Copio un breve e
interesante artículo del periodista español Juan Manuel de Prada, donde hace un
diagnóstico de la sociedad española actual (que bien cabe también para nuestra
Argentina) que vive al margen –e incluso enfrentando- los valores cristianos.
Se refiere a una
situación eclesial muy difundida y que está a la vista, que obnubila la verdadera
misión de la Iglesia. Es un "revival" de los años setenta, (planteado
ahora en términos de una falsa tolerancia y un esquema "políticamente
correcto") cuyos ejes temáticos son la ofuscación del orden sobrenatural y
del don de la gracia divina.
Su resultante es un
devastador languidecimiento del espíritu apostólico y una descomposición del
entramado cristiano de la vida social:
HALAGAR AL MUNDO
Por Juan Manuel de Prada
Aunque
el antagonismo de la Iglesia con el mundo es invariable, a lo largo de la
Historia han variado mucho sus modalidades: la Iglesia proclama la pobreza
cuando el mundo se postra ante la riqueza, la mortificación cuando el mundo se
entrega a la concupiscencia, la razón cuando el mundo se entrega al
sentimentalismo, la fe cuando el mundo se rinde al racionalismo cientificista,
etcétera.
El
halago al mundo se produce cuando la Iglesia se allana a la mentalidad del
mundo, cuando la religión del Dios hecho hombre se pliega ante la nueva
religión del hombre hecho Dios. Ya no se trata de reconocer la justa autonomía
de las realidades seculares -que la Iglesia siempre había reconocido- sino de
aceptar la total y radical independencia de tales realidades, que con
frecuencia se configuran no solo al margen de la religión, sino incluso enfrentadas
a ella.
Así
se ha producido un paulatino desenganche de la sociedad en sus formas de
organización política y en sus expresiones culturales de la visión cristiana,
hasta el extremo de que los propios creyentes e incluso los religiosos,
empujados por un espíritu camaleónico de asimilación al mundo, han adoptado
como propias actitudes que excluyen la intervención de lo sobrenatural.
Todos
estos procesos habían sido combatidos por la Iglesia durante siglos. Pero tras
la Segunda Guerra Mundial, y muy especialmente desde los años sesenta, la
Iglesia entraría en un proceso que Pablo VI denominó “autodemolición”, que
aceleraría el declive religioso en las sociedades occidentales.
Tal
declive, aunque retardado, golpearía crudamente a nuestra sociedad, donde ya el
treinta por ciento de los españoles se declara abiertamente ateo, y donde la
práctica religiosa ha decrecido hasta hacerse minoritaria, a la vez que la
doctrina católica en cuestiones de moral pública y privada es cada vez menos
escuchada; e incluso tergiversada y oscurecida desde altas instancias, en un
esfuerzo por acomodarse al mundo, o siquiera de no “molestarlo”.
Entretanto,
la acción caritativa se dedica a remediar las consecuencias del pecado, y no a
combatir el pecado mismo. Y la liturgia ha sido sometida a un proceso paulatino
de desacralización.
Pablo
VI se preguntaba en cierta ocasión: “¿Es así como debe entenderse el significado de la
palabra magistral de Jesús, que nos quiere ‘en el mundo’, pero no ‘del mundo’?
¿No ha llamado y escogido Él a sus discípulos, a aquellos que debían extender y
continuar el anuncio del reino de Dios, distinguiéndoles, más aún, separándolos
del modo común de vivir, y pidiéndoles que lo dejaran todo para seguirle
solamente a Él?”.
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