VERITAS ET BONUM
La principal “tarea” del
cristiano es el sursum actio (la acción
que nos eleva) para vivir en la Verdad y en el Bien.
Dos breves párrafos de la admirable catequesis – concisa y profunda- de Benedicto XVI acerca de la doctrina de San Buenaventura, obispo, cardenal y Doctor de la Iglesia.(17 de marzo de 2010)
San Buenaventura, pintura de Murillo, donde se observa al Doctor Seráfico con su hábito franciscano y encima la muceta cardenalicia, sosteniendo la Iglesia.
I. En la vida apostólica no basta la mera
acción:
Para san
Buenaventura toda nuestra vida es un "itinerario", una peregrinación,
una subida hacia Dios. Pero sólo con nuestras fuerzas no podemos subir hasta la
altura de Dios. Dios mismo debe ayudarnos, debe "tirar de nosotros" hacia arriba. Por eso es necesaria la
oración.
La oración —así
dice el santo— es la madre y el origen de la elevación, "sursum actio" (“acción que nos eleva”) en expresión de San Buenaventura. Y así lo escribe en su
oración con la que comienza su "Itinerarium": "Oremos, pues, y
digamos al Señor, nuestro Dios: "Guíame, Señor, por tus sendas y caminaré
en tu verdad. Alégrese mi corazón en el temor de tu nombre" (I, 1).
II. La doctrina de los dos grandes teólogos del siglo XIII (la del
Doctor Angélico y la del Doctor Seráfico) no son contradictorias:
Santo
Tomás de Aquino y san Buenaventura definen de manera diferente el destino
último del hombre, su felicidad plena: para santo Tomás el fin supremo, al cual
se dirige nuestro deseo, es ver a Dios que es la Verdad (Veritas). En este
acto sencillo de ver a Dios encuentran solución todos los problemas: somos
felices, no es necesario nada más.
Para san
Buenaventura, en cambio, el destino último del hombre es amar a Dios, el encuentro y la unión de su amor y del
nuestro (Bonum). Para él esta es la definición más
adecuada de nuestra felicidad.
En esta línea, podríamos decir también que la categoría más alta para santo Tomás es la Verdad, mientras que para san Buenaventura es el Bien. Sería un error ver una contradicción entre estas dos respuestas. Para ambos la verdad es también el bien, y el bien es también la verdad; ver a Dios es amar y amar es ver.
Se
trata, por tanto, de matices distintos de una visión fundamentalmente común.
Ambos matices han formado tradiciones diversas y espiritualidades distintas, y
así han mostrado la fecundidad de la fe, una en la diversidad de sus
expresiones.
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