LA MÚSICA SAGRADA
Y SU
FINALIDAD EN LA LITURGIA
Los días 22 y 23 de septiembre de 2018,
con motivo de la Asamblea General de la Asociación Pro Liturgia
(asociación fundada en 1988 para la aplicación de las decisiones del Concilio Vaticano II) en Ain, Francia,
(asociación fundada en 1988 para la aplicación de las decisiones del Concilio Vaticano II) en Ain, Francia,
Su Eminencia, el Cardenal Robert Sarah, expuso
sobre la Música sagrada.
Aquí un párrafo de su alocución:
El
canto litúrgico está ahí para hacernos orar y, en nuestro tiempo, su objetivo
principal, incluso antes de guiarnos a la meditación y la adoración, es aliviar
el tumulto interno de nuestras pasiones, nuestra violencia y nuestras
divisiones entre la carne y el espíritu.
El
ritmo es, por lo tanto, un elemento muy importante, incluso esencial, de este
apaciguamiento, de esta paz interior encontrada o adquirida con dificultad con lágrimas del esfuerzo, porque si rompe el silencio
del alma humana es como si un agresor forzara a abandonar la vida cristiana.
Una
melodía estridente, incluso discordante, se comporta como un verdadero agresor
que viene a desgarrar el alma y dejarla dispersa, jadeando, harapienta.
Este
es el sufrimiento expresado por tantos fieles al final de ciertas Misas con
estas palabras: "escándalo", "malestar",
"sufrimiento", "desacralización", "falta de
respeto"... Sí, es una cuestión de verdadera agresión, es decir, la intrusión
violenta, una intrusión al alma donde Dios conversa con su criatura, como un
amigo con su amigo.
Nuestros
contemporáneos, que con razón son tan sensibles al tema de los derechos
humanos, deberían reflexionar sobre esta violación de un derecho esencial: la
intimidad del alma y su relación única e inefable con su Creador.
Ciertas
formas de música y canto -que se escuchan en nuestras iglesias- van en contra
de este derecho elemental del encuentro de la persona humana con Dios debido a
la ruptura del silencio interior, que se rompe como cuando un dique cede bajo
la presión de un torrente de barro.
Por
lo tanto, no vacilo en declarar con insistencia y humildad: les imploro, si la
canción rompe el silencio interior, el del alma, que renunciemos por el momento
y que ¡se restaure el silencio primero!
En
esta área, la responsabilidad de los obispos, y de los sacerdotes -sus
colaboradores, especialmente en las parroquias y capellanías- es inmensa y
crucial, tanto desde el punto de vista de la elección como de la selección de
las canciones litúrgicas con el criterio que hemos expuesto.
Es
muy importante en este punto la formación que reciben los seminaristas,
novicios y también, por supuesto, los fieles. Muchos
de ellos sienten, y cada vez más, la necesidad de una formación litúrgica de
calidad, especialmente directores de coros, cantantes y músicos, así como miembros
de los equipos litúrgicos que son responsables de ello.
La
elección de canciones litúrgicas debe estar bajo la dirección de su pastor. Y tolerar
que cualquier música o canción continúe arruinando la Liturgia, es demoler
nuestra fe, como a menudo recuerdo: "Lex orandi, lex credendi”.
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