Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

9 de mayo de 2018

CARIDAD Y FILANTROPÍA


LA FALSIFICACIÓN DE LA CARIDAD
El supuesto amor humano sin Dios es el peor enemigo del hombre, por lejos. Es el lobo con piel de cordero, la más aberrante denigración del hombre bajo el ropaje de dignificación.



"Para entender el cristianismo (en sus verdades y en sus bondades, en su doctrina y en su estilo concreto de vida) es imprescindible remontarse a las entrañas mismas del misterio íntimo de Dios. A los interiores de Dios, diría Vermeer; los adentros de Dios.

Como ante aquellas películas de trama muy intensa e intrigante, en que es crucial prestar mucha atención a los sucesos de los primeros minutos… pues si no, no se entiende nada, del mismo modo, quien no presta atención al Origen de nuestra Fe, no entenderá nada.

Un cristianismo sin Trinidad es como una gallina degollada, que sigue andando a los tumbos sin rumbo ni sentido ni sobrevida.

Nuestro Señor, en el capítulo XV de san Juan, lo pone en clave vitivinícola: un racimo de uva y el sarmiento que lo sostiene nada son sin la cepa de que provienen. Ella, la cepa, echando sus raíces en un suelo muy concreto, es la que hace posible el vino. No hay vida propia en la uva, ni hay vida propia del sarmiento: la vida de ambos es la vida de la cepa, de la vid.

Y tras expresarlo con la imagen del viñedo, lo dice del derecho, in recto, sin parábolas: es el amor interno de la Vida misma de Dios, es la inefable entrega irrestricta e infinita con que las Personas divinas se miran, se escuchan, se aman, se donan Unas a las Otras, es esa dinámica intratrinitaria la única Fuente del Amor verdadero.

La única usina de la Caridad.

“Fuera de la Iglesia no hay Salvación” porque “Fuera de la Trinidad, no hay Amor”.

Sólo porque Uno de la Trinidad, el Hijo, tomó nuestra Carne, nuestra carne tiene conexión, acople, injerto posible en esta Savia intradivina. Y así nos es posible lo, en principio, por completo imposible: que por mis venas corra este dinamismo de entrega con que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se aman Unos a Otros.

Ellos no hacen de mero “modelo a imitar”, no, no: el Amor de Ellos es el Flujo real y contundente que corre por mis pensamientos y sentimientos, mis pasiones y emociones, mi mente y mi corazón… si es que prendió el injerto.

Esa (y no otra) es la Caridad cristiana. Y si no es esa, es una quimera, un embuste, una impostura.

El drama tremendo y escalofriante es que “al amor le han usurpado su nombre”, en palabras de santa Teresa. Y hoy a cualquier sentimiento se le designa con el nombre de amor, o incluso a cualquier modo de filantropía o de afecto por las mascotas. El griego distingue bien tres términos diferentes para el cariño, para el afecto y para la caridad… que las lenguas actuales terminan homologando bajo el mismo término del amor, para confusión y caos de todos.

Y esto es tremendo pues el resultado es la falsificación más atroz del cristianismo. La más atroz por dos razones: por dar en el centro más meduloso de su identidad y porque la falsía, la falsificación está muy lograda: es decir, se le parece mucho. Como el más esmerado billete falso.

Y urge aquí la pregunta: ¿por qué es tan mala, tan perversa, una filantropía sublunar sin la Caritas intratrinitaria? ¿Acaso no puede ser un camino ascensional hacia Ella? O aunque no recorriera esa ascensión, ¿qué mal puede seguirse de un afable y gentil gesto de amor fraterno sin raigambre en el Amor de Dios?

Por un lado hay que decir que el primer problema es el de la “usurpación de nombre”. Que si la filantropía inmanente no tuviera pretensiones sobre la voz “caridad”, todo sería un poco más serio y justo. No obstante no se trata tan sólo de una guerra semántica, de un reclamo lingüístico.
Y es que ese racimo y ese sarmiento que no crecen desde el injerto, “dan uvas agraces”, como dice el Profeta. No es que tan sólo dé menos uva, sino que da mala uva, que envenena y hace caer los dientes todos, según grafica el Profeta.


Lo llamado a ser óptimo deviene pésimo.

Lo vemos, con escalofriante realismo empírico en la cultura actual, tan embanderada en la solidaridad y fraternidad... sin Dios.

Esa ONG pagana abocada a tareas de auxilio y asistencia al desvalido no es que “se quede a mitad de camino”, sino que toma otro camino, que conduce derecho al más oscuro y sórdido de los infiernos.

Sin el Amor divino, el “amor” fraterno, al poco de germinar y fructificar, se torna el más ponzoñoso de los venenos. No es casual que esa ONG nacida para consolar a los viejitos desamparados es la misma que termina inyectándoles aire defendiendo la eutanasia. No es mera coincidencia que la misma UNICEF que procura luchar contra la desnutrición infantil promueva matar a los niños en el vientre de sus madres.

Y esto mismo que ocurre con las instituciones es lo que se da en el corazón de cada hombre.

Va de nuevo: la filantropía sin Dios no queda a mitad de camino sino que cae en el abismo.

El Señor nos lo intenta decir mil veces, por activa y por pasiva, pero no hay caso, no lo entendemos. Hoy vuelve a la carga: ojo con la amistad humana, meramente humana. No está a medio camino sino descaminado. No es una verdad a medias sino una mentira. Como un billete falso no vale un poco menos que el verdadero, ni tan siquiera vale cero, sino que vale negativamente lo que un delito.

Ojo con la filantropía, con la acción social desgajada de la divina Cepa, pues no les dará un poco menos de uva, sino un vinagre que enferma y destruye.

Ni siquiera es un billete falso, sino una falsa billetera, diría Guide, que adultera todo cuanto se guarda en ella.

Los antiguos ya decían que la corrupción de lo óptimo es lo pésimo (corruptio optimi, pessima). La corrupción, la degeneración de la Caridad nos arroja en el más monstruoso de los escenarios posibles. Por eso, por encima de cualquier otra prevención y lucha, más que de tal o cual salvajada silvestre, nada debe alarmarnos más que el supuesto amor humano sin Dios: es el peor enemigo del hombre, por lejos. Es el lobo con piel de cordero, la más aberrante denigración del hombre bajo el ropaje de dignificación.

Volvamos incansablemente nuestros ojos al hondón mismo de la Vida interior de Dios, a esos Tres que en el mismo pulso con que se aman y entregan Unos a Otros irrigan la vida del Cuerpo de Uno de Ellos, que somos nosotros, minúsculos humanos injertados en el Amor Increado.

Amemos a Dios y al prójimo con el Amor de Dios derramado en nuestros corazones.

Lo demás, más que vanidad de vanidades, es atrocidad de atrocidades".

Diego de Jesús
6 de mayo 2018

Monasterio del Cristo Orante, Mendoza.


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