AYER FUE UN DOMINGO "RARO"
(Reflexión de un laico
sobre el IV Domingo de Cuaresma de Laetare del año 2020)
sobre el IV Domingo de Cuaresma de Laetare del año 2020)
XIII Estación del Vía Crucis de la Basílica porteña del Espíritu Santo
Benedicto XVI, en su
primer viaje fuera de Roma como Papa (28 de mayo de 2005), fue a Bari. Allí, la
Iglesia en Italia celebraba el XXIV Congreso Eucarístico Nacional. Estaba
programado para que lo presidiera el Papa san Juan Pablo II (que falleció el 2
de abril de 2005)
En
la homilía de la Misa de Clausura de dicho Congreso, el Papa Ratzinger se
refirió al lema de esa convocatoria ("SINE DOMINICO NON POSSUMUS VIVERE"
que traducido expresa: "SIN EL
DOMINGO NO PODEMOS VIVIR"), memorando a
los llamados Mártires de Abitinia, una página muy luminosa de la vida de la
Iglesia.
Copio
abajo unos párrafos de dicho mensaje papal (1) que
recuerdo vivamente.
Al
leerlos otra vez pienso: ¡Qué difícil es congeniar esas sabias palabras del
gran Papa teólogo con estos tiempos de "aislamiento social
obligatorio" establecido por el gobierno nacional!, cuya decisión
comprendo y acato, en aras del bien común.
Como
fieles laicos católicos, vivimos en el mundo e intentamos cada domingo estar al
"pie de la Cruz" (“Iusta Crucem...” Jn.19, 25) participando en la
actualización incruenta del mismo sacrificio redentor, para alimentarnos
sobrenaturalmente de aquella vida que nace de la Eucaristía como un manantial
que brota hasta la vida eterna.
Éste
fue un raro DIES DOMINI (de esta expresión latina proviene la palabra
"DOMINGO" = "EL DÍA DEL SEÑOR")
Porque
en este Domingo (como lo hacemos dominicalmente) no pudimos participar, en la
forma habitual, en la que es "la fuente y el culmen de la vida cristiana" (cfr.
CIC 1324). Tuvimos otras maneras de acompañar este día a través de las
múltiples formas audiovisuales online, cada uno virtualmente, desde su
individual monitor, unidos a la Iglesia en todo el mundo, o a través de
ejercicios religiosos de oración y meditación personal.
Son
éstos, días cuaresmales de una inusitada fuerza espiritual, con una perspectiva
distinta, que nos impulsan a valorar más el "Dies Domini", con
Sagrarios casi abandonados y templos consagrados cerrados y vacíos.
Un
Domingo raro que se pareció más a un "Viernes Santo" -único día en el
año en que la Iglesia no celebra la Misa-. Y sin siquiera el viático reparador,
haciendo una "comunión de deseo" con una intensidad excepcional.
Un
Domingo raro, paradójicamente llamado "de Laetare ", sin el brillo
propio del "Dies Domini" y que tuvo, más bien, las características de
un profético "Dies irae" (2). Que
nos alerta acerca de un mundo que camina por oscuras quebradas, que no sigue la
voz del Buen Pastor que guía por el recto camino, que no percibe sus pasos ni
puede ver su cayado de madera, que nos remite a su Cruz redentora.
Por
todo ello, expresamos nuestros fervientes deseos:
§ Que
los mártires de Abitinia intercedan por esta situación anémica excepcional.
§ Que
sepamos valorar y agradecer lo que tantos sacerdotes ofrecen en estos días de
silencio: la Misa “sin pueblo”.
§ Que
quienes tenemos el gran don de tener muchos templos a dónde acudir
ordinariamente para participar del Sacrificio del Altar, reconozcamos que en
otros lugares de nuestro país y del mundo muchos deben recorrer largas
distancias para cumplir el precepto dominical.
§ Que
el Señor se apiade de nosotros y retomemos -cuando concluya
esta difícil coyuntura- con más fervor la Misa dominical.
§ Que, en tanto
no podemos dar culto público a Dios como quisiéramos, aprovechemos esta inmensa
oportunidad para ofrecer un culto interior, en “espíritu y en verdad”.
"¡Señor, danos siempre de ese
Pan!". (cfr. Jn. 6,34)
_______________________________________________________
NOTAS
(1) DE DICHA HOMILIA DE BENEDICTO XVI:
"Este Congreso Eucarístico,
que hoy se concluye, ha querido volver a presentar el domingo como "Pascua
semanal", expresión de la identidad de la comunidad cristiana y centro de
su vida y de su misión. El tema elegido, "SIN EL DOMINGO NO PODEMOS
VIVIR", nos remite al año 304, cuando el emperador Diocleciano prohibió a
los cristianos, bajo pena de muerte, poseer las Escrituras, reunirse el domingo
para celebrar la Eucaristía y construir lugares consagrados al culto divino.
En Abitina, pequeña localidad de
la actual Túnez, 49 cristianos fueron sorprendidos un domingo mientras,
reunidos en la casa de Octavio Félix, celebraban la Eucaristía desafiando así
las prohibiciones imperiales. Tras ser arrestados fueron llevados a Cartago
para ser interrogados por el procónsul Anulino. Fue significativa, entre otras,
la respuesta que un cierto Emérito dio al procónsul que le preguntaba por qué
habían transgredido la severa orden del emperador. Respondió: "Sine
dominico non possumus"; es decir, sin reunirnos en
asamblea el domingo para celebrar la Eucaristía no podemos vivir. Nos faltarían
las fuerzas para afrontar las dificultades diarias y no sucumbir. Después de
atroces torturas, estos 49 mártires de Abitina fueron asesinados. Así, con la
efusión de la sangre, confirmaron su fe. Murieron, pero vencieron; ahora los
recordamos en la gloria de Cristo resucitado.
Sobre la experiencia de los
mártires de Abitina debemos reflexionar también nosotros, cristianos del siglo
XXI. Ni siquiera para nosotros es fácil vivir como cristianos, aunque no
existan esas prohibiciones del emperador. Pero, desde un punto de vista
espiritual, el mundo en el que vivimos, marcado a menudo por el consumismo
desenfrenado, por la indiferencia religiosa y por un secularismo cerrado a la
trascendencia, puede parecer un desierto no menos inhóspito que aquel
"inmenso y terrible" (Dt 8,
15) del que nos ha hablado la primera lectura, tomada del libro del
Deuteronomio.
En ese desierto, Dios acudió con
el don del maná en ayuda del pueblo hebreo en dificultad, para hacerle
comprender que "no sólo de pan vive el hombre, sino que el hombre vive de
todo lo que sale de la boca del Señor" (Dt 8,
3). En el evangelio de hoy, Jesús nos ha explicado para qué pan Dios quería
preparar al pueblo de la nueva alianza mediante el don del maná. Aludiendo a la
Eucaristía, ha dicho: "Este es el Pan que ha bajado del cielo; no
como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron: el que come este
Pan vivirá para siempre" (Jn
6, 58). El Hijo de Dios, habiéndose hecho carne, podía convertirse en Pan, y
así ser alimento para su pueblo, para nosotros, que estamos en camino en este
mundo hacia la tierra prometida del cielo.
Necesitamos este Pan para
afrontar la fatiga y el cansancio del viaje. El Domingo, día del Señor, es la
ocasión propicia para sacar fuerzas de Él, que es el Señor de la vida. Por
tanto, el precepto festivo no es un deber impuesto desde afuera, un peso sobre
nuestros hombros. Al contrario, participar en la celebración dominical, alimentarse
del Pan eucarístico y experimentar la comunión de los hermanos en Cristo, es
una necesidad para el cristiano; es una alegría; así el cristiano puede
encontrar la energía necesaria para el camino que debemos recorrer cada
semana".
_________________________
(2) "Dies irae"
es un himno latino, cuyo autor es Tomás de Celano, que fue el biógrafo de san
Francisco de Asís. Se considera el mejor poema del latín medieval. En ese texto
se narra el día del Juicio Final, con la última trompeta llamando a los muertos
al trono divino para su salvación o condenación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario