EN EL
AÑO DE LA VIDA CONSAGRADA
"María
de Betania eligió la mejor parte"
De la
Constitución Apostólica Umbratilem del Papa Pio XI
"Contribuyen mucho más al incremento de la Iglesia y a la salvación del género humano, los que cumplen el deber asiduo de la oración y de la penitencia, que los que cultivan y trabajan en el campo del Señor"
Cuantos
han hecho profesión de pasar una vida oculta apartados del estrépito y de las
locuras del mundo, de tal forma que no sólo contemplen con toda atención los
divinos misterios y las verdades eternas, y pidan, en las preces que dirijan a
Dios con fervor y constancia, que florezca su reino y se extienda cada día más,
sino también que satisfagan y expíen con la penitencia del alma y del cuerpo,
que les esté prescrita o voluntaria, las culpas, no tanto las propias como las
ajenas, ésos, ha de decirse en verdad, que eligieron la mejor parte, como María
de Betania. Porque no hay
ninguna otra condición y modo de vivir más perfecto que pueda proponerse a los
hombres, para que lo elijan y abracen, cuando el Señor verdaderamente
les llame; pues, de la unión estrechísima con Dios y de la santidad interior de los que practican
silenciosamente en los claustros la vida solitaria, se mantiene radiante la
aureola de esa santidad, que la Esposa inmaculada de Cristo Jesús ofrece a
todos para que la contemplen e imiten.
Nada,
pues, tiene de extraño, si los escritores eclesiásticos de tiempos pasados,
para explicar la virtud y eficacia de las oraciones de estos mismos varones
religiosos, llegaron hasta compararlas con las de Moisés, recordando un hecho
muy conocido: a saber, cuando Josué riñó la batalla en la llanura con los
amalecitas, y Moisés oraba y suplicaba a Dios en la cima del monte cercano por
la victoria de su pueblo, sucedió que, mientras Moisés levantaba las manos
al cielo, vencían los Israelitas; si, por el contrario, alguna vez las bajaba
por el cansancio, entonces los amalecitas ganaban a los Israelitas: por lo
cual, Aarón y Hur le sostuvieron, de una y otra parte; los brazos, hasta que
Josué salió vencedor de la pelea. Con cuyo ejemplo se significan ciertamente con
toda propiedad, las preces de los mismos religiosos, que hemos mencionado,
puesto que se apoyan, ora en el augusto sacrificio del Altar, ora en el
ejercicio de la penitencia, como en dos sostenes, de los cuales el uno expresa
de algún modo a Aarón, y el otro a Hur. Pues es cosa corriente y como la
principal para los solitarios, según antes hemos dicho, el que se ofrezcan y
consagren a Dios como víctimas y hostias de aplacamiento, por un cargo así como
público, por su salvación y la de sus prójimos.
Fácilmente se comprende, pues, que
contribuyen mucho más al incremento de la Iglesia y a la salvación del género
humano, los que cumplen el deber asiduo de la oración y de la penitencia, que
los que cultivan y trabajan en el campo del Señor; porque, si aquéllos no
hicieran bajar del cielo la abundancia de gracias al campo que ha de ser
regado, entonces seguramente cosecharán frutos más escasos de su labor los
operarios evangélicos.
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