Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

23 de enero de 2018

EL TEMOR DE DIOS

VANIDAD DE VANIDADES



Los escritos del staretz Sophrony (1896-1993) 
se reducen a muy poco: 
es un pintor ruso que ha vivido una experiencia inusual de Dios 
al abrigo de un maestro venerado, 
el staretz Silouan (o san Silvano), en la montaña del Athos.
Muchos años más tarde, en 1959, él mismo fundará en Essex, no lejos de Londres, el Monasterio de San Juan Bautista. 
Como ruso, es testimonio inmediato tanto de la Revolución soviética como de las dos guerras mundiales. 
Y queda sobrecogido por la intensidad de los sufrimientos del mundo. 
 Un monje en la presencia de Dios...


Cuando los hombres se mantienen en el temor de Dios, la vida en la tierra es tranquila y dulce.
Pero en nuestros días los hombres se han puesto a vivir a su antojo y según su propia razón, y han dejado los santos mandamientos. Piensan encontrar sin Dios la felicidad en la tierra, ignorando que sólo el Señor es nuestro gozo y que el alma del hombre no encuentra la felicidad si no es en el Señor. Él reanima y vivifica al alma como el sol calienta las flores del campo y como el viento las mece, él les da la vida: el Señor nos lo ha dado todo, para que nosotros le glorifiquemos.
Pero el mundo no lo comprende. ¿Y quién podría comprender lo que no ha visto ni gustado? 

Yo también, cuando estaba en el mundo, pensaba que allí estaba la felicidad: gozar de salud, ser bello, rico y querido por los demás. Y me había vuelto vanidoso. 

Mas cuando conocí al Señor por el Espíritu Santo, empecé a considerar la felicidad del mundo como humo que el viento arrastra. 

Es la gracia del Espíritu Santo la que contenta al alma y la llena de alegría. Y en una paz profunda contempla al Señor, olvidada de la tierra.
Señor, 
haz que los hombres retornen a Ti, 
a fin de que conozcan tu Amor, 
y que, en el Espíritu Santo, 
gocen de esta visión 
y, viendo como eres, 
se hagan semejantes a Ti.
Archimandrita Sophrony, 
Escritos de san Silouan el Athónita, Cap. 7

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