LO VERDADERO ES LO QUE ES
Una excelente reflexión sobre uno de los temas más proclamados del
pensamiento posmoderno que niega la realidad en favor de una “percepción
cultural”, referido al debate de estos días sobre la ley de legalización del
aborto en la Argentina, que se está tratando en el Senado de la Nación.
Entre todos los argumentos a
favor del aborto, tal vez sea este: “SI NO ES DESEADO, ES VIDA, PERO NO ES UN HIJO”,
proclamado en estos días en el Senado de la Nación, es el que tiene mayor
entidad filosófica.
Sería largo de explicar el intrincado itinerario del pensamiento
moderno y contemporáneo que concluye en esta afirmación, aunque no es difícil
ver:
ü Un claro DUALISMO antropológico
(cuerpo-espíritu como cosas diferentes)
ü
El
RECHAZO DE UNA VISIÓN METAFÍSICA CLÁSICA –según la cual LAS COSAS Y LOS SUJETOS
SON TALES, INDEPENDIENTEMENTE DE QUE SEAN CONOCIDOS, QUERIDOS O DESEADOS POR
OTRO-
ü
Y
tal vez las últimas consecuencias del idealismo kantiano, que atribuía al
sujeto una especie de “poder creador” en relación a la realidad.
ü
O
las últimas consecuencias de la libertad absoluta del existencialismo de Jean
Paul Sartre, y, en muchos casos, de su negativa experiencia sobre la vida,
transmitida en sus obras...
Ahora, ¿qué decir? ¿Es verdadero ese
argumento? ¿Puede depender la identidad y la dignidad de alguien únicamente de
la actitud que otra persona tenga sobre él?
1.
En
primer lugar, el postulado está cuidadosamente formulado y de modo claro pone
en el centro a la mujer y su libertad. “Empodera” a la mujer, dándole una
facultad nunca antes enunciada: la de
definir, con su sólo deseo, lo que otro es. Es el FEMINISMO RADICAL de
corte INDIVIDUALISTA en su máxima expresión. Es una especie de “divinización de
la mujer”, que la describe el libro del Génesis cuando la Serpiente prometió a
Eva...
Frente a ese feminismo radical de corte individualista existe
otra alternativa –que ha de ser animada y promovida- la del feminismo que pone
como su punto de partida la aceptación de la magnífica y singular identidad de
la mujer como capaz de recibir la vida como don… pero esto daría para otro
texto.
2.
Más
allá de su formulación la frase “SI NO ES DESEADO, ES VIDA, PERO NO ES UN HIJO”,
ES UNA AFIRMACIÓN QUE DE NINGUNA MANERA
SE PUEDE DEMOSTRAR. ES INDEMOSTRABLE POR NATURALEZA, NI TAMPOCO ES EVIDENTE POR
SÍ MISMA, por el sencillo hecho de que LA VIDA COTIDIANA SE NOS PRESENTA
SIEMPRE COMO UN “DATUM”, PREVIO A NUESTRO CONOCIMIENTO. EXISTEN CENTENARES DE
REALIDADES “NO DESEADAS” EN NUESTRA VIDA, LO CUAL NO MODIFICA EN ABSOLUTO SU
REALIDAD.
3.
Llama
la atención, por otro lado, EL OLVIDO O
DESPRECIO DEL VALOR DE LA GENÉTICA COMO ELEMENTO DE ACCESO A LA REALIDAD.
Cuando unos arqueólogos descubren huesos en unas ruinas, recurren a la
investigación sobre su ADN y dicen, simplemente: “encontramos restos humanos”.
Cuando en Argentina los postuladores de los derechos humanos –derechos que,
según ellos, los promotores del aborto quieren ampliar- celebran la
recuperación de un hijo o un nieto de un desaparecido recurren al ADN, sin
dudar, y en eso se basa la certeza. Aquí, en cambio, resulta que el ADN no
significa nada, ni para reconocer carácter humano ni para señalar filiación.
4.
Otra
contradicción de este principio se desvela cuando se compara este criterio al
utilizado en los juicios de filiación en Argentina. Cuando una mujer lleva
adelante un embarazo en soledad o bien se separa del varón que “aportó el material
biológico” –para seguir su lógica- en la concepción del bebé, la Ley y el
Estado Argentino obligan a ese varón a hacerse cargo de los gastos mensuales de
su manutención. ¿Podría un varón decir, entonces, “no lo deseo, no es un hijo,
no es mi hijo”?
5.
Otra
cuestión se plantearía, por otro lado, en el caso de lo que hoy se ha venido a
llamar “alquiler de vientres”. Es evidente que la mujer que gesta a ese bebé
“no lo desea”, sino que sólo desea el dinero que le darán a cambio de esos
meses de llevarlo dentro de sí. Ahora bien, si esa mujer decidiera abortar a
ese niño, indudablemente los que le pagaron se opondrían, diciendo que “no
puede matar a su (nuestro) hijo”. Con lo cual se daría el caso en el cual el
deseo de otra persona diferente a la gestante determinaría la dignidad de
“hijo” del fruto de la concepción. ¿Será entonces tan decisiva en el plano de
la identidad? Quien tiene la voluntad procreacional decidiría sobre el cuerpo
de la mujer de la gestante.
6.
Otra
cosa que me planteo es lo siguiente. Existen muchas mujeres que a lo largo del
embarazo fluctúan entre sentimientos de profunda alegría y deseo de ver ya
nacido a su bebé con depresiones graves, rebeldías. Incluso en muchos embarazos
hay períodos de confusión y ambivalencia. Lo que va creciendo en el interior de
la mujer, ¿pasa entonces se “ser células” a “ser hijo” para luego volver a “ser
células” o no saberse aún qué es…? Llevando el argumento a sus últimas
consecuencias, ¿por qué sería el nacimiento la finalización de ese período de
“potencia creadora” de la mujer? ¿Quién decide que ese derecho prescribe con el
nacimiento? ¿Y si después de nacer deja de desearlo? Ya no es hijo y sin dudas
podría matarlo ya que no se la puede someter a ella a la crueldad de darlo en
adopción ¿Por qué no podría aducirse, entonces, si por algún motivo ese bebé no
es ya deseado, dejaría de tener el derecho a la vida?
7.
Por
último, el mensaje que se transmite a la sociedad, ¿cuál es? ¿Qué debemos
decirles a los niños y jóvenes: “chicos, si alguien los desea, son dignos y
tienen todos los derechos… si no son deseados por nadie, ya no”. ¿No sería esto
una violación absurda del principio de igualdad y del reconocimiento de la
idéntica dignidad de todos ante la Ley?
Tal vez ese artilugio “si no
es deseado, no es un hijo” no tenga raíces tan profundas como intento
descubrir, ni haya sido sometido a tantos análisis.
Tal vez sea, simplemente, un
intento de “atenuar” ante la propia conciencia, la ineludible certeza de toda
mujer que aborta: maté a mi hijo.
Paradójicamente, la
experiencia demuestra que un gran número de mujeres que recurrieron al aborto,
incluso pensando que “no era más que un puñado de células”, sólo acaban sanando
y recuperando la libertad y la esperanza cuando logran reconocer que era “su
hijo”.
Cuando aceptan al fin que era
–y sobre todo que ES- Alguien, otro, al cual ahora, casi siempre ayudadas por
la fe, pueden reconocer, pedir perdón, abrazar y esperar.
Porque en esto, como en todo,
“la verdad nos hace libres”.
Como nos hacen libres también
la humildad y el amor.
P. Leandro Bonnin, Chaco, Argentina.
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