Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

13 de marzo de 2015

HOMILÉTICA: IV DOMINGO DE CUARESMA (LAETERE CICLO A)


DOMINGO DE LAETARE (IV DOMINGO DE CUARESMA)

“Todavía no es un cielo sin nubes:
Somos peregrinos en tinieblas”

EL MISTERIO PASCUAL, EL BAUTISMO Y LA LUZ






El IV domingo de Cuaresma del ciclo A (que puede tomarse también para el resto de los ciclos) está irradiado de luz, una luz evidenciada en este domingo «Laetare» por las vestiduras litúrgicas de tonalidad más clara y por las flores que adornan la iglesia. La relación entre el Misterio Pascual, el Bautismo y la luz, viene acogida sintéticamente por un versículo de la segunda lectura: «Despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz».

Esta relación resuena y encuentra una elaboración posterior en el prefacio:

«Que se hizo hombre para conducir al género humano, peregrino en tinieblas, al esplendor de la fe; y a los que nacieron esclavos del pecado, los hizo renacer por el Bautismo, transformándolos en hijos adoptivos del Padre».

Esta iluminación, inaugurada con el Bautismo, viene fortalecida cada vez que recibimos la Eucaristía, momento enfatizado por las palabras del ciego referidas en la antífona de comunión: «El Señor me puso barro en los ojos, me lavé y veo, y he empezado a creer en Dios».

Todavía no es un cielo sin nubes, lo que contemplamos en este domingo. El proceso del «ver» es, en la práctica, mucho más complejo de cómo viene descrito en la concisa narración del ciego.

La primera lectura nos advierte: «No te fijes en las apariencias ni en su buena estatura … porque Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia; el Señor ve el corazón». Se trata de una advertencia salvadora tanto para los elegidos, en los que crece la espera mientras se acercan a la Pascua, como para el resto de la comunidad.

La oración después de la comunión afirma que Dios ilumina a todo hombre que viene a este mundo, pero el reto proviene del hecho que, de modo más o menos intenso, nos dirijamos a la luz o, por el contrario, nos alejemos de ella.

Con la narración evangélica del ciego de nacimiento el homileta puede invitar a quien le escucha a notar cómo el hombre nacido ciego comienza a ver progresivamente y la creciente ceguera de los adversarios de Jesús. El hombre curado inicia la descripción de su sanador como «ese hombre que se llama Jesús»; después profesa que es un profeta; y finalmente proclama: «¡Creo, Señor!», y adora a Jesús.

 Los fariseos, por su parte, se convierten poco a poco en más ciegos; inicialmente admiten que se ha producido el milagro, después llegan a negar que se haya tratado de un milagro y, finalmente, expulsan fuera de la sinagoga al hombre que se ha curado. A lo largo de la narración, los fariseos afirman con seguridad lo que saben, mientras el ciego admite su propia ignorancia.

El pasaje del Evangelio se cierra con Jesús que advierte cómo su venida ha generado una crisis en el sentido literal del término, es decir, un juicio; Él otorga la vista al ciego pero los que ven se convierten en ciegos. En respuesta a la objeción de los fariseos, él dice: «Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado; pero como decís que veis. Vuestro pecado persiste».

La iluminación recibida en el Bautismo tiene que expandirse entre las luces y sombras de nuestra peregrinación y, de este modo, después de la Comunión, rezamos:

«Señor Dios … ilumina nuestro espíritu con la claridad de tu gracia, para que nuestros pensamientos sean dignos de ti y aprendamos a amarte de todo corazón».

Del reciente documento presentado por la 
CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS
l"DIRECTORIO HOMILÉTICO"(Vaticano, 2014)



Casulla de color morado atenuado (cercano al rosado)
propio para este Domingo de Laetere.


El Papa Francisco con ornamentos rosados, propios de este Domingo de Laetere (IV de Cuaresma) y el Domingo de Gaudete (IV de Adviento)


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