Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

18 de septiembre de 2015

LA CARIDAD DE CRISTO NOS APREMIA (2 COR, 4, 14)

No basta servir a los pobres para vivir la fe cristiana



“Quaerite primum regnum Dei” (Lc. 12, 32)
“Buscad primero el Reino de Dios”

Algunos textos 
(de la Sagrada Escritura y del Magisterio de la Iglesia) 
que nos enseñan que la caridad debe arraigarse 
en el deseo de la salvación de las almas, 
de lo contrario pasa a ser sólo filantropía.

Las tres virtudes teologales: Fe, Caridad y Esperanza.


  • No será recompensado aquel que da limosna para ser honrado
         “Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tenéis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa”. (Mt 6, 1-2)



  • La pureza de intención es requisito para practicar la verdadera caridad
         “Para que este ejercicio de la caridad sea verdaderamente extraordinario y aparezca como tal, es necesario que se vea en el prójimo la imagen de Dios según la cual ha sido creado, y a Cristo Señor a quien en realidad se ofrece lo que se da al necesitado; se considere con la máxima delicadeza la libertad y dignidad de la persona que recibe el auxilio; que no se manche la pureza de intención con ningún interés de la propia utilidad o por el deseo de dominar; se satisfaga ante todo a las exigencias de la justicia, y no se brinde como ofrenda de caridad lo que ya se debe por título de justicia; se quiten las causas de los males, no sólo los defectos, y se ordene el auxilio de forma que quienes lo reciben se vayan liberando poco a poco de la dependencia externa y se vayan bastando por sí mismos”. (Concilio Vaticano II. Decreto Apostolicam actuositatem, 18 de noviembre de 1965)



  • Cuidado con la caridad que no procura la salvación de la almas
                   “Por otra parte, la formación espiritual y la vida interior que fomentéis en estos vuestros colaboradores les pondrán en guardia contra los peligros y posibles extravíos. Teniendo presente el fin último de la Acción Católica que es la santificación de las almas, según el precepto evangélico: Quaerite primum regnum Dei (Lc 12, 32) no se correrá el peligro de satisfacer los principios a fines inmediatos o secundarios y no se olvidara jamás que a ese fin último se deben subordinar las obras sociales y económicas y las iniciativas de caridad. (Pío XI. Encíclica Firmissiman constantiam, n. 14, 28 de marzo de 1937)



  • Debemos arder en caridad para con nuestros hermanos cegados por el error
         “No hay necesidad más urgente, venerables hermanos, que la de dar a conocer las inconmensurables riquezas de Cristo (Ef 3, 8) a los hombres de nuestra época. No hay empresa más noble que la de levantar y desplegar al viento las banderas de nuestro Rey ante aquellos que han seguido banderas falaces y la de reconquistar para la cruz victoriosa a los que de ella, por desgracia, se han separado. ¿Quién, a la vista de una tan gran multitud de hermanos y hermanas que, cegados por el error, enredados por las pasiones, desviados por los prejuicios, se han alejado de la verdadera fe en Dios y del salvador mensaje de Jesucristo; quién, decimos, no arderá en caridad y dejará de prestar gustosamente su ayuda?” (Pío XII. Encíclica Summi pontificatus, n. 5, 20 de octubre de 1939)



  • Los enemigos de la Iglesia alegan constantemente su amor hacia los más humildes
         “Con estas mentidas apariencias y arte constante de fingimiento, procuran los masones con todo empeño, como en otro tiempo los maniqueos, ocultarse y no tener otros testigos que los suyos. Celebran reuniones muy ocultas, simulando sociedades eruditas de literatos y sabios, hablan continuamente de su entusiasmo por la civilización, y de su amor hacia los más humildes: dicen que su único deseo es mejorar la condición de los pueblos y comunicar a cuantos más puedan las ventajas de la sociedad civil”. (León XIII. Encíclica Humanum genus, n. 9, 20 de abril de1884)


  • Los pastores corren el riesgo de ser desviados hacia empresas tan ruinosas como la miseria que ellas mismas combaten
         “El celo y la compasión que deben estar presentes en el corazón de todos los pastores corren el riesgo de ser desviados y proyectados hacia empresas tan ruinosas para el hombre y su dignidad como la miseria que se combate, si no se presta suficiente atención a ciertas tentaciones.

         El angustioso sentimiento de la urgencia de los problemas no debe hacer perder de vista lo esencial, ni hacer olvidar la respuesta de Jesús al Tentador (Mt 4, 4): “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Dt 8, 3). Así, ante la urgencia de compartir el pan, algunos se ven tentados a poner entre paréntesis y a dejar para el mañana la evangelización: en primer lugar el pan, la Palabra para más tarde. Es un error mortal el separar ambas cosas hasta oponerlas entre sí. Por otra parte, el sentido cristiano sugiere espontáneamente lo mucho que hay que hacer en uno y otro sentido.
         Para otros, parece que la lucha necesaria por la justicia y la libertad humanas, entendidas en su sentido económico y político, constituye lo esencial y el todo de la salvación. Para éstos, el Evangelio se reduce a un evangelio puramente terrestre”. (Congregación para la Doctrina de la Fe. Instrucción sobre algunos aspectos de la Teología de la Liberación, VI, n. 2-4, 6 de agosto de 1984)



  • De la envidia resulta una caridad hipócrita
         “¿No ves tú qué gran mal es la hipocresía? Pues también es fruto de la envidia. Porque la doble cara del carácter, nace en los hombres, principalmente de la envidia, puesto que teniendo el odio escondido dentro del corazón, muestran exteriormente una falsa capa de caridad. Son semejantes a los escollos del mar, que cubiertos con poca agua son un mal imprevisto para los incautos navegantes”. (San Basilio Magno. Descripción de la envidia)


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