CRUZAR EL TORRENTE CEDRÓN
Seguir a Jesús en su suplicio ignominioso, para entrar con Él en la gloria.
En los días que recuerdan el tránsito del Señor Jesucristo
en su camino hacia Jerusalén, hasta subir al Gólgota,
meditamos algunas escenas evangélicas principales
de su agonía y su sufrimiento redentor.
El valle y el torrente Cedrón entre Jerusalen y Getsemaní.
El barranco o torrente Cedrón es un lugar de Tierra Santa que tiene
connotaciones importantes en el lenguaje bíblico.
En la Sagrada Escritura, el nombre designa el barranco al este de Jerusalén, entre la Ciudad Santa y el Monte de los Olivos. La palabra Cedron suele estar relacionada con la raíz rip Qadár, "estar
oscuro", y se toma para referirse al color de la corriente;
El Cedrón se menciona por primera vez en las Sagradas Escrituras (2 Sam. 15,23)
cuando David lo
cruzó en su huida de Absalón; y luego en 1 Rey. 2,37,
cuando se le prohibió a Semeí cruzarlo. Fue en el torrente Cedrón que el rey Asá quemó el inmundo ídolo de
su madre (1
Rey. 15,13; 2 Crón. 15,16).
Fue en él que Ezequías y Josías fundieron
todas las impurezas que habían contaminado la Casa del Señor (cf. 2 Crón. 29,16; 30,14; 2 Rey. 23,4.6.12). Por
último, el torrente Cedrón es
mencionado en el Antiguo Testamento en Jer.
31,40, al parecer como parte del cementerio común de Jerusalén. En el Nuevo Testamento se
menciona una sola vez, cuando Cristo lo
cruzó en su camino hacia Getsemaní.
“Jesús fue con sus discípulos
al otro lado del
torrente Cedrón.
Había en ese lugar una huerta
y allí entró con ellos”.
(Jn.
18,1)
En el libro
AGONIA DE CRISTO de Santo Tomás Moro,
haciendo referencia a este paraje,
escribe:
"Marchó a la otra parte del torrente Cedrón, a un huerto
llamado Getsemaní". Corre el Cedrón entre la ciudad de Jerusalén y el
monte de los Olivos, y el vocablo "Cedrón" significa en lengua hebrea
"tristeza", mientras que "Getsemaní" quiere decir
"valle muy fértil" y también "valle de olivos". No se ha de
pensar que es simple casualidad el hecho de que los evangelistas recordaran con
tanto cuidado estos nombres. De lo contrario, hubieran considerado suficiente
indicar que fue al monte de los Olivos, a no ser que Dios hubiera escondido
bajo estos nombres algunos misteriosos significados que hombres estudiosos, con
la ayuda del Espíritu Santo, intentarían descubrir, por el simple hecho de ser
mencionados. Dado que ni una sílaba puede considerarse vana o superflua en un
escrito inspirado por el Espíritu Santo mientras los Apóstoles escribían, y
dado el hecho de que ni siquiera un pájaro cae a tierra fuera del orden querido
por Dios, me es imposible pensar que los evangelistas mencionaran estos nombres
de manera fortuita, o bien que los judíos los asignaran a lugares (cualquiera
que fuese su intención al hacerlo) sin un plan escondido del Espíritu Santo,
que guardó en tales nombres un depósito de misterios para que fueran
desenterrados más adelante.
"Cedrón" significa tanto "tristeza" como
"negrura u oscuridad" y da nombre no sólo al torrente mencionado por
los evangelistas, sino también -como consta con claridad al valle por el que
corre el torrente y que separa a Getsemaní de la ciudad. Así, todos estos
nombres evocan a la memoria (a no ser que nos lo impida ver nuestra
somnolencia) la realidad de que mientras estamos distantes del Señor, como dice
el Apóstol, y antes de llegar al monte fructífero de los Olivos y a la
agradable finca de Getsemaní -cuyo aspecto no es triste y áspero, sino fértil
en toda clase de alegrías-, debemos cruzar el valle y la corriente del Cedrón.
Un valle de lágrimas y un torrente de tristeza, en cuyas aguas puedan limpiarse
la suciedad y negrura de nuestros pecados. Mas, si cansados y abrumados con
dolor y llanto intentamos perversamente cambiar este mundo, este lugar de
trabajo y de sacrificio, en puerto de frívolo descanso; si buscamos el paraíso
en la tierra, entonces nos apartamos y huimos para siempre de la verdadera
felicidad, y buscaremos la penitencia cuando ya es demasiado tarde, y nos
veremos además envueltos en tribulaciones intolerables e interminables.
Esta es la lección saludable de la que estos nombres nos
advierten, tan oportunamente escogidos están. Y como las palabras de la Sagrada
Escritura no están atadas a un solo sentido, sino cargadas con otros
misteriosos, estos nombres de lugares armonizan bien con la historia de la
Pasión de Cristo. Parece como si sólo por esta razón la eterna providencia de
Dios se hubiera cuidado de que esos lugares recibieran tales nombres, que
serían, siglos después, señales anunciadoras de su Pasión. El que
"Cedrón" signifique "ennegrecido" ¿no parece querer
recordar aquella predicción del profeta sobre Cristo, anunciando que entraría
en su gloria por un suplicio ignominioso, y que quedaría desconocido por las
contusiones y los cardenales, la sangre, los escupitajos y la suciedad hasta
tal grado que "no hay forma ni belleza en su rostro"?.
Y que el nombre del torrente que cruzó no en vano
significa "triste" es algo que el mismo Cristo atestiguó al decir: "Mi
alma está triste con tristeza de muerte."
"Y le siguieron también sus discípulos", es decir, los
once que habían quedado con El. El diablo habla entrado en el otro Apóstol
después de cenar, y afuera también éste marchó, mas no para seguir como
discípulo al maestro, sino para perseguirle como un traidor. Bien se cumplían
en él aquellas palabras de Cristo: "El que no está conmigo está en contra
de mí" En contra de Cristo ciertamente estaba porque en ese mismo momento
tramaba insidias para atraparle, mientras el resto de los discípulos le seguían
para rezar. Sigamos nosotros a Cristo y supliquemos al Padre con El. No
imitemos la conducta de judas, abandonando a Cristo después de haber
participado de sus favores y haber cenado espléndidamente con El, para que no
caiga sobre nosotros aquella profecía: "Si veías al ladrón te ibas con
él".
"Judas, que le entregaba, conocía bien el sitio porque
solía Jesús retirarse muchas veces a él con sus discípulos". Una vez más
los evangelistas aprovechan la ocasión -al mencionar al traidor- para subrayar,
y así grabar en nosotros, aquella santa costumbre de Cristo de retirarse con
sus discípulos para hacer oración. Si hubiera ido allí únicamente algunas veces
y no frecuentemente, no hubiera estado el traidor tan seguro como estaba de
encontrar allí al Señor, hasta el punto de llevar a los servidores del sumo
sacerdote y a la cohorte de soldados romanos, como si todo se hubiera acordado
de antemano.
El libro de SANTO TOMÁS MORO titulado
“LA AGONÍA DE
CRISTO”
es muy recomendable para estos días.
Se puede leer en este enlace:
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