Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

8 de octubre de 2017

ELOGIO DE LA REPETICIÓN

HACERSE COMO NIÑOS

Una reflexión interesante acerca de la importancia de la repetición en la vida del hombre, desde su infancia, que ayuda a su formación moral, social y religiosa. Citando a tres grandes autores: CHESTERTON, GUARDINI y KIERKEGAARD. Porque la búsqueda de la novedad hasta el paroxismo sólo genera angustia y ansiedad. Y la vida de oración pide, muchas veces, la repetición sosegada y confiada.






E C L E S I A S T E S

«Hay un pecado; decir que es gris una hoja verde
y se estremece el sol ante el ultraje;
una blasfemia existe: el implorar la muerte;
pues sólo Dios conoce lo que la muerte vale;
y un credo: no se olvidan de crecer las manzanas
en los manzanos, nunca, pase lo que nos pase;
hay una cosa necesaria; todo;
el resto es vanidad de vanidades»

G. K. Chesterton


Hay gente que asocia de forma automática la repetición al aburrimiento, a la pobreza, a la vaciedad, a la nada. Los tiempos que vivimos abonan estas tesis con sus cambios bruscos y veloces, con su fugacidad, con esa impregnación caduca que se asocia a todas las cosas, con esa necesidad de novedad que genera angustia, ansiedad y neurosis.

Hay que volver de nuevo la mirada a los niños. No es solo un consejo; es un mandato de Nuestros Señor. Y lo olvidamos siempre…

Y los niños adoran la repetición, la necesitan.

CHESTERTON nos dice que los niños no se cansan de la repetición «cuando descubren un juego o una broma que les proporciona especial alegría. Un niño se golpea rítmicamente los talones, a causa de un desborde y no de una carencia de vida. Porque los niños rebosan vitalidad por ser en espíritu libres y altivos; de ahí que quieran las cosas repetidas y sin cambios. Siempre dicen “hazlo otra vez”; y el grande vuelve a hacerlo aproximadamente hasta que se siente morir. Porque la gente grande no es suficientemente fuerte para regocijarse en la monotonía».

Los niños están mucho más cerca de Dios que nosotros, y la repetición también.

Confirmando esta idea, vuelve CHESTERTON a decirnos al respecto de la repetición y la monotonía que «tal vez Dios sea bastante fuerte para regocijarse en ella. Es posible que Dios diga al sol cada mañana: “hazlo otra vez”, y cada noche diga a la luna: “hazlo otra vez”. Puede que todas las margaritas sean iguales, no por una necesidad automática; puede que Dios haga separadamente cada margarita y que nunca se haya cansado de hacerlas iguales. Puede que Él, tenga el eterno instinto de la infancia; porque pecamos y envejecimos, y nuestro Padre es más joven que nosotros.»

GUARDINI, por su parte, siguiendo esta línea de pensamiento, relaciona la repetición con la oración, con la comunicación con Dios.

«Las frases de las oraciones pierden, con la repetición, el carácter significativo que les es propio. Su primer significado queda como en suspenso y deja expresar a su través un nuevo contenido. Cada palabra se convierte en una palabra de segundo grado –por así decir-, cuyo contenido viene dado por cada uno de los “misterios” contemplados», dice. Y refiriéndose al Rosario, paradigma de la oración repetitiva, dice que la repetición de sus palabras con «paciencia amorosa» «abren el ámbito sacro de la Revelación, en el cual el Dios vivo se convirtió en nuestra verdad»  y que «Lo que llena de sentido el Rosario es un proceso incesante de simpatía santa».

Recuerdo también el impresionante comienzo de esa magnífica película rusa que es «La Isla» y el reiterativo breve rezo del monje atormentado.

KIERKEGAARD, que estudió y mucho esto de la repetición y que igualmente vio su carácter trascendente, dijo al respecto que «El mundo, desde luego, jamás habría empezado a existir si el Dios del cielo no hubiera deseado la repetición… por eso hay mundo y subsiste gracias a que es cabalmente una repetición. La repetición es la realidad y la seriedad de la existencia. El que quiere la repetición ha madurado en la seriedad». Él decía que la repetición no es un movimiento de la naturaleza o de las ideas abstractas, sino de la interioridad para recuperar la inocencia pérdida; que no es en sí́ la redención pero sí la posibilidad de ella, porque, a partir de ese momento se está́ en situación de volver a creer de nuevo; es decir, de recuperar la propia inocencia.

Volvemos a los niños. Siempre volvemos a ellos...

(del blog “De libros, padres e hijos”)




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