SAN IGNACIO DE LOYOLA
De sus escritos, una frase y su explicación sucinta:
LA TRIBULACIÓN Y LA CONSOLACIÓN
Llamo CONSOLACIÓN –dice San Ignacio– cuando en el
alma se causa alguna moción interior, con la cual viene a inflamarse en amor de
su Criador y Señor y, consecuentemente cuando a ninguna cosa
material sobre la faz de la tierra puede amar en sí, sino en el Criador
de todas. Llamo consolación a todo aumento de esperanza, fe y caridad y a toda
alegría interna que llama y atrae a las cosas celestiales y a la propia
salud del alma, serenándola y pacificándola en su Criador y Señor.
O sea, que el alma consolada es la que arde en
amor a Dios y todo lo ama en Dios, y refiere a Dios todo cuanto hace. Lo cual
-asegura el santo- genera gran quietud y paz.
DESOLACIÒN o TRIBULACIÒN es lo opuesto:
Llamo desolación a todo el contrario; es la
oscuridad del alma, la turbación en ella, la tensión hacia las cosas bajas
y terrenas, la inquietud de agitaciones y tentaciones, moviendo a
infidencia, sin esperanza, sin amor, hallándose toda perezosa, tibia, triste y
como separada de su Criador.
Los pensamientos que salen de la consolación son
contrarios a los pensamientos que salen de la desolación.
Y dice: si ardiste en amor divino y ya no te
abrasas en él, no tomes ahora decisiones y recuerda cómo te sentías cuando estabas
consolado en Dios:
Por ello: “EN TIEMPOS DE DESOLACIÓN NUNCA HACER
MUDANZA, sino estar firme y constante en los propósitos y determinación
en que estaba el día antecedente a la tal desolación”.
Y SU LEMA:
“¡AD MAIOREM DEI GLORIAM!”
(“¡TODO A
LA MAYOR GLORIA DE DIOS”)
La oración colecta de la Misa del día de hoy lo
expresa magníficamente:
Dios nuestro,
Que para difundir la mayor la gloria de tu nombre
suscitaste en tu Iglesia a san Ignacio de Loyola,
concédenos que, después de las luchas de esta vida,
con su protección y siguiendo su ejemplo,
merezcamos compartir su triunfo en el cielo.
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