FÁTIMA:
NUESTRA SEÑORA DE LA PAZ Y DE LA
MISERICORDIA
Carta del Obispo de Córdoba, España, en el centenario del acontecimiento mariano de Fátima
“El 13 de mayo la Virgen María
bajó de los cielos a Cova de Iria,
Ave, ave María”
Así cantamos en Fátima o en
torno a su imagen en tantas ocasiones. Sucedió en el año 1917, en plena guerra
mundial. María se presentó a tres niños pastores como Señora de la Paz,
pidiendo a los niños que se unieran a su oración para alcanzar la paz del mundo
y la conversión de los pecadores. Los pastorcitos se unieron a la oración con
el rezo del santo Rosario y con sacrificios que ofrecían por estas intenciones
que les había propuesto la Señora. Un año antes, el Ángel de Portugal, fue
preparándolos mediante actos de adoración y veneración de la Eucaristía.
Fueron incomprendidos, sufrieron persecución, ellos se
mantuvieron firmes apoyados por la Señora, que venía a consolarlos el 13 de
cada mes, de mayo a octubre. En octubre hubo una señal grande en el cielo, el
milagro del sol, ante una muchedumbre inmensa. La Virgen les prometió que
pronto se los llevaría al cielo. Los dos pequeños murieron enseguida:
Francisco, antes de cumplir los 11 años, dos años después de las apariciones,
se fue al cielo el 4 de abril de 1919. Y su hermana Jacinta, dos años más pequeña
que Francisco, se fue al cielo antes de cumplir los 10 años, el 20 de febrero
de 1920. Quedó Lucía, la mayor de los tres, para contarle al mundo los
“secretos” que la Señora les confió. Consagrada al Inmaculado Corazón de María
en la clausura monástica, murió el 13 de febrero de 2005 con casi 98 años.
El Papa Juan Pablo II beatificó a Francisco y Jacinta el 13 de
mayo de 2000, en Fátima. Ahora, el Papa Francisco los proclamará santos también
en Fátima, el 13 de mayo de 2017, en el centenario de las apariciones. Acerca
de Lucía, el proceso de canonización sigue su curso.
“Fátima es sin duda la más profética de las apariciones
modernas”, declaraba el Vaticano en el año 2000. Con estas apariciones, María
ha acompañado a la Iglesia a lo largo de todo el siglo XX, el siglo de los
mártires. Y la Virgen de Fátima tendió su mano protectora sobre el Papa Juan
Pablo II el 13 de mayo d 1981, librándolo de la muerte en el atentado contra su
persona en la plaza de san Pedro en el Vaticano. En 1989 caía el muro de Berlín
(construido en 1961), el telón de acero, el muro dela vergüenza. La Virgen de
Fátima y Juan Pablo II han tenido mucho que ver en la caída de ese muro, que ha
sido precedida de muchos sufrimientos y acompañada por muchos rosarios.
Hoy, la Virgen de Fátima continúa transmitiéndonos su mensaje: oración y penitencia.
Por los pecadores, por la paz del mundo, por todos aquellos que son perseguidos
por causa de su fe para que sean sostenidos en su combate. Hoy sigue siendo
actual el mensaje de Fátima, porque María continúa acompañando al Pueblo de
Dios peregrinante en esta hora crucial de la historia y continúa abriendo
caminos de esperanza allí donde parece que todo horizonte se cierra. María es
nuestra esperanza, porque es Madre de misericordia, y todo aquel que
experimenta esa maternidad de María, se siente seguro y se siente salvado.
El acontecimiento de Fátima llama poderosamente la atención por
su sencillez, propia del estilo de Dios y no de los hombres. En un lugar lejano
al escenario de los acontecimientos principales del momento, a unos niños
inocentes e ignorantes de tantas cosas que sucedían en su época, Dios se
comunica a través de su Madre santísima para transmitir al mundo un mensaje de
esperanza. Dios elige lo pequeño, lo que no cuenta para confundir a los
poderosos de este mundo. El acontecimiento de Fátima nos descubre una vez más
que es la oración y la intercesión la que puede cambiar el mundo, acompañada
del sacrificio voluntario realizado por amor y unido a la Cruz redentora de
Cristo, que ha salvado al mundo.
Nuestra diócesis de Córdoba ha recibido la visita de la imagen
de la Virgen de Fátima en todas las parroquias para celebrar el centenario, y
es asombroso constatar cómo un medio tan sencillo suscita tanta devoción,
tantas conversiones, tanto acercamiento a Dios. Ella, María, nos dice
claramente que sigamos confiando en su Inmaculado Corazón, donde Lucía ha
encontrado consuelo durante toda su vida. “Al final, mi Inmaculado Corazón
triunfará”, les dijo a los niños pastores.
Virgen del Rosario de Fátima, ruega
por nosotros.
Recibid mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba
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