¿Debe replantearse la vida sacerdotal y adaptarse al mundo de
hoy?
Una reflexión del eminente teólogo dominico Reginald Garrigou Lagrange sobre un tema que, si bien está dirigido a los sacerdotes, bien cabe para todo cristiano. Y especialmente a los miembros de la Acción Católica, que tienen como uno de los cuatro pilares de su mística al sacrificio.
“Son
muchos hoy los que, viendo la esterilidad apostólica aparente, se preguntan: ¿Es preciso repensar
de nuevo qué deben ser la vida sacerdotal y la vida religiosa para adaptarse a
las exigencias del mundo moderno?
Queriendo repensar qué debe ser
la vida religiosa, han afirmado que ‘es preciso disminuir su austeridad,
inconciliable con las exigencias de hoy; ha de disminuirse el tiempo consagrado
a la oración, para poder entregarse de lleno a las obras externas’.
Otros, que han meditado qué debe
ser la vida sacerdotal según la concepción moderna, se expresan así: ‘Acaso
sea más conveniente que el sacerdote no use ya un vestido distinto, ni la
tonsura, signo externo de su vida sacerdotal; ni siquiera la recitación del
breviario. Acaso, no convenga hoy el celibato’, y otras cosas por el
estilo.
Ciertamente
los protestantes dijeron esto mismo, y Lutero, al separarse de la Iglesia,
renunció inmediatamente a los tres votos religiosos.
Por
el contrario, lo que se ha de afirmar es que ‘la esterilidad del apostolado
nace de que muchos sacerdotes y religiosos no tienen una fe sobrenatural
suficientemente intensa, viva, penetrante e irradiadora. No pueden, en
consecuencia, comunicarla al pueblo cristiano, agitado por tan gravísimos
errores. La esterilidad proviene de que muchos sacerdotes no tienen una
esperanza bastante firme en el auxilio divino, y caridad ardiente, alma del
apostolado.
¿Por qué falta el celo por la
gloria de Dios y la salvación de las almas? Porque falta espíritu de
sacrificio; porque el sacerdote ignora que debe ser hostia con Cristo, que debe
salvar las almas por los mismos medios que Cristo.
Sólo el espíritu de sacrificio
arranca del alma sacerdotal y religiosa todo el desorden, haciendo que en ella
prevalezca la caridad, de la que nacen la paz y el gozo. Si se quita toda
mortificación desaparece con ella el gozo, si se apega a lo sensible, se vuelve
incapaz de elevarse hasta Dios.
Fuera,
pues, los intensos de repensar cuál debe ser la esencia de la vida religiosa y
sacerdotal; es el mismo intento de los modernistas queriendo descubrir de nuevo
qué es un dogma.
Lo
que se ha de hacer es meditar, no histórica ni especulativamente, sino práctica
y vitalmente, que hicieron e intentaron los verdaderos santos, sean fundadores
de órdenes o pertenecientes simplemente al clero diocesano.
Ver qué es lo que han pensado
en todos los tiempos la Iglesia y los Romanos Pontífices sobre la vida
sacerdotal y religiosa. Puede consultarse el Enquiridión pro Cleris Educandis.
Así se verán las innovaciones que han de hacerse, pero siempre con espíritu de
fe, de confianza en Dios, de verdadera caridad.
En especial, San Pío X ha
hablado del espíritu de sacrificio en las Exhortaciones al clero católico.
Decía: No desempeñamos el ministerio sacerdotal en nuestro nombre, sino en
nombre de Cristo. Así, pues, júzguenos el hombre, ha dicho el apóstol, como
ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios. Somos
legados de Cristo. Por eso Cristo nos cuenta no en el número de los siervos,
sino en el de los amigos: ‘Ya no os llamaré siervos. A vosotros os he llamado
amigos porque todas las cosas que oí al Padre os las he dado a conocer…; os he
elegido y colocado para que vayáis y consigáis mucho fruto.’ Por consiguiente,
hemos de representar la persona de Cristo y desempeñar la legación por Él encomendada…”
R. Garrigou-Lagrange OP,
La unión del sacerdote con Cristo, sacerdote y víctima. Segunda
edición, Patmos, página 110.
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