo en la tierra. Como nos enseña el papa Francisco: “La Eucaristía une el
cielo y la tierra, abraza y penetra todo lo creado. El mundo que salió de las
manos de Dios vuelve a él en feliz y plena adoración. En el Pan eucarístico,
«la creación está orientada hacia la divinización, hacia las santas bodas,
hacia la unificación con el Creador mismo»” (LS, 236).
La necesidad de
conversión
Naturalmente ser
uno con Cristo exige, como explica el papa Francisco, “la conversión íntegra de
la persona. Esto implica también reconocer los propios errores, pecados, vicios
o negligencias, y arrepentirse de corazón, cambiar desde adentro” (LS, n.
218), pero ¿cómo puede ser posible esto si somos tan débiles?
La gracia
La gracia es la
respuesta: “Dios (...) nos ofrece las fuerzas y la luz que necesitamos para
salir adelante. En el corazón de este mundo sigue presente el Señor de la vida
que nos ama tanto. Él no nos abandona, no nos deja solos” (LS, n.
245). Por Cristo fuimos creados y por Cristo hemos sido redimidos, todo lo
demás que sea verdadero, bueno y bello encuentra aquí su origen.
c) Los conceptos
de conversión ecológica, ecología integral y ecología humana
Conversión
ecológica
En la exhortación
apostólica Evangelii gaudium, el papa Francisco nos llamaba a una conversión
pastoral que implica un “estado permanente de misión”, “una opción
misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos,
los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce
adecuado para la evangelización del mundo actual”. Ahora, el Papa nos
propone una “conversión ecológica” (LS, nn. 5,
216-221), concepto que ha tomado del papa San Juan Pablo II, el cual explicaba
que «no está en juego sólo una ecología “física”, atenta a tutelar el hábitat
de los diversos seres vivos, sino también una ecología “humana”» (Catequesis,
17 enero 2001), lo que exige, a su vez, según el Santo Padre Francisco “la
conversión íntegra de la persona” (LS, n. 218); más aún,
según el Papa, “la conversión ecológica que se requiere para crear
un dinamismo de cambio duradero es también una conversión comunitaria” (LS, n.
219), idea que nos remite al concepto de “estructura de pecado” con todas sus
implicaciones (cf. San Juan Pablo II, Encíclicas Sollicitudo
rei socialis, 36-37).
Ecología integral
Es la encarnación
del Hijo de Dios (verdadero Dios y verdadero hombre) - su entrada corporal en
la historia- , su pasión, su muerte en la cruz y su resurrección, lo que
permite deducir el concepto de ecología integral; sin la
comprensión global de la realidad - visible e invisible - esto sería imposible,
ya que, como explica el papa Francisco, la “ecología integralrequiere
apertura hacia categorías que trascienden el lenguaje de las matemáticas o de
la biología y nos conectan con la esencia de lo humano” (LS, n. 11).
Como lo exige la catolicidad, ningún aspecto de la realidad queda
excluido del concepto de “ecología integral” que nos
enseña el papa Francisco: la “ecología ambiental, económica y
social” (LS, nn. 138-142), la “ecología
cultural” (LS, nn. 143-146), la “ecología
de la vida cotidiana”(LS, nn.147-154), y
como hemos visto, sobre todo - hasta el punto de identificarse con el
concepto de “ecología integral” - la “ecología
humana” (LS, nn. 5, 155-162), inseparable, por cierto, de la
importantísima noción de “bien común” (cf. LS,
nn. 156-158). En todo caso, debe quedar claro que la “ecología
integral” no es “ecologismo”, pues éste absolutiza la naturaleza y
contesta al hombre - varón y mujer - como hecho a imagen y semejanza de
Dios (cf. Gn 1, 26).
Ecología humana
También la
expresión ecología humana ha sido tomada de los textos del
papa San Juan Pablo II. Para el papa Francisco resulta claro que el
concepto de ecología integral carece de contenido sin el concepto de ecología
humana, confirmando, a su vez, que la primera estructura fundamental a favor de
la “ecología humana” es la familia: “se entiende aquí la familia
fundada en el matrimonio, en el que el don recíproco de sí por parte del hombre
y de la mujer crea un ambiente de vida en el cual el niño puede nacer y
desarrollar sus potencialidades, hacerse consciente de su dignidad y prepararse
a afrontar su destino único e irrepetible” (San Juan Pablo II, Centesimus
annus, n. 39). Así lo explica el Papa Francisco, evocando a su predecesor:
La familia “«es el ámbito donde la vida, don de Dios, puede ser acogida y
protegida de manera adecuada contra los múltiples ataques a que está expuesta,
y puede desarrollarse según las exigencias de un auténtico crecimiento humano.
Contra la llamada cultura de la muerte, la familia constituye la sede de la
cultura de la vida». En la familia se cultivan los primeros hábitos de amor y
cuidado de la vida. (…) La familia es el lugar de la formación integral, donde
se desenvuelven los distintos aspectos, íntimamente relacionados entre sí, de
la maduración personal” (LS, n. 213).
4. Algunos
atentados contra la ecología humana. Papa Francisco: “Se pone poco empeño para
«salvaguardar las condiciones morales de una auténtica ecología humana»” (LS, n.
5)
“Recordó
[Benedicto XVI] que el mundo no puede ser analizado sólo aislando uno de sus
aspectos, porque «el libro de la naturaleza es uno e indivisible», e incluye el
ambiente, la vida, la sexualidad, la familia, las relaciones sociales, etc. Por
consiguiente, «la degradación de la naturaleza está estrechamente unida a la
cultura que modela la convivencia humana». El Papa Benedicto nos propuso
reconocer que el ambiente natural está lleno de heridas producidas por nuestro
comportamiento irresponsable. También el ambiente social tiene sus heridas.
Pero todas ellas se deben en el fondo al mismo mal, es decir, a la idea de que
no existen verdades indiscutibles que guíen nuestras vidas, por lo cual la
libertad humana no tiene límites. Se olvida que «el hombre no es solamente una
libertad que él se crea por sí solo. El hombre no se crea a sí mismo. Es
espíritu y voluntad, pero también naturaleza»” (LS, n. 6). “Se pone poco empeño
para «salvaguardar las condiciones morales de una auténtica ecología humana»”
(LS, n. 5). Con este convencimiento, el papa Francisco nos advierte:
a) Sobre el
relativismo
“La cultura del
relativismo es la misma patología que empuja a una persona a aprovecharse de
otra y a tratarla como mero objeto, obligándola a trabajos forzados, o convirtiéndola
en esclava a causa de una deuda. Es la misma lógica que lleva a la explotación
sexual de los niños, o al abandono de los ancianos que no sirven para los
propios intereses. Es también la lógica interna de quien dice: «Dejemos que las
fuerzas invisibles del mercado regulen la economía, porque sus impactos sobre
la sociedad y sobre la naturaleza son daños inevitables». Si no hay verdades
objetivas ni principios sólidos, fuera de la satisfacción de los propios
proyectos y de las necesidades inmediatas, ¿qué límites pueden tener la trata
de seres humanos, la criminalidad organizada, el narcotráfico, el comercio de
diamantes ensangrentados y de pieles de animales en vías de extinción? ¿No es
la misma lógica relativista la que justifica la compra de órganos a los pobres
con el fin de venderlos o de utilizarlos para experimentación, o el descarte de
niños porque no responden al deseo de sus padres? Es la misma lógica del «usa y
tira», que genera tantos residuos sólo por el deseo desordenado de consumir más
de lo que realmente se necesita. Entonces no podemos pensar que los proyectos
políticos o la fuerza de la ley serán suficientes para evitar los
comportamientos que afectan al ambiente, porque, cuando es la cultura la que se
corrompe y ya no se reconoce alguna verdad objetiva o unos principios
universalmente válidos, las leyes sólo se entenderán como imposiciones
arbitrarias y como obstáculos a evitar” (LS, n. 123).
b) Sobre la
llamada salud reproductiva o cómo acabar con la pobreza eliminando a los pobres:
anticoncepción, esterilización y aborto
“En lugar de
resolver los problemas de los pobres y de pensar en un mundo diferente, algunos
atinan sólo a proponer una reducción de la natalidad. No faltan presiones
internacionales a los países en desarrollo, condicionando ayudas económicas a
ciertas políticas de «salud reproductiva». Pero, «si bien es cierto que la
desigual distribución de la población y de los recursos disponibles crean
obstáculos al desarrollo y al uso sostenible del ambiente, debe reconocerse que
el crecimiento demográfico es plenamente compatible con un desarrollo integral
y solidario». Culpar al aumento de la población y no al consumismo extremo y
selectivo de algunos es un modo de no enfrentar los problemas” (LS, n.
50).
c) Sobre el
aborto y la manipulación-destrucción de embriones
“Dado que todo
está relacionado, tampoco es compatible la defensa de la naturaleza con la
justificación del aborto. No parece factible un camino educativo para acoger a
los seres débiles que nos rodean, que a veces son molestos o inoportunos, si no
se protege a un embrión humano aunque su llegada sea causa de molestias y
dificultades: «Si se pierde la sensibilidad personal y social para acoger una
nueva vida, también se marchitan otras formas de acogida provechosas para la
vida social»” (LS, n. 120).
“Cuando no se
reconoce en la realidad misma el valor de un pobre, de un embrión humano, de
una persona con discapacidad –por poner sólo algunos ejemplos–, difícilmente se
escucharán los gritos de la misma naturaleza. Todo está conectado. Si el ser
humano se declara autónomo de la realidad y se constituye en dominador
absoluto, la misma base de su existencia se desmorona, porque, «en vez de
desempeñar su papel de colaborador de Dios en la obra de la creación, el hombre
suplanta a Dios y con ello provoca la rebelión de la naturaleza»” (LS, n. 117).
“Es preocupante
que cuando algunos movimientos ecologistas defienden la integridad del
ambiente, y con razón reclaman ciertos límites a la investigación científica, a
veces no aplican estos mismos principios a la vida humana. Se suele justificar
que se traspasen todos los límites cuando se experimenta con embriones humanos
vivos. Se olvida que el valor inalienable de un ser humano va más allá del
grado de su desarrollo. De ese modo, cuando la técnica desconoce los grandes
principios éticos, termina considerando legítima cualquier práctica. Como vimos
en este capítulo, la técnica separada de la ética difícilmente será capaz de
autolimitar su poder” (LS, n. 136).
d) Papa
Francisco: “No es sana una actitud que pretenda «cancelar la diferencia
sexual»” (LS, n. 155): sobre la ideología de género, teorías queer, etc.
Enseña el papa
Francisco: “La ecología humana implica también algo muy hondo: la necesaria
relación de la vida del ser humano con la ley moral escrita en su propia
naturaleza, necesaria para poder crear un ambiente más digno. Decía Benedicto
XVI que existe una «ecología del hombre» porque «también el hombre posee una
naturaleza que él debe respetar y que no puede manipular a su antojo». En esta
línea, cabe reconocer que nuestro propio cuerpo nos sitúa en una relación
directa con el ambiente y con los demás seres vivientes. La aceptación del
propio cuerpo como don de Dios es necesaria para acoger y aceptar el mundo
entero como regalo del Padre y casa común, mientras una lógica de dominio sobre
el propio cuerpo se transforma en una lógica a veces sutil de dominio sobre la
creación. Aprender a recibir el propio cuerpo, a cuidarlo y a respetar sus
significados, es esencial para una verdadera ecología humana. También la
valoración del propio cuerpo en su femineidad o masculinidad es necesaria para
reconocerse a sí mismo en el encuentro con el diferente. De este modo es
posible aceptar gozosamente el don específico del otro o de la otra, obra del
Dios creador, y enriquecerse recíprocamente. Por lo tanto, no es sana una
actitud que pretenda «cancelar la diferencia sexual porque ya no sabe
confrontarse con la misma»” (LS, n. 155).
“Si el ser humano
no redescubre su verdadero lugar, se entiende mal a sí mismo y termina
contradiciendo su propia realidad: «No sólo la tierra ha sido dada por Dios al
hombre, el cual debe usarla respetando la intención originaria de que es un
bien, según la cual le ha sido dada; incluso el hombre es para sí mismo un don
de Dios y, por tanto, debe respetar la estructura natural y moral de la que ha
sido dotado»” (LS, n. 115).
5. Algunas
aclaraciones
a) Sobre “La
Carta de la Tierra”
El papa Francisco
cita en el número 207 de la encíclica unas líneas del último apartado de un
documento llamado “La Carta de la Tierra” (CdT);
dicho documento contiene elementos que un católico puede asumir sin problemas,
como por ejemplo: «actuar con moderación y eficiencia al utilizar energía» (CdT,
n. 7-b), o, y sin ir más lejos, la cita que el Santo Padre reproduce en su
encíclica. Sin embargo, que el Papa cite unas frases aceptables, como expresión
de diálogo, no quiere decir, en absoluto, que esté “canonizando” el documento.
El proyecto de La
Carta de la Tierra comenzó como una iniciativa de las Naciones Unidas,
pero se desarrolló y finalizó como una iniciativa “privada” con “apoyo”
gubernamental. Tras un periodo de “consultas”, las recomendaciones y
comentarios fueron enviados a un comité redactor creado por la Comisión
de la Carta de la Tierra en diciembre de 1996. El profesor Steven C.
Rockefeller fue nombrado por la Comisión para que dirigiera este comité. En
tres ocasiones el comité redactor sostuvo reuniones estratégicas especiales de
redacción con el propósito de revisar todos los comentarios para el proceso de
consulta y preparó una serie de recomendaciones para la elaboración de un nuevo
borrador. Estas tres reuniones fueron llevadas a cabo en el Centro de
Conferencias Pocántico del Rockefeller Brothers Fund en las afueras de la
Ciudad de Nueva York en 1997, 1999 y enero de 2000. En el año 2000, se concluyó
el documento y la Comisión de la Carta de la Tierra la dio a
conocer públicamente como una carta de los pueblos, durante una ceremonia el 29
de junio en el Palacio de Paz, en la Haya, Holanda. Creo que también es
revelador conocer que una copia de la Carta de la Tierraescrita a
mano en papiro está guardada en la llamada “Arca de la Esperanza”
[sin comentarios] y que los cheques para financiar La Carta
de la Tierra deben ser enviados, según la organización, a: “Rockefeller
Philanthropy Advisors ATTN The Earth Charter Fund”. Toda esta información
ha sido tomada de: www.earthcharterinaction.org.
Conocidos estos
datos, debe quedar meridianamente claro que, además de todo lo que podríamos
decir sobre su “inspiración”, “iconografía” y “propósitos”, La Carta de
la Tierra contiene en la literalidad de su redacción elementos
radicalmente incompatibles con la Fe Católica; a modo de ejemplo traigo aquí la
definición panteísta (tipo New Age-Next Age) que dicho documento
hace de la paz. La Carta de la Tierra afirma: «la paz es la
integridad creada por relaciones correctas con uno mismo, otras personas, otras
culturas, otras formas de vida, la Tierra y con el todo más grande, del cual
somos parte» (CdT, n. 16-f). Además, La Carta de la Tierra asume
y promueve explícitamente la ideología de género(CdT, nn. 11
y 12) y la llamada salud reproductiva (CdT, n. 7-e),
que como todos sabemos, más allá de los eufemismos, incluye anticoncepción,
esterilización y aborto.
b) Sobre el
concepto de “desarrollo sostenible”
El concepto de “desarrollo
sostenible” se plasmó oficialmente en un documento, allá en los
años ochenta del siglo XX, en el seno de la Comisión Mundial para el Medio
Ambiente y el Desarrollo; se le definió como aquel crecimiento
económico que satisface las necesidades del presente sin comprometer las
posibilidades de las generaciones futuras para satisfacer a sus necesidades
propias. Esta es la razón por la que la encíclica del papa Francisco
hace suyo dicho concepto tal y como viene haciendo el Magisterio de la Iglesia
desde hace años, pues, en su literalidad bien entendida, la definición no
plantea ningún problema. Sin embargo, pronto se comprobó que muchas
instituciones escondían detrás de las nobles palabras “desarrollo
sostenible” aspectos radicalmente inmorales como la anticoncepción, la
esterilización o el aborto. Saber esto es importante, pues, hoy por hoy, - en
prácticamente todos los casos - los organismos internacionales, gubernamentales
y muchas ONG atribuyen un contenido al concepto «desarrollo sostenible»que
no coincide con el de la Iglesia Católica. Esta es la razón por la que la
Santa Sede por boca de su Delegado en la Conferencia Internacional sobre la
Población y el Desarrollo de El Cairo de 1994 en la que se trató el tema del
“desarrollo sostenible”, aclaró: “Nada de lo que la Santa Sede ha
hecho para llegar a este consenso ha de entenderse o interpretarse como una
aprobación de conceptos que no puede apoyar por razones morales. En especial,
no ha de entenderse que la Santa Sede acepta el aborto o que ha cambiado, de
algún modo, su posición moral sobre el aborto, los anticonceptivos y la
esterilización, o sobre el uso de preservativos en los programas de prevención
contra el VIH o el SIDA”. Últimamente, la Santa Sede, en los organismos
internacionales, prefiere utilizar la expresión “desarrollo humano
sostenible” para resaltar de un modo más incisivo su propuesta
específica sobre la materia (cf.Intervención del Jefe Delegación de la Santa
Sede en la 39 Sesión de la Conferencia de la FAO, Roma, 10 de junio de 2015). El
papa Francisco matiza todavía más la expresión en la encíclica hablando de “desarrollo
humano, sostenible e integral” (LS, n. 18). Para evitar
confusiones invito a todos a usar esta misma expresión del Papa:“desarrollo
humano, sostenible e integral”.
6. Conclusión
Debemos dar
gracias a la Santísima Trinidad por el don del universo y de nuestra tierra, y
muy particularmente por la creación de cada varón y de cada mujer que,
respectivamente, en su masculinidad y femineidad, en la unidad sustancial
cuerpo-espíritu, son imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1,
26). También debemos dar gracias a Dios por el papa Francisco que
pedagógicamente quiere acercarnos a Cristo, simultáneamente Buen Samaritano y
Maestro. A todos invito, de nuevo, a leer detenidamente la carta encíclica del
Papa, rezando por él y por sus intenciones. Obedecer en todo a Cristo, cuyo
Vicario en la tierra es el Papa, será nuestra salvación.
Que la Santísima
Virgen María - Madre y Reina de todo lo creado -, su esposo
San José - justo, generoso, trabajador, fuerte y tierno -, y
San Francisco de Asís - celestial Patrono de los cultivadores de la
ecología -, intercedan por todos, para que algún día podamos compartir
en presencia de Dios “un cielo nuevo y una tierra nueva donde habitará
la justicia” (2 P3, 13).
Con mi bendición
y afecto,
+ Juan
Antonio Reig Pla
Obispo
Complutense
Alcalá de
Henares, 26 de junio de 2015
San Pelayo,
mártir
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