SANTO TORIBIO DE MOGROVEJO
Patrono del episcopado
latinoamericano
"Evite el pastor la
tentación de desear ser amado por los fieles antes que por Dios,
o de ser demasiado débil
por temor a perder el afecto de los hombres;
no sea que se exponga a la reprensión divina:
¡Hay de aquellos que aplican almohadillas a todos los codos! (Ez
13,8).
El pastor debe tratar de hacerse amar, pero con la finalidad de
hacerse escuchar,
no de buscar este afecto para utilidad propia".
San Gregorio Magno, Papa,
Padre y Doctor de la
Iglesia (siglo VI)
LA VIDA EJEMPLAR DE UN OBISPO
Uno de los regalos más valioso que España envió
a América
Los
datos biográficos de quien fuera segundo Arzobispo de Lima, Perú -personaje excepcional en la historia
sudamericana- producen asombro y
maravilla.
Los historiadores dicen que Santo Toribio fue uno de los regalos más valiosos que España le envió a América.
Las gentes lo llamaban un nuevo San Ambrosio, y el Papa Benedicto XIV dijo de
él que era sumamente parecido en su gobierno pastoral a San Carlos Borromeo, el
famoso Arzobispo de Milán.
Toribio, cuando joven laico graduado en derecho, fue nombrado
Presidente del Tribunal de Granada (España) y el emperador Felipe II -al
conocer sus grandes cualidades- le propuso al Sumo Pontífice Gregorio XIII para
que lo nombrara Arzobispo de Lima. Roma asintió y envió el nombramiento, pero
Toribio tenía mucho temor a ello. Después de tres meses de dudas y vacilaciones
aceptó a la edad de 39 años.
El Arzobispo que lo iba a ordenar de sacerdote le propuso darle
todas las órdenes menores en un solo día, pero él prefirió que le fueran
confiriendo una orden cada semana, para así irse preparando debidamente a
recibirlas. Fue consagrado obispo en la Catedral de Sevilla.
En 1581 llegó Toribio a Lima como su Arzobispo. Su arquidiócesis
tenía dominio sobre Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Bolivia, Chile y parte
de Argentina. Medía cinco mil kilómetros de longitud, y en ella había toda
clase de climas y altitudes. Abarcaba más de seis millones de kilómetros
cuadrados.
Al llegar a Lima Santo Toribio tenía 42 años y se dedicó con
todas sus energías a lograr el progreso espiritual de sus súbditos. La ciudad
estaba en una grave situación de decadencia espiritual. Los conquistadores
cometían muchos abusos y los sacerdotes no se atrevían a corregirlos. Muchos
para excusarse del mal que estaban haciendo, decían que esa era la costumbre.
El arzobispo les respondió que Cristo es
verdad y no costumbre. Y empezó a atacar fuertemente todos los vicios y
escándalos. A los pecadores públicos los reprendía fuertemente, aunque
estuvieran en altísimos puestos.
Las medidas enérgicas que tomó contra los abusos que se
cometían, le atrajeron muchos persecuciones y atroces calumnias. El callaba y
ofrecía todo por amor a Dios, exclamando, "Al único que es necesario
siempre tener contento es a Nuestro Señor".
Tres veces visitó completamente su inmensa arquidiócesis de
Lima. En la primera vez gastó siete años recorriéndola. En la segunda vez duró
cinco años y en la tercera empleó cuatro años. La mayor parte del recorrido era
a pie. A veces en mula, por caminos casi intransitables, pasando de climas
terriblemente fríos a climas ardientes. Eran viajes para destruir la salud del
más fuerte. Muchísimas noches tuvo que pasar a la intemperie o en ranchos
miserabilísmos, durmiendo en el puro suelo. Los preferidos de sus visitas eran
los indios y los negros, especialmente los más pobres, los más ignorantes y los
enfermos.
Logró la conversión de un enorme número de indios. Cuando iba de
visita pastoral viajaba siempre rezando. Al llegar a cualquier sitio su primera
visita era al templo. Reunía a los indios y les hablaba por horas y horas en el
idioma de ellos que se había preocupado por aprender muy bien. Aunque en la
mayor parte de los sitios que visitaba no había ni siquiera las más elementales
comodidades, en cada pueblo se quedaba varios días instruyendo a los nativos,
bautizando y confirmando.
Celebraba la Misa con gran fervor, y varias veces vieron los
acompañantes que mientras rezaba se le llenaba el rostro de resplandores.
Santo Toribio recorrió unos 40.000 kilómetros visitando y
ayudando a sus fieles. Pasó por caminos jamás transitados, llegando hasta tribus
que nunca habían visto un hombre blanco.
Al final de su vida envió una relación al rey contándole que
había administrado el sacramento de la
confirmación a más de 800.000 personas.
Una vez una tribu muy guerrera salió a su encuentro en son de
batalla, pero al ver al arzobispo tan venerable y tan amable cayeron todos de
rodillas ante él y le atendieron con gran respeto las enseñanzas que les daba.
Santo Toribio se propuso reunir a los sacerdotes y obispos de
América en Sínodos o reuniones generales para dar leyes acerca del
comportamiento que deben tener los católicos. Cada dos años reunía a todo el
clero de la diócesis para un Sínodo y cada siete años a los de las diócesis
vecinas. Y en estas reuniones se daban leyes severas y a diferencia de otras
veces en que se hacían leyes pero no se cumplían, en los Sínodos dirigidos por
Santo Toribio, las leyes se hacían y se cumplían, porque él estaba siempre
vigilante para hacerlas cumplir.
Nuestro santo era un gran trabajador. Desde muy de madrugada ya
estaba levantado y repetía frecuentemente: "Nuestro gran tesoro es el
momento presente. Tenemos que aprovecharlo para ganarnos con él la vida eterna.
El Señor Dios nos tomará estricta cuenta del modo como hemos empleado nuestro
tiempo".
Fundó
el primer Seminario de América. Insistió y obtuvo que los
religiosos aceptaran parroquias en sitios supremamente pobres. Casi duplicó el
número de parroquias o centros de evangelización en su arquidiócesis. Cuando él
llegó había 150 y cuando murió ya existían 250 parroquias en su territorio.
Su generosidad lo llevaba a repartir a los pobres todo lo que
poseía. Un día al regalarle sus camisas a un necesitado le recomendó:
"Váyase rapidito, no sea que llegue mi hermana y no permita que Ud. se
lleve la ropa que tengo para cambiarme".
Cuando llegó una terrible epidemia gastó sus bienes en socorrer
a los enfermos, y él mismo recorrió las calles acompañado de una gran multitud
llevando en sus manos un gran crucifijo y rezándole con los ojos fijos en la
cruz, pidiendo a Dios misericordia y salud para todos.
El 23 de marzo de 1606, un Jueves Santo, murió en una capillita
de los indios, en una lejana región, donde estaba predicando y confirmando a
los indígenas.
Estaba a 440 kilómetros de Lima. Cuando se sintió enfermo
repetía aquellas palabras de San Pablo: "Deseo verme libre de las ataduras
de este cuerpo y quedar en libertad para ir a encontrarme con Jesucristo".
Ya moribundo pidió a los que rodeaban su lecho que entonaran el
salmo que dice: "De gozo se llenó mi corazón cuando escuché una voz:
iremos a la Casa del Señor. Que alegría cuando me dijeron: vamos a la Casa del
Señor".
Las últimas palabras que dijo antes de morir fueron las del
salmo 30: "En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu".
Su cuerpo, cuando fue llevado a Lima, un año después de su
muerte, todavía se hallaba incorrupto, como si estuviera recién muerto.
Después de su muerte se dieron muchos milagros por su
intercesión. Santo Toribio administró el
sacramento de la confirmación a tres grandes santos latinoamericanos: Santa ROSA
DE LIMA, San FRANCISCO SOLANO y San MARTIN DE PORRES.
El Papa Benedicto XIII lo declaró santo en 1726.
Santo Toribio de Mogrovejo, modelo y patrono del episcopado
latinoamericano
Ruega por nosotros
Torre del Castillo de los Mogrovejo en los Pirineos Cantábricos
(Santander) en la actualidad.
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