Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

26 de marzo de 2016

DESTRUYAN Y YO LO LEVANTARÉ

EL TERCER DÍA

Reflexión espiritual, muy propicia para este Sábado Santo, en que esperamos la proclamación del Exultet pascual en vigilante espera.



Iglesia románico-gotica de St. Etienne Le Vieux, en Caen, Normandía, Francia, devastada en la Segunda Guerra Mundial



El templo destruido y reconstruido.

La mención terrible del Templo ya es un asunto capital desde la expulsión de los mercaderes, en la primera Pascua que Jesús pasa en Jerusalén, al principio mismo de su vida pública. Y ya desde entonces querían matarlo.

Allí anuncia:

“Destruyan este templo y en tres días lo levantaré”.

Contesta así cuando le preguntan con qué autoridad expulsa del Templo a mercaderes y cambistas a latigazos. 

Su autoridad es la autoridad del Tercer Día. De lo que sólo Él puede al cabo de Tres Días.

En los Evangelios, entre los testimonios falsos que se pagaron para condenarlo, hay quienes dicen que dijo algo bien distinto:

“Yo destruiré este Templo hecho por la mano del hombre, y en tres días volveré a construir otro que no será hecho por la mano del hombre...”

Con iguales palabras se burlan de Él los que pasan cerca de la Cruz:

“Tú que destruyes el Templo y en tres días lo levantas, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz...!”

Pero Jesús dijo destruyan. No dijo destruiré.

Solamente el apóstol Juan anota en aquel pasaje:

“Pero Él hablaba del Templo de su Cuerpo. Cuando resucitó, pues, de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho eso, y creyeron en la Escritura y en las palabras que había dicho Jesús.”


El Templo. La figura de algo inmenso y hondo.

El Templo es Su Cuerpo.

La Iglesia es Su Cuerpo, místico.

Nosotros también somos Su Cuerpo, como atestigua san Pablo varias veces. Y allí, Él es la Cabeza del cuerpo.

Y algo del entero Cosmos creado y de la historia, que es el tiempo de lo creado, también es Templo. Herido. Flagelado. Destruido. Y por Él vuelto a levantar en Tres Días, misteriosos para nosotros los mortales.

“Tres días”, dice Jesús.

Y el cuerpo espera que, aquello que destruimos, Él lo reconstruya en tres días.

Y esperamos el Tercer Día.

Y así conmemoramos y celebramos el pasado histórico y la altísima densidad sobrenatural de Su Resurrección y, a la vez, lo por-venir: aquel Tercer Día en Jerusalén y aquel Tercer Día en que resucitará a su Cuerpo, pero ahora en todas las formas en que su Cuerpo ha sido figurado por su propio designio.

Y entonces, todo lo que es Su Cuerpo será reintegrado, todo Su Cuerpo flagelado y herido, destruido, será un Templo ya entonces sí brillante, entero.

Y cuando eso sea ya no habrá más días…  


(del blog ENS)

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