Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

28 de octubre de 2018

FILI DAVID IESU, MISERERE MEI!: el grito de todos los tiempos



EL CIEGO BARTIMEO
Y LA REPETICIÓN DEL SANTO NOMBRE




En el conocido pasaje del Evangelio del mendigo ciego de Jericó que se hallaba al "borde del camino",  se lee que, al saber que pasaba el Maestro, comenzó a gritar: "¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!", siendo curado por su insistencia, y luego lo sigue camino a Jerusalén (cfr. Mc. 10, 46-52)

Un eco de este pasaje evangélico es la bimilenaria tradición espiritual del oriente cristiano, especialmente usada entre los anacoretas y los padres del desierto, que consiste en repetir casi constantemente el Santo Nombre.

Del maravilloso legado doctrinal de San Juan Pablo II leemos en el CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (Cfr. 2667-2668)

                El Nombre de Jesús contiene todo: Dios y el hombre y toda la Economía de la creación y de la salvación. Decir “¡Jesús!” es invocarlo desde nuestro propio corazón. Su Nombre es el único que contiene la presencia que significa. Jesús es el resucitado, y cualquiera que invoque su Nombre recibe al Hijo de Dios que le amó y se entregó por Él.

                Esta invocación de fe bien sencilla ha sido desarrollada en la tradición de la oración bajo formas diversas en Oriente y en Occidente. La formulación más habitual, transmitida por los monjes del Sinaí, de Siria y del Monte Athos es la invocación: “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de nosotros, pecadores” Conjuga el himno cristológico de Flp. 2, 6-11 con la petición del publicano y del mendigo ciego (cf Lc. 18,13; Mc. 10, 46-52). Mediante ella, el corazón está acorde con la miseria de los hombres y con la misericordia de su Salvador.

                La invocación del santo Nombre de Jesús es el camino más sencillo de la oración continua. Repetida con frecuencia por un corazón humildemente atento, no se dispersa en “palabrerías” (Mt. 6, 7), sino que “conserva la Palabra y fructifica con perseverancia” (cf Lc.8, 15). Es posible “en todo tiempo” porque no es una ocupación al lado de otra, sino la única ocupación, la de amar a Dios, que anima y transfigura toda acción en Cristo Jesús.

DOS ANÉCDOTAS AL RESPECTO

1.      Hasta no hace muchos años muchísima personas, en su vida diaria, decían el Santo Nombre en forma espontánea muchas veces al día, repitiendo ante cada acontecimiento "¡Jesús!", que les salía espontáneamente de sus labios.  Escucharlas era un modelo patente de vidas afirmadas sólidamente en la fe de siglos. Ese especie de muletilla, que trasuntaba una fe vivida se ha perdido. ¡Qué secularismo devastador nos ha invadido en pocos años, produciendo un desierto espiritual desolador!

1.      El fundador de la Congregación del Verbo Divno, san Arnoldo Janssen, exigía colocar en cada casa religiosa un reloj con campana (que tocaba cada cuarto de hora) para hacer recordar a quienes habitan en ella que al tañido de la campaña debían elevar una breve jaculatoria de fe, en el lugar que estuvieran. ¡Qué espíritu de fe la de esos consagrados!








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