Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

15 de abril de 2016

CRECER EN LA VIDA ESPIRITUAL

LA DESOLACIÓN Y LA CONSOLACIÓN ESPIRITUAL
De los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola

Para sentir y conocer de alguna manera las diversas mociones que se animan en el alma, a fin de aceptar las buenas y rechazar las malas.

Tercera. De la consolación espiritual. Llamo consolación espiritual cuando en el alma se causa alguna moción interior, con la que el alma viene a inflamarse en amor de su Creador y Señor, y, por consiguiente, cuando a ninguna cosa creada sobre la faz de la tierra puede amar en sí, sino en el Creador de todas ellas. Igualmente, cuando [uno] derrama lágrimas que lo mueven a amar a su Señor, sea por el dolor de sus pecados, o de la Pasión de Cristo Nuestro Señor, o de otras cosas directamente ordenadas a su servicio y alabanza. Finalmente, llamo consolación a todo aumento de esperanza, fe y caridad y a toda alegría interna que llama y atrae a las cosas celestiales y a la propia salvación del alma, aquietándola y pacificándola en su Creador y Señor.
Cuarta. De la desolación espiritual. Llamo desolación a todo lo contrario de la tercera regla: como oscuridad del alma, turbación en ella, moción a las cosas bajas y terrenas, inquietud de varias agitaciones y tentaciones, que la mueven a desconfianza [y la dejan] sin esperanza, sin amor, hallándose [el alma] toda perezosa, tibia, triste y como separada de su Creador y Señor. Porque así como la consolación es contraria a la desolación, de la misma manera los pensamientos que salen de la consolación son contrarios a los pensamientos que salen de la desolación.
Quinta. En tiempo de desolación no se ha de hacer ningún cambio, sino que se ha de estar firme y constante en los propósitos y determinaciones que se tenían el día anterior a tal desolación, o en la determinación que se tenía en la consolación anterior. Porque así como en la consolación nos guía y aconseja más el buen espíritu, así en la desolación [nos guía y aconseja más] el malo, y con sus consejos no podemos tomar camino para acertar.
Sexta. Dado que en la desolación no debemos cambiar los primeros propósitos, [sin embargo] es muy provechoso que nosotros mismos nos movamos intensamente contra la misma desolación, por ejemplo, insistiendo más en la oración, en la meditación, en examinarnos mucho y en extendernos en algún modo conveniente de hacer penitencia.
Séptima. El que está en desolación considere cómo el Señor, para probarlo, lo ha abandonado a sus potencias naturales para que resista a las varias agitaciones y tentaciones del enemigo… pues puede [resistir] con el auxilio divino, que siempre le queda aunque no lo sienta claramente, porque el Señor le ha sustraído su mucho fervor, su crecido amor y su gracia intensa, dejándole, sin embargo, con la gracia suficiente para la salvación eterna.
Octava. El que está en desolación, trabaje por perseverar en la paciencia, que es [virtud] contraria a las vejaciones que le vienen, y piense que si pone las [debidas] diligencias contra tal desolación, como se ha dicho en la sexta regla, pronto será consolado.
Novena. Tres son las causas principales por las que nos hallamos desolados.
·        La primera, por ser tibios, perezosos o negligentes en nuestros ejercicios espirituales, y así, por nuestras faltas, se aleja de nosotros la consolación espiritual.
·        La segunda, porque [Dios] quiere probarnos lo que somos, y hasta dónde llegamos en su servicio y alabanza, sin tanto estipendio de consolaciones y gracias abundantes.
·        La tercera, porque [Dios quiere] darnos un verdadero conocimiento y sentimiento íntimo de que no depende de nosotros adquirir o retener una gran devoción, un amor intenso, lágrimas o alguna otra consolación espiritual, sino que todo es don y gracia de Dios Nuestro Señor, y [también] porque [quiere] que en casa ajena no pongamos nido elevando nuestro espíritu a alguna soberbia o vanagloria, atribuyéndonos a nosotros la devoción o los otros efectos de la consolación espiritual.
Décima. El que está en consolación piense cómo obrará en la desolación que vendrá después, y tome nuevas fuerzas para entonces.
Undécima. El que está consolado, procure humillarse y abajarse cuanto pueda, pensando de cuán poca cosa es [capaz] en tiempo de desolación sin tal gracia o consolación. Por el contrario, el que está en desolación piense que es capaz de mucho con la gracia suficiente para resistir a todos sus enemigos, tomando fuerzas en su Creador y Señor.


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