Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

13 de julio de 2018

CUANDO LA VERDAD SE REEMPLAZA POR LA PERCEPCIÓN SUBJETIVA


LO VERDADERO ES LO QUE ES

Una excelente reflexión sobre uno de los temas más proclamados del pensamiento posmoderno que niega la realidad en favor de una “percepción cultural”, referido al debate de estos días sobre la ley de legalización del aborto en la Argentina, que se está tratando en el Senado de la Nación.




Entre todos los argumentos a favor del aborto, tal vez sea este: “SI NO ES DESEADO, ES VIDA, PERO NO ES UN HIJO”, proclamado en estos días en el Senado de la Nación, es el que tiene mayor entidad filosófica.

Sería largo de explicar el intrincado itinerario del pensamiento moderno y contemporáneo que concluye en esta afirmación, aunque no es difícil ver:

ü Un claro DUALISMO antropológico (cuerpo-espíritu como cosas diferentes)

ü El RECHAZO DE UNA VISIÓN METAFÍSICA CLÁSICA –según la cual LAS COSAS Y LOS SUJETOS SON TALES, INDEPENDIENTEMENTE DE QUE SEAN CONOCIDOS, QUERIDOS O DESEADOS POR OTRO-

ü Y tal vez las últimas consecuencias del idealismo kantiano, que atribuía al sujeto una especie de “poder creador” en relación a la realidad.

ü O las últimas consecuencias de la libertad absoluta del existencialismo de Jean Paul Sartre, y, en muchos casos, de su negativa experiencia sobre la vida, transmitida en sus obras...

Ahora, ¿qué decir? ¿Es verdadero ese argumento? ¿Puede depender la identidad y la dignidad de alguien únicamente de la actitud que otra persona tenga sobre él?

1.    En primer lugar, el postulado está cuidadosamente formulado y de modo claro pone en el centro a la mujer y su libertad. “Empodera” a la mujer, dándole una facultad nunca antes enunciada: la de definir, con su sólo deseo, lo que otro es. Es el FEMINISMO RADICAL de corte INDIVIDUALISTA en su máxima expresión. Es una especie de “divinización de la mujer”, que la describe el libro del Génesis cuando la Serpiente prometió a Eva...
Frente a ese feminismo radical de corte individualista existe otra alternativa –que ha de ser animada y promovida- la del feminismo que pone como su punto de partida la aceptación de la magnífica y singular identidad de la mujer como capaz de recibir la vida como don… pero esto daría para otro texto.

2.    Más allá de su formulación la frase “SI NO ES DESEADO, ES VIDA, PERO NO ES UN HIJO”,  ES UNA AFIRMACIÓN QUE DE NINGUNA MANERA SE PUEDE DEMOSTRAR. ES INDEMOSTRABLE POR NATURALEZA, NI TAMPOCO ES EVIDENTE POR SÍ MISMA, por el sencillo hecho de que LA VIDA COTIDIANA SE NOS PRESENTA SIEMPRE COMO UN “DATUM”, PREVIO A NUESTRO CONOCIMIENTO. EXISTEN CENTENARES DE REALIDADES “NO DESEADAS” EN NUESTRA VIDA, LO CUAL NO MODIFICA EN ABSOLUTO SU REALIDAD.

3.    Llama la atención, por otro lado, EL OLVIDO O DESPRECIO DEL VALOR DE LA GENÉTICA COMO ELEMENTO DE ACCESO A LA REALIDAD. Cuando unos arqueólogos descubren huesos en unas ruinas, recurren a la investigación sobre su ADN y dicen, simplemente: “encontramos restos humanos”. Cuando en Argentina los postuladores de los derechos humanos –derechos que, según ellos, los promotores del aborto quieren ampliar- celebran la recuperación de un hijo o un nieto de un desaparecido recurren al ADN, sin dudar, y en eso se basa la certeza. Aquí, en cambio, resulta que el ADN no significa nada, ni para reconocer carácter humano ni para señalar filiación.

4.    Otra contradicción de este principio se desvela cuando se compara este criterio al utilizado en los juicios de filiación en Argentina. Cuando una mujer lleva adelante un embarazo en soledad o bien se separa del varón que “aportó el material biológico” –para seguir su lógica- en la concepción del bebé, la Ley y el Estado Argentino obligan a ese varón a hacerse cargo de los gastos mensuales de su manutención. ¿Podría un varón decir, entonces, “no lo deseo, no es un hijo, no es mi hijo”?

5.    Otra cuestión se plantearía, por otro lado, en el caso de lo que hoy se ha venido a llamar “alquiler de vientres”. Es evidente que la mujer que gesta a ese bebé “no lo desea”, sino que sólo desea el dinero que le darán a cambio de esos meses de llevarlo dentro de sí. Ahora bien, si esa mujer decidiera abortar a ese niño, indudablemente los que le pagaron se opondrían, diciendo que “no puede matar a su (nuestro) hijo”. Con lo cual se daría el caso en el cual el deseo de otra persona diferente a la gestante determinaría la dignidad de “hijo” del fruto de la concepción. ¿Será entonces tan decisiva en el plano de la identidad? Quien tiene la voluntad procreacional decidiría sobre el cuerpo de la mujer de la gestante.

6.    Otra cosa que me planteo es lo siguiente. Existen muchas mujeres que a lo largo del embarazo fluctúan entre sentimientos de profunda alegría y deseo de ver ya nacido a su bebé con depresiones graves, rebeldías. Incluso en muchos embarazos hay períodos de confusión y ambivalencia. Lo que va creciendo en el interior de la mujer, ¿pasa entonces se “ser células” a “ser hijo” para luego volver a “ser células” o no saberse aún qué es…? Llevando el argumento a sus últimas consecuencias, ¿por qué sería el nacimiento la finalización de ese período de “potencia creadora” de la mujer? ¿Quién decide que ese derecho prescribe con el nacimiento? ¿Y si después de nacer deja de desearlo? Ya no es hijo y sin dudas podría matarlo ya que no se la puede someter a ella a la crueldad de darlo en adopción ¿Por qué no podría aducirse, entonces, si por algún motivo ese bebé no es ya deseado, dejaría de tener el derecho a la vida?

7.    Por último, el mensaje que se transmite a la sociedad, ¿cuál es? ¿Qué debemos decirles a los niños y jóvenes: “chicos, si alguien los desea, son dignos y tienen todos los derechos… si no son deseados por nadie, ya no”. ¿No sería esto una violación absurda del principio de igualdad y del reconocimiento de la idéntica dignidad de todos ante la Ley?
  
Tal vez ese artilugio “si no es deseado, no es un hijo” no tenga raíces tan profundas como intento descubrir, ni haya sido sometido a tantos análisis.
Tal vez sea, simplemente, un intento de “atenuar” ante la propia conciencia, la ineludible certeza de toda mujer que aborta: maté a mi hijo.
Paradójicamente, la experiencia demuestra que un gran número de mujeres que recurrieron al aborto, incluso pensando que “no era más que un puñado de células”, sólo acaban sanando y recuperando la libertad y la esperanza cuando logran reconocer que era “su hijo”.

Cuando aceptan al fin que era –y sobre todo que ES- Alguien, otro, al cual ahora, casi siempre ayudadas por la fe, pueden reconocer, pedir perdón, abrazar y esperar.

Porque en esto, como en todo, “la verdad nos hace libres”.

Como nos hacen libres también la humildad y el amor.

P. Leandro Bonnin, Chaco, Argentina.


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