Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

23 de julio de 2018

UN SANTAZO EN LA RIOJA



SAN FRANCISCO SOLANO 

(1549-1610)


San Francisco Solano, nació en 1549, en Montilla, Andalucía, España. Su padre era alcalde de la ciudad, y desde muy pequeño se caracterizó por su habilidad en poner paz entre los que se peleaban.

Estudió con los Jesuitas, pero entró a la comunidad Franciscana porque le atraían mucho la pobreza y la vida sacrificada de los religiosos de San Francisco. Los primero años de sacerdocio los dedicó a predicar con gran provecho en el sur de España.

El rey Felipe II pidió a los franciscanos que enviaran misioneros a Sudamérica y entonces fue enviado Francisco a extender la religión por estas tierras. Obedeció, aunque él prefería ir a morir mártir en África entre la Berbería.

Recorrió el continente suramericano durante 20 años predicando, especialmente a los indios. Su viaje más largo fue el que tuvo que hacer a pie, con incontables peligros y sufrimientos, desde Lima hasta Tucumán (Argentina) y hasta las pampas y el Chaco Paraguayo.

Más de 3,000 kilómetros y sin ninguna comodidad, siempre a pie, por montañas, valles y quebradas. Sólo confiando en Dios y movido por el deseo de salvar almas.

Logró aprender con extraordinaria facilidad los dialectos de los indios a las dos semanas de estar con ellos. Sus compañeros misioneros se admiraban de este prodigio y lo consideraban un verdadero milagro de Dios.

Un Jueves Santo estando el santo predicando en La Rioja (Argentina) llegó la voz de que se acercaban millares de indios salvajes a atacar la población. El peligro era sumamente grande, todos se dispusieron a la defensa, pero Fray Francisco salió con su crucifijo en la mano y se colocó frente a los guerreros atacantes y de tal manera les habló que los aborígenes desistieron del ataque y poco después aceptaron ser evangelizados y bautizados en la religión católica.

Tenía una hermosa voz y sabía tocar muy bien el violín y la guitarra. Y en los sitios que visitaba divertía a sus oyentes con sus alegres canciones y cautivaba con el Evangelio.

San Francisco Solano misionó por más de 14 años por el Chaco Paraguayo, por Uruguay, el Río de la Plata, Santa Fe, La Rioja y Córdoba de Argentina, siempre a pie. 

Por orden de sus superiores, los últimos años los pasó Fray Francisco en la ciudad de Lima predicando y convirtiendo pecadores.

En mayo de 1610 empezó a sentirse muy débil. Los médicos que lo atendían se admiraban de su paciencia y santidad. El 14 de julio, una bandada de pájaros entró cantando a su habitación y el Padre Francisco exclamó: "Que Dios sea glorificado", y expiró. Desde lejos las gentes vieron una rara iluminación en su austera celda durante toda la noche.

LLEGAR A LA RIOJA
Unas estrofas de un poeta riojano pintan a su tierra y concluye estos exquisitos versos exaltando la presencia santa de Francisco Solano, que estuvo en La Rioja predicando.

“Llegar a La Rioja sólo alegra
al riojano” -se ha dicho-. Es eso cierto.
Otros lares atraen con más fuerza
al viajero común, que nuestro suelo.

Se ha pregonado tanto tu pobreza
que nombrarte produce desaliento.
Será siempre lo mismo, dulce Rioja,
mientras no te conozcan, según creo.

¡Viajero, es preciso que a La Rioja
llegues con entusiasmo, sin recelo;
disfrutes de sus noches estrelladas;
admires las cien gigas de sus cerros!

¡Mires con ojos tiernos al changuito
que pasa en su burro somnoliento,
con su cesto de brevas primerizas
o con naranjas a vender al pueblo!

En la plaza bordeada de naranjos,
cuando cae la tarde de oro viejo,
¡como es dulce soñar bajo sus copas
mientras resbala en el follaje el viento!

En el llano, jarillas y algarrobos;
hirsuto cardonal en los faldeos
de la montaña abrupta; pero arriba,
la maravilla del más puro cielo.

Panoramas agrestes, luminosos;
un clima de excepción en el invierno;
rincones señalados de la historia;
costumbres arraigadas de otro tiempo.

Montañas con guanacos y venados
y yuyos olorosos y arroyuelos;
plantíos rozagantes de olivares
y vides y nogales opulentos.

En el campo reseco y castigado
por un sol despiadado, vastos predios
de bosque achaparrado, desteñido,
amarillo espinudo, polvoriento.

Una fe sin fronteras es preciso
para darse a sembrar en este suelo.
Si fracasa, sabed que no le importa.
Cuando llueve otra vez, siembra de nuevo.

Si llegado es el tiempo de la chaya,
cuando todo es dulzura y es contento,
¡cómo es lindo a la sombra de las parras
cantar vidalas, sin que importe el tiempo!

O salir por las calles a caballo
en grupo alegre, como ayer lo hicieron
nuestros padres, con las cajas indias,
de una a otra casa por el pueblo,

en tanto que cohetes y petardos
encabritan las bestias con su estruendo
y el olor de la albahaca y de la pólvora,
de la fiesta pagana es su sahumerio.

Y beber de sus vinos exquisitos
sin excederse mucho, que no es bueno.
Lo preciso nomás, para que el alma,
pueda apreciar mejor todo lo bello.

Apegado a su tierra esperanzado,
sobrelleva reveses en silencio.
Rechaza el relumbrón, la pirotecnia,
Tan caros a la gente de otros pueblos.

Debajo de su apatía y mansedumbre,
esconde un corazón de vivo fuego.
Si ser bueno en exceso perjudica,
el riojano jamás repara en ello.

Tal vez un poco huraños somos todos,
poco dados al ruido, a lo moderno.
La belleza sencilla nos cautiva;
la soledad nos gusta y el silencio.

Sencillez y humildad nos predicaste
San Francisco Solano, con provecho.
El ruido no hace bien ni el bien lo hace.
Nuestro modo de ser es a tu ejemplo.

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