La prueba más rotunda y cabal
de la divinidad de Jesús
es su resurrección.
“Dios lo resucitó,
librándolo de las
ataduras de la muerte”
(Hch. 2, 24)
Esta
frase del apóstol Pedro se refiere al estado post-mortem.
Muchas
veces estamos inquietos ante la realidad de la muerte física,
la
muerte “desde el más acá”,
como
si una vez que morimos entráramos en una especie
de
sueño placentero o región difusa, sin preocupaciones, donde todo se acabó…
La
resurrección de Cristo es victoria tras lo que viene después de la muerte.
Por
eso quien está con Cristo no debe temer a la muerte,
ni después de ella, ni a su venida.
ni después de ella, ni a su venida.
Que
tengamos una “buena muerte”,
no
en el sentido de no tener una enfermedad o sufrimientos,
sino
de morir con Cristo, desde Él.
Que
nuestro último suspiro aquí en la tierra
sea el comienzo del abrazo del Padre desde el cielo.
sea el comienzo del abrazo del Padre desde el cielo.
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