Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

21 de abril de 2019

OTRA PERSPECTIVA DEL INCENDIO DE NOTRE DAME DE PARÍS


La abominación de la desolación


Un análisis diferente, de los tantos que se publican estos días, sobre el incendio de la Catedral de París.
Escrito por el periodista Juan Manuel de Prada, 
con incisiva pluma.

   


DURANTE toda la Semana Santa hemos leído o escuchado muchas pamemas en torno al incendio de la catedral de Nuestra Señora de París:

§  el catolicismo pompier (0) ha sacado musculito ñoño (repitiendo que la fe es más fuerte que las llamas),

§ los conspiranoicos han aprovechado para lanzar insinuaciones o proclamas islamófobas (ignorando que una civilización no es conquistada desde fuera hasta que no se ha destruido a sí misma desde dentro)

§  y hasta el progrerío (4) que instiga la cristianofobia ha soltado sus lagrimillas de cocodrilo (viendo en el incendio una oportunidad para erigir otro templo vacío de Dios que sea un reclamo aún mayor para las manadas de turistas).

Como nuestra época ha perdido por completo el sentido de lo sacro (como lo sacro enfurece y saca de sus casillas a nuestra época), nadie ha probado a hacer la lectura del incendio que hubiese hecho el más sencillo de los hombres, allá en los siglos dorados de la Cristiandad.

¿Y si el incendio de la catedral de París fuese grato a Dios?

Pocas veces he comprobado más nítidamente la transformación de la «casa de oración» en «cueva de ladrones» - según la brutal expresión evangélica - que cuando visité la catedral de París, convertida en un parque temático para solaz de manadas de turistas, que eran paseadas por todos los lugares del templo, para que hozasen a gusto - pinreles (1) en ojotas, camisetas reventonas de michelines (2), escotes disuasorios como albardas (3) lacias -, mientras Dios se escondía (o lo escondían quienes más obligados están a mostrarlo) en alguna capilla lateral, para que no contemplase aquella apoteosis del horror.

La catedral de París no simbolizaba ninguna de las paparruchas que en estos días se han escrito; simbolizaba lo que el profeta Daniel denomina «la abominación de la desolación», la profanación extrema del lugar santo, la fe «pisoteada por los gentiles» del nuevo paganismo, dispuestos a enseñorearse de sus escombros, convenientemente vaciados de Dios.

Porque no debemos olvidar - nos recuerda Castellani - que «la Cristiandad será aprovechada: los escombros del derecho público europeo, los materiales de la tradición cultural, los mecanismos e instrumentos políticos y jurídicos serán aprovechados en la continuación de la nueva Babel: la gran confederación mundial impía».

De ahí que el gerontófilo (5) Macron, y con él toda la confederación mundial impía, se apresurasen a anunciar la reconstrucción de la Catedral.

Hasta un impío genial como Víctor Hugo se indignaba hace casi doscientos años (en la novela que tantos han mencionado en estos días, sin haberla leído) «a la vista de las degradaciones, de las mutilaciones sin cuento que se han infligido al venerable templo, sin respeto para Carlomagno, que hizo poner la primera piedra, ni para Felipe Augusto, que colocó la última».

Víctor Hugo escribe sobre mutilaciones artísticas (o eso cree él); pero su pluma está guiada por el Espíritu, que sopla donde quiere: « ¿Qué diría un sochantre del siglo XVI - escribe, furioso - viendo los estupendos destrozos que nuestros vandálicos arzobispos han infligido a su catedral? (…) Creería que aquel lugar santo se había vuelto infame, y saldría huyendo».

Dios, en cambio, no salió huyendo, aunque el lugar santo se hubiese vuelto infame. En una fotografía sobrecogedora divulgada en estos días, se ve la mesa vaticanosegundista aplastada por los escombros, mientras al fondo se alza incólume el viejo altar con La Piedad y la Cruz, del que Dios fue desterrado, para democratizar la Misa (o sea, para vaciarla de fieles y llenarla de turistas).


Y es que, como Víctor Hugo escribe en su celebérrima novela, «toda civilización empieza por la teocracia y termina por la democracia».

Etimología:

(0) Pompier: Que es academicista y falto de creatividad.

(1) Pinreles: pies


(2) Michelines: Pliegue de grasa en forma de rollo que se acumula en determinadas zonas del cuerpo y, en especial en la cintura.


(3) Albardas: es un arnés de las bestias de carga compuesto principalmente de dos grandes almohadillas que se adaptan a los dos lados del lomo, sujeta al vientre por una cincha dejando éste en hueco a fin de que la carga no lastime al animal. 


(4) Progrerío: lenguaje “progre”: donde abundan términos como: democracia, solidaridad, derechos, pueblo, socialismo… identificados con la libertad y la verdad.


(5) Gerontófilo: Atracción sexual hacia personas ancianas.






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