Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

19 de octubre de 2014

LAS TRES EDADES DE LA IGLESIA


De un escrito del cardenal Newman

 La “prudencia  religiosa”  sí,  pero con la una sólida  espiritualidad  y serio conocimiento  teológico y filosófico.


            En el comienzo de The mission of St. Benedict, el beato cardenal Newman, siguiendo probablemente una indicación tomada de Auguste Compte, considera evolutivamente las apariciones de san Benito, santo Domingo y san Ignacio de Loyola como tres etapas de la vida de la Iglesia: "Digamos que san Benito recibió la formación intelectual antigua, santo Domingo la medieval y san Ignacio la moderna..." Paso entonces a contraponer entre sí a estos grandes maestros del pensamiento cristiano.
          A san Benito entonces, a este gran santo dejadme asignarle, como marca distintiva, el elemento de la "poesía", a santo Domingo el elemento de la "ciencia", y a san Ignacio el "práctico".
              Estas características, que pertenecen respectivamente a las escuelas de los tres grandes maestros, brotan de las circunstancias en las que ellos asumieron sus respectivas obras.
1)      Benito, a quien es confiada su misión cuando era casi un muchacho, le infundió la simplicidad romántica de la juventud.

2)    Domingo, un hombre de cuarenta y cinco años laureado en teología, cura y canónico, llevó a la religión la madurez y la plenitud que había adquirido en las escuelas.

3)      Ignacio, hombre de mundo antes de la conversión, dejó en herencia a sus discípulos aquel conocimiento de la humanidad que no puede ser adquirido en los claustros. Y así los tres distintos órdenes dieron nacimiento, por decirlo así, a la poesía, a la ciencia y al sentido práctico».

            
                 Newman, que dedica todo el ensayo a explicar qué deba entenderse por la "poesía" de los monjes benedictinos (la oración, la liturgia y una vida ordenada y, en este sentido, poética), y qué individualiza en la metafísica (la "ciencia" medieval de los hijos de santo Domingo), y se detiene en el carácter específico del "sentido práctico" de los jesuitas, definiéndolo como "prudencia":
            «La palma de la prudencia religiosa, en el sentido completo que esta palabra tiene en Aristóteles, corresponde a la casa religiosa de la que san Ignacio es fundador. Aquella gran orden es la clásica fuente..., la escuela, el modelo de discernimiento, de sentido práctico, de gobierno sabio. Concepciones más sublimes o más profundas especulaciones pueden haber sido creadas o elaboradas en otros lugares; pero, sea que consideremos a la ilustre Compañía en su constitución, o bien en las reglas de instrucción o de dirección, vemos que su peculiaridad consiste en el preferir esta excelentísima prudencia a cualquier otro don, y en preocuparse poco de la poesía y de la ciencia, a no ser que le resulten útiles».
            El positivismo de una visión en la que poesía, ciencia y prudencia se suceden como expresiones de tres distintas épocas -antigua, media y moderna- es corregido pronto por Newman, que, recurriendo al concepto mismo de Tradición, observa oportunamente:
           «Es cierto que la historia, a través de estos tres santos, en cierta manera,
 se presenta según la línea predicada por la teoría que cité; 
de la poesía pasa, 
a través de la ciencia, 
al sentido práctico, es decir, a la prudencia; 
sin embargo y al mismo tiempo, se debe retener mentalmente aquella importante cláusula condicional 
que la Iglesia nunca dejó perder cuando acometió algún cambio. 

Nunca ha añorado el pasado, ni lo ha odiado nunca. 
En vez de pasar de un estadio de la vida a otro, 
ha llevado consigo hasta su período reciente la propia juventud y la propia media edad. 

Nunca mudó las propiedades que le son propias, 
sino que las acumuló, y de su arcón extrajo cosas nuevas y antiguas, según la ocasión.
            No perdió a Benito al encontrar a Domingo, 
y tiene todavía consigo a Benito y a Domingo, 
aunque se haya hecho la madre de Ignacio.
 Imaginación, ciencia, prudencia, son todas buenas, 
y ella todas las posee. 

Aspectos incompatibles por naturaleza, coexisten en ella; 
su prosa es por un lado poética, por el otro, filosófica».
           
        Si la Iglesia, en cualquier momento de la historia entran en tensión o colisión la inteligencia de las imágenes litúrgicas, con la definición filosófica y teológica y el sentido práctico, resultaría todo ello imperfecto y apócrifo.



A san Benito entonces, a este gran santo dejadme asignarle, como marca distintiva, el elemento de la "poesía", a santo Domingo el elemento de la "ciencia", y a san Ignacio el "práctico".

Estas características, que pertenecen respectivamente a las escuelas de los tres grandes maestros, brotan de las circunstancias en las que ellos asumieron sus respectivas obras.

Benito, a quien es confiada su misión cuando era casi un muchacho, le infundió la simplicidad romántica de la juventud.

Domingo, un hombre de cuarenta y cinco años laureado en teología, cura y canónico, llevó a la religión la madurez y la plenitud que había adquirido en las escuelas.

Ignacio, hombre de mundo antes de la conversión, dejó en herencia a sus discípulos aquel conocimiento de la humanidad que no puede ser adquirido en los claustros. Y así los tres distintos órdenes dieron nacimiento, por decirlo así, a la poesía, a la ciencia y al sentido práctico».

Newman, que dedica todo el ensayo a explicar qué deba entenderse por la "poesía" de los monjes benedictinos (la oración, la liturgia y una vida ordenada y, en este sentido, poética), y que individualiza en la metafísica la "ciencia" medieval de los hijos de santo Domingo, se detiene en el carácter específico del "sentido práctico" de los jesuitas, definiéndolo como "prudencia":

«La palma de la prudencia religiosa, en el sentido completo que esta palabra tiene en Aristóteles, corresponde a la casa religiosa de la que san Ignacio es fundador. Aquella gran orden es la clásica fuente..., la escuela, el modelo de discernimiento, de sentido práctico, de gobierno sabio. Concepciones más sublimes o más profundas especulaciones pueden haber sido creadas o elaboradas en otros lugares; pero, sea que consideremos a la ilustre Compañía en su constitución, o bien en las reglas de instrucción o de dirección, vemos que su peculiaridad consiste en el preferir esta excelentísima prudencia a cualquier otro don, y en preocuparse poco de la poesía y de la ciencia, a no ser que le resulten útiles».

El positivismo de una visión en la que poesía, ciencia y prudencia se suceden como expresiones de tres distintas épocas -antigua, media y moderna- es corregido pronto por Newman, que, recurriendo al concepto mismo de Tradición, observa oportunamente:

«Es cierto que la historia, a través de estos tres santos, en cierta manera se presenta según la línea predicada por la teoría que cité; de la poesía pasa, a través de la ciencia, al sentido práctico, es decir, a la prudencia; sin embargo y al mismo tiempo, se debe retener mentalmente aquella importante cláusula condicional que la Iglesia nunca dejó perder cuando acometió algún cambio. Nunca ha añorado el pasado, ni lo ha odiado nunca. En vez de pasar de un estadio de la vida a otro, ha llevado consigo hasta su período reciente la propia juventud y la propia media edad. Nunca mudó las propiedades que le son propias, sino que las acumuló, y de su arcón extrajo cosas nuevas y antiguas, según la ocasión.

No perdió a Benito al encontrar a Domingo, y tiene todavía consigo a Benito y a Domingo, aunque se haya hecho la madre de Ignacio. Imaginación, ciencia, prudencia, son todas buenas, y ella todas las posee. Aspectos incompatibles por naturaleza, coexisten en ella; su prosa es por un lado poética, por el otro, filosófica».

Se quiere aquí decir que en la Iglesia cualquier momento -inteligencia de las imágenes litúrgicas, definición filosófica y teológica y sentido práctico- entra con los otros en una tal tensión que, sin los otros, resultaría imperfecto y apócrifo.

El sentido práctico", sí. Pero con la "poesía" y con la "ciencia"…


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