Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

17 de julio de 2017

SOBRE LA PARÁBOLA DEL SEMBRADOR

LA SEMILLA QUE CAE EN TIERRA FÉRTIL
Un breve y bien escrito texto, que exalta a la semilla que cayó en tierra fértil, y alaba al Señor que transfigura el inerte lodazal en perfumoso trigal
El viaje de la semilla:
del zurrón del Padre que salió a sembrar la tierra a la espiga cosechada que vuelve al Origen.

«El sembrador salió a sembrar.
Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino 
y los pájaros las comieron.
Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, 
y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; 
pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron.
Otras cayeron entre espinas, y estas, al crecer, las ahogaron.
Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: 
unas cien, otras sesenta, otras treinta.
 ¡El que tenga oídos, que escuche!»
(Mt. 13, 3b-9)



Aquella tarde, con todo el Tiberíades azulando la escena, fue especialmente conmovedor escucharlo hablar al Señor de los frutos de la semilla caída en tierra fértil.

La misma melodía del inicio (la “del Sembrador que salió a sembrar” Mt. 13,3) vuelve ahora, sobre el final, para el fraseo de trigales ondulantes.

Y abunda el Maestro en hablarnos de la negrísima tierra callada que se viste del maleable y verboso oro; de un grácil oro gregoriano que oscila al Aliento de Dios, como una lúdica barcarola. 

La increada Semilla, preñada de la Luz divina ha estallado en las honduras del oscuro suelo abierto. Cada Palabra alojada emana el perfume del Logos guardado en el zurrón del Padre. Y canta el Hijo, lleno de asombro y gratitud, loas al Sembrador, que ha transfigurado el inerte lodazal en perfumoso trigal.

Tal es el Poder de la semilla, que esta tierra dorada es un cielo de suelo. Donde cada fruto es igual a la Semilla, donde cada orante deviene palabra, mil palabras, que mecidas al Viento devuelven la Simiente al eterno Zurrón del seno paterno.

Y entendimos aquella tarde qué fuera eso “de arar el cielo y el mar”.

Era el viaje de la Semilla… del célico zurrón a lo más ínfero del surco… ida y vuelta. Y en esa vuelta, la Metamorfosis universal regresándolo todo a la condición primera.

Del Cielo al suelo, y del suelo al Cielo, al Zurrón, llevando consigo las cautivas espigas, devueltas al Origen, en viaje a la Semilla, donde reposa por siempre el trigal.

Monasterio del Cristo Orante, Mendoza, Argentina.








No hay comentarios:

Publicar un comentario