Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

13 de julio de 2019

SPOLIATUS ET VULNERATUS: EL DON SALVÍFICO DE LOS SACRAMENTOS


DE LA PARÁBOLA DEL BUEN SAMARITANO

EL HOMBRE ALIENADO DE DIOS
QUE YACE A LA VERA DEL CAMINO

Estupenda reflexión de Benedicto XVI en su Libro “Jesús de Nazaret”  sobre esta conocidísima parábola evangélica (Lc. 10, 25-37)


"El Buen Samaritano" de Rembrandt
(el hombre asaltado y herido es conducido a la posada por el samaritano)

Los Padres de la Iglesia han dado a la parábola una lectura cristológica.

Alguien podría decir: esto es una alegoría, por tanto, una interpretación que nos aleja del texto. Pero si consideramos que, en todas las parábolas, el Señor nos quiere invitar de maneras siempre diversas a la fe en el reino de Dios, ese reino que es Él, entonces una interpretación cristológica no es una lectura desviada.

En cierto sentido corresponde a una potencialidad intrínseca del texto y puede ser un fruto que se desarrolla desde su semilla.

Los Padres ven la parábola en la dimensión de la historia universal: el hombre que yace medio muerto y despojado a la vera del camino, ¿no es acaso una imagen de “Adán”, del género humano que realmente “ha caído víctima de los ladrones”? Había salido de Jerusalén hacia Jericó. Dejaba la ciudad santa.

¿No es verdad que el ser humano, esta criatura que es el hombre, en el curso de toda su historia se encuentra alienado, ha sido martirizado, se ha abusado de él?

La humanidad ha vivido casi siempre en la opresión; y desde otro punto de vista: los opresores, ¿son acaso la verdadera imagen del ser humano, o no son ellos los primeros en ser deformados, una degradación del ser humano? Karl Marx ha descrito de manera drástica la “alienación” del ser humano; aun si no llegó hasta la verdadera profundidad de la alienación porque razonaba solamente en el ámbito material, sin embargo, ha proporcionado una imagen clara del ser humano que ha caído víctima de los ladrones.

La teología medieval ha interpretado los dos datos de la parábola sobre el estado del ser humano despojado como afirmaciones antropológicas fundamentales.

De la víctima emboscada se dice, por una parte, que fue despojada (spoliatus); por otra, que fue golpeada casi hasta morir (vulneratus: cf. Lc 10,30).

Los escolásticos refirieron estos dos participios a la doble dimensión de la alienación del ser humano.

Decían que ha sido spoliatus supernaturalibus y vulneratus in naturalibus: fue despojado del esplendor de la gracia sobrenatural recibida como un don, y fue herido en su naturaleza.

Ahora bien, ésta es una alegoría que va mucho más allá del sentido de la parábola, pero representa siempre un intento por precisar el carácter doble de la herida que pesa sobre la humanidad.

El camino de Jerusalén a Jericó aparece, pues, como la imagen de la historia universal; ese hombre medio muerto a la orilla es la imagen de la humanidad.

Si la víctima de la emboscada es por antonomasia la imagen de la humanidad, entonces el samaritano sólo puede ser la imagen de Jesucristo.

Dios mismo, que es para nosotros el extranjero y el lejano, se ha puesto en camino para venir a hacerse cargo de su criatura herida. Dios, el lejano, en Jesucristo se ha hecho prójimo. Vierte aceite y vino en nuestras heridas –un gesto en el cual se ha visto una imagen del don salvífico de los sacramentos– y nos conduce al albergue, la Iglesia, en el cual nos hace curar y nos da el anticipo del costo de la ayuda.

La gran visión del hombre que yace alienado e inerme a la vera del camino de la historia y de Dios mismo, que en Jesucristo se ha hecho su prójimo, podemos fijarla sencillamente en la memoria como una dimensión profunda de la parábola que se refiere a nosotros mismos. El imperativo imperioso contenido en la parábola no queda así debilitado, sino que es llevado hasta su grandeza plena.

El gran tema del amor, que es el auténtico punto culminante del texto, alcanza así toda su amplitud.

Ahora, de hecho, nos damos cuenta de que todos nosotros estamos “alienados” y necesitamos de redención.

Ahora nos damos cuenta de que todos tenemos necesidad del don del amor salvífico de Dios que se hace nuestro prójimo, para poder nosotros por nuestra parte hacernos prójimos.

Las dos figuras de las que hemos hablado conciernen a cada ser humano singularmente: toda persona está “alienada”, apartada realmente del amor (que es justamente la esencia del “esplendor sobrenatural” del cual hemos sido despojados); toda persona debe ser en primer lugar curada y fortalecida por el don.

Pero después cada persona debe hacerse a su vez samaritana, seguir a Cristo y hacerse como Él.

Sólo entonces vivimos de manera justa. Sólo amamos de manera justa, si nos hacemos semejantes a Él que nos ha amado primero.

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