Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

1 de mayo de 2018

EN EL DÍA DEL TRABAJO

UNA BREVE REFLEXIÓN SOBRE LA CODICIA

La Iglesia siempre ha considerado la formación de las conciencias como una tarea principal de su misión evangelizadora. Y si bien es muy meritorio trabajar con los pobres, tanto o más necesario es enseñar el valor de las virtud sociales, que se nutre de la suma de hombres virtuosos.
Una de las causas principales de la pobreza en el mundo es la codicia humana, que deslumbra a muchos hombres, creando una sociedad egoísta siempre insatisfecha de bienes materiales, basada en un afán desmedido por poseer riquezas y en un individualismo que sólo mira los derechos propios sin importar los ajenos.

LA CODICIA, UNO DE LOS DEFECTOS DEL ALMA HUMANA QUE MÁS DAÑO HAN HECHO A LA HUMANIDAD

La codicia es el afán desquiciado de poseer riquezas para atesorarlas, sin importar los medios empleados para conseguirlas. Es un apetito desordenado de posesiones y el frenesí por obtener lo que se cree es provechoso, pero que no lo es, y que sirve solo para saciar las vanidades mundanas.
Las propuestas hedonistas de la sociedad actual motivan exacerbadamente las ganas de adherirse a lo material. El bombardeo publicitario y la competencia personal y social, acondicionan la mente para avivar las ansias y fascinaciones de obtener lo frívolo: continuos viajes sofisticados, mansiones, joyas, juegos de azar, comidas exóticas, posesión de aparatos electrónicos, ropa de moda, consumo de estupefacientes, bebidas embriagantes, servicios de confort sofisticados, entretenimientos vanos y otras expectativas de dispendio superfluo, no indispensables para vivir felices.
La ambición por todo eso, desespera a quienes las echan de menos. Los medios de comunicación y otras influencias extra sensoriales, las exhiben como imprescindibles. La competencia comercial estimula los instintos y por eso no se percibe la torpeza derrochadora. En la brega por adquirir lo ansiado, muchos transitan las veredas del mal, preñado de egoísmo y banalidad.
La avaricia es dañina, pues la vida se hace artificiosa. La ambición de comprar y ostentar, cimienta costumbres materialistas de existir y esclaviza a quienes padecen esos deterioros y al círculo familiar. El patrón de aprendizaje es que, para ser mejores, se debe tener de todo y alardear de ello.
La avaricia es difícil de superar en la etapa adulta, y la gravedad del mal se propagará en las sucesivas generaciones. Los descendientes serán esclavos del tener, pues para los avaros poder vivir bien, no deben tener restricciones sociales ni pobreza terrenal, y para atrapar ese objetivo es valedero cualquier medio.
La codicia es considerada como un pecado capital en la doctrina cristiana. En cualquier sociedad y época, han sido definida como un vicio, un vicio de lo más rastrero y repugnante. Llega a ser un tipo de psicosis progresiva y de fatales consecuencias. En efecto, al tratarse de un deseo insidioso por querer tener más y más a cualquier costo, sobrepasa los límites de lo ordinario y de lo lícito.
San Pablo llega a definirla como "la raíz de toda maldad" (1Tim.6,10)
Santo Tomás de Aquino escribió que la codicia (avaricia) es «un pecado contra Dios, al igual que todos los pecados mortales, en lo que el hombre condena las cosas eternas por las cosas temporales».
En el día que exaltamos el trabajo humano como una realización importante del hombre, que hace a su dignidad personal y social, breguemos por una sociedad donde reinen las virtudes sociales que posibilitan un trabajo honesto y fecundo, donde la laboriosidad, la austeridad, la justa concepción de los derechos y obligaciones, y la recta conciencia, colaboran para crecer en un mundo de paz.
Hoy, particularmente, invocamos a San José obrero, el hombre fiel y prudente, que con su trabajo silencioso y su vida austera, la Iglesia exalta como aquetipo del trabajador, como varón justo, y celoso administrador de los bienes que no se corrompen.
Por eso, la tradición cristiana invita a acudir siempre a este modelo ejemplar e intercesor maravilloso. Y repite siempre la famosa jaculatoria del Génesis (55,5):

"ITE AD JOSEPH"


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