Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

17 de septiembre de 2015

CERCANOS AL COMIENZO DEL AÑO JUBILAR DE LA MISERICORDIA

DE LA CARTA PASTORAL 
"PORQUE ES ETERNA SU MISERICORDIA"

Del Obispo de Alcalá de Henares, Madrid, España, Monseñor REIG PLA 
(Agosto 2015)



Transmitir la fe en todos los ámbitos
Sin darse cuenta los pueblos se están quedando sin alma. Este fenómeno explica el fracaso de la Catequesis en estos últimos años, la ausencia de los jóvenes y la falta de vocaciones a la vida consagrada y al sacerdocio.
En este Año de la Misericordia, además de profundizar en los salmos y parábolas de la misericordia como nos indican las directrices del Jubileo, habría que profundizar en el Sacramento de la Penitencia y en el perdón.
El cuidado de los seminarios y la promoción de las vocaciones
Donde más se han sentido las consecuencias de la secularización ha sido en la falta de vocaciones a la vida consagrada y al sacerdocio.
... las vocaciones deben ser suscitadas, oradas y cuidadas. Esta tarea pertenece a las familias y a toda la comunidad cristiana.
La misericordia y sus falsificaciones
Lo primero que os sugiero es leer la Bula de Convocación del Papa Francisco MISERICORDIAE VULTUS
El peligro en una sociedad emotivista como la nuestra es quedarnos en el nivel de la compasión, entendida sentimental o emotivamente, y olvidar remediar auténticamente la miseria con todos los medios posibles, incluida la gracia de Dios que todo lo puede.
... se confunde la benevolencia, que es querer directamente el bien, con la tolerancia que es simplemente la ausencia de intervención ante el mal. Intervenir con benevolencia no significa “juzgar al prójimo”. Ya nos lo advirtió el Señor. “No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados. Perdonad y seréis perdonados” (Lc 6, 37). El no juzgar, el no condenar o perdonar no significa el dejar de reconocer el mal e intentar socorrerlo. Una cosa es, por tanto, no juzgar al pecador y otra aborrecer el pecado e intentar socorrer el mal. De lo que se trata con la misericordia es de vencer el mal con el bien, como nos recuerda San Pablo (Rm 12, 21).
Lo propio de la misericordia es curar el mal, por eso se necesita una relación con el prójimo desde la verdad. Es necesario reconocer las heridas, nombrarlas en su verdad y tratar de curarlas.
Querer compatibilizar la misericordia con la resistencia en el pecado, o con la tolerancia del pecado, es hacer de la misericordia la puerta que se abre para que entre por ella el relativismo en la Iglesia. La misericordia no crea leyes contrarias a la justicia sino que regenera lo que la justicia, por sí sola, no está en condiciones de lograr.
El modo para no perderse en estos vericuetos es observar y meditar las acciones de Cristo, icono de la misericordia, con los enfermos, con los pobres y los pecadores. Al mismo tiempo que les anuncia la verdad, que es Él mismo, les remedia los males, los cura y les perdona los pecados advirtiéndoles que no pequen más.
El Sacramento del Perdón
Si en algo han insistido los últimos sucesores de Pedro ha sido en la necesidad de recuperar el Sacramento de la penitencia y la práctica de confesar los pecados.
¿Cuál es el problema de este sacramento? ¿Por qué las personas han dejado de ir a confesar? ¿Por qué los mismos sacerdotes han mostrado menos disponibilidad para la confesión? La razón hay que buscarla en la crisis de fe, en la decadencia del espíritu y la pérdida de la conciencia de pecado que ha provocado la secularización y sus consecuencias.
Encender la lámpara de la fe es la única posibilidad de empezar a descubrir las heridas del pecado, reconocer las enfermedades del espíritu. La peor enfermedad del espíritu es el pecado que, aunque no seamos conscientes de él nos destruye igualmente y puede provocar la muerte espiritual.
Lo que ha ocurrido con la secularización y sus consecuencias es muy curioso. No es que seamos más pecadores o menos que las anteriores generaciones. No. Somos igualmente pecadores. El problema es que hemos caído en la peor de las enfermedades que es no reconocer los síntomas de la enfermedad.
Lo que ocurre en nuestra generación es peor. No sólo –por falta de luz, por falta de fe– hemos dejado de ver las sombras de nuestra vida o reconocer las heridas del pecado, sino que hemos sufrido la peor de las mutaciones. Hemos aprendido a llamar bien al mal y mal al bien. Esta es la crisis espiritual más seria: llamar a la enfermedad salud y dejar que la enfermedad nos lleve a la muerte del espíritu.
Salir de esta enfermedad epocal, de esta crisis profunda del espíritu, requiere una operación traumática. Se trata nada menos que de un trasplante de corazón y mente. En griego esta operación se llama metanoia, en español la traducimos por conversión.
El trabajo que nos espera, pues, en este Jubileo de la misericordia es apasionante.
Conclusión.
El camino es Jesucristo, la luz la fe. El objetivo pastoral del curso: la conversión pastoral y la evangelización para gestar nuevos cristianos y nuevas comunidades cristianas. La única manera de frenar las crecidas del desierto de este mundo es ir creando, con la gracia de Dios, nuevos oasis cada vez más amplios y mejor dotados. Como en tiempos de San Benito es necesario no anteponer nada a Cristo.

(La Carta Pastoral “Porque es eterna su misericordia” completa está en el enlace:





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