EL
CRISTOCENTRISMO
EN
LOS PADRES DE LA IGLESIA
Composición de iconos de Padres de la Iglesia latina y griega
Destaca
poderosamente en los Padres sin excepción el anuncio o predicación de
Jesucristo, Señor y Salvador, “mejor del cual nada existe” (S. Ignacio de
Antioquía). Para ellos el centro de toda predicación cristiana que se precie es
Jesucristo, Hijo de Dios, que verdaderamente se encarnó, nació, murió por
nosotros y resucitó según la carne, y es constituido Señor de todo, del cielo y
de la tierra. Hablan de Él con pasión, con entusiasmo, con fuerza. Nada puede
sustituir en ellos la predicación sobre Cristo, sus misterios y su redención.
Sería
inútil buscar en los Padres otro núcleo de su predicación ni otros centros o
ejes de gravedad. Nunca lo sustituirían por una aproximación humana o histórica
a “Jesús de Nazaret”, un “creyente”, un “buscador de Dios” o un simple “hombre
ejemplar”, que nos llevase “a lo divino”, entendido genéricamente como
“trascendencia”. Sería inútil buscar ese lenguaje, que no es cristiano ni
eclesial, en los Padres; es más, a quienes lo propusieron –desde el arrianismo
o las corrientes gnósticas- la réplica fue brutal y clara. ¡No permitían los
Padres que se alterase o que se desfigurase el Misterio de Jesucristo! Era
intocable.
Su pasión por Jesucristo los llenaba, y anunciaban a Cristo y defendían la
verdad sobre Jesucristo, definida en los dogmas de los diferentes Concilios
ecuménicos. Había que mostrar el mismo y único Misterio de Jesucristo a cada
generación y no modelar un Jesús al gusto de cada generación o de cada
corriente filosófica. Esto lo hicieron muchos herejes en su momento y se
construyeron su propio Jesús partiendo de sus propios principios filosóficos o
ideológicos, un intento errado de llegar al “Jesús de Nazaret histórico”.
Pero tampoco, en otra dirección, omitirían el anuncio de Jesucristo y su
consideración por temas universales que a todos les gustase y fuesen
“políticamente correctos”; ellos no hablarán de buscar la paz del Imperio o de
las naciones por encima de la verdad y la justicia; tampoco se dedicarán
exclusivamente a hablar del cuidado de la tierra y del “ecologismo” o de “la
madre tierra”; ni tampoco, por ejemplo, omitirían a Cristo para hablar del
“diálogo” o de la “solidaridad” entre todos al margen de la verdad como si la
verdad fuese la fuente del conflicto y todo se solucionase con el irenismo.
Ellos, decididamente, hablarán de “falsas religiones” o de “falsas filosofías”
porque sólo la verdad
engendra paz y justicia.
Evidentemente, los Padres chocan con la predicación buenista y ciega de hoy, la
predicación secularizada y en gran medida sincretista. ¡Chocarían y hasta se
escandalizarían escuchándonos muchas veces!
Confrontando nuestro presente con la Tradición, vemos cuán distinto es el tono hoy,
la sustitución cristológica por el buenismo moral y la solidaridad… una pobreza
que daña al pueblo santo de Dios. El futuro que hemos de construir nos lo
marcan los Padres: anunciar íntegro, y con amor, el misterio de nuestro
Salvador Jesucristo.
p. Javier Sánchez Martínez
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