Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

18 de marzo de 2016

LA CRISIS DE LA MASCULINIDAD: CONSECUENCIA DE LA IDEOLOGÍA DE GÉNERO

FIRME EN LA BRECHA

El Obispo de Phoenix, USA, presentó una Carta Pastoral sumamente interesante, donde se dirige a los hombres católicos, para hablarles acerca de la misión del hombre en la Iglesia y en la sociedad. Se refiere a una “crisis de la masculinidad” frente al menosprecio de la paternidad y la vocación del hombre como amigo, esposo y padre, que nace de la tan difundida "ideología de género". 
Y propone caminos para una “identidad del hombre católico” basada en la complementariedad del hombre y la mujer, y no en su enfrentamiento o minusvaloración. Una propuesta positiva ante un desafío pastoral que no es muy considerado en la actualidad.

Una exhortación apostólica a los hombres católicos, mis hijos espirituales en la Diócesis de Phoenix

+Thomas J. Olmsted
Obispo de Phoenix, Arizona, USA


 “Busqué entre ellos un hombre que levantara un cerco
y se mantuviera firme sobre la brecha delante mi…”
Ezequiel 22:30

Un llamado a la batalla
Escudo de la diócesis católica de Phoenix, Arizona, USA

Empiezo está carta con un llamado fuerte y claro para ustedes, mis hijos y hermanos en Cristo: hombres católicos, no duden al entrar en la batalla que se pelea alrededor de ustedes, la batalla que está hiriendo a nuestros niños y familias, la batalla que está distorsionando la dignidad tanto de hombres como mujeres. Esta batalla de seguido esta oculta, pero es muy real. Esta batalla es primordialmente espiritual pero está matando progresivamente lo que queda del carácter cristiano de nuestra sociedad y cultura, e incluso en nuestros propios hogares.

El mundo está bajo el ataque de Satanás, como lo predijo el Señor (1 Pedro 5:8-14). Esta batalla sucede en la misma Iglesia; y la devastación es demasiado evidente. Desde el año 2000, 14 millones de católicos han dejado la fe, la educación religiosa para niños en las parroquias ha bajado un 24%, la asistencia en las escuelas católicas ha bajado un 19%, el bautizo de niños ha bajado un 28%, el bautizo de adultos ha bajado un 31%, y los matrimonios sacramentales católicos han bajado un 41%.[1] Esta es una brecha muy grave, un hoyo en las líneas de combate de Cristo. Aunque la Diócesis de Phoenix está mucho mejor que las estadísticas nacionales, las pérdidas son asombrosas.
Una de las razones claves por las que la Iglesia está vacilando bajo los ataques de Satanás es que muchos hombres católicos no han estado dispuestos a “mantenerse firmes sobre la brecha” –llenando ese espacio abierto y vulnerable al ataque. Un tercio ha dejado la fe y muchos de los que todavía son “católicos” practican la fe con timidez y un compromiso mínimo de transmitirles la fe a sus hijos.[2] 
Nuevas investigaciones revelan que en grandes números los hombres jóvenes católicos están dejando la fe para convertirse en “Ningunos”, hombres que no tienen afiliación religiosa. Las crecientes pérdidas de hombres católicos jóvenes tendrán un impacto devastador en la Iglesia en EE.UU. en las siguientes décadas, a medida que los hombres ancianos mueran y los hombres jóvenes no permanezcan ni se casen en la Iglesia, acelerando así las pérdidas que ya han ocurrido.
Estos datos son devastadores; porque a medida que nuestros padres, hermanos, tíos, hijos y amigos se alejan de la Iglesia, caen más profundamente en el pecado, lo cual rompe nuestros lazos con Dios y hace a los hombres vulnerables a los fuegos del infierno. Aunque sabemos que Cristo le da la bienvenida a todo pecador arrepentido, sucede que cantidades enormes de hombres católicos están fracasando en el cumplimiento de las promesas que hicieron en el bautismo de sus hijos niños de llevarlos a Cristo y criarlos en la fe de la Iglesia.
Esta crisis se hace evidente en el desaliento y la desconexión de hombres católicos como ustedes y yo; de hecho, es precisamente por eso que considero necesaria esta exhortación, e incluso la razón de mi esperanza. Porque Dios constantemente supera el mal con el bien; la alegría del Evangelio es más fuerte que la tristeza traída por el pecado. Una cultura del descarte no puede resistir la luz y vida nueva que constantemente irradia de Cristo. ¡Por eso, los llamo a que abran sus mentes y corazones a Él, el Salvador que los fortalece para permanecer firmes en la brecha!
El propósito de esta exhortación
Ofrezco esta Exhortación como un aliento, un reto, y un llamado a la misión para cada hombre dispuesto en la Diócesis de Phoenix: sacerdotes y diáconos, padres e hijos, abuelos y viudos, hombres jóvenes en preparación para su vocación –a cada hombre. Con esta Exhortación, quiero dejar clara para ustedes la naturaleza de esta misión de Cristo con la guía clara de las Sagradas Escrituras, el Magisterio de la Iglesia, y el ejemplo de los santos.
Tres preguntas primordiales que quiero contestar:




Antes de atender estas preguntas, es importante entender en el contexto preciso tres puntos cruciales.
Contexto #1:
Un nuevo movimiento apostólico – La “Nueva Evangelización”
Primero, un nuevo movimiento apostólico está entre nosotros en este preciso momento en la historia de la Iglesia. El Espíritu Santo está trayendo lo que los recientes Papas han llamado la “Nueva Evangelización”. 
Por evangelización nos referimos al compartir del Evangelio de Jesucristo por todos los medios disponibles, como la predicación, la enseñanza, el testimonio fructífero y fiel de la vida familiar, el celibato vivido por el bien del Reino de Dios, los medios y otras artes puestas al servicio del Evangelio. ¿Y qué es lo nuevo? 
Lo nuevo de nuestros tiempos es esto: nos encontramos, en Occidente, en medio de culturas en competencia –en las ciudades y vecindarios donde el Evangelio antes permeaba con profundidad. ¡El mandato de Jesucristo (San Mateo 28:16-20) de ir por el mundo a compartir la Buena Nueva ya ha sucedido donde vivimos! Esta impregnación del Evangelio en la cultura Occidental fue tan profunda que se convirtió en parte de su cimiento, y en cierta forma, hoy todavía permanece. Esto es evidente en las ideas contemporáneas sobre la vida que provienen directamente del cimiento Greco-Romano y Judío-Cristiano, como nuestro concepto de la “justicia”, “igualdad”, “virtud”, “dignidad humana”, “compasión”, “gobierno representativo”, “la Regla de Oro”, los “Diez Mandamientos”, el “hospital”, la “universidad” y otros desarrollos claramente positivos en la historia de la civilización. Todo esto es nuestro patrimonio y la herencia de nuestros ancestros espirituales. ¡Nos encontramos sobre este cimiento, lleno de bendiciones porque el Evangelio ha sido enseñado aquí, recibido en fe y puesto en práctica!
Sin embargo, hay termitas trabajando sobre este suelo. Aquí en este desierto urbanizado que es Arizona, conocemos bien a las termitas. Los constructores saben que ninguna casa construida en este clima está completamente inmune de estos hambrientos insectos subterráneos. De la misma forma, ninguna cultura, por más profundas que sean sus raíces cristianas, es inmune a la corrupción de las verdades a medias y el pecado camuflado. Todavía existen muchos frutos de nuestra herencia cristiana, pero las raíces debajo del suelo están bajo ataque. Mucho en nuestra sociedad aún es bueno, y debe ser preservado, pero sería ingenuo ignorar las crecientes tendencias que amenazan el bien que aún hay en la sociedad, y que podrían desperdiciar ese patrimonio con el que hemos sido bendecidos.
La respuesta, y única solución, es la Nueva Evangelización. El Papa San Juan Pablo II, con quien pude trabajar muy de cerca por 9 años, quien ha inspirado a muchos hombres, escribió “No hay solución a la cuestión social fuera del Evangelio”.[3] En esta exhortación, con mucho gusto hago mías sus palabras: ¡no hay solución a nuestro declive cultural fuera del Evangelio de Jesús!
Desalentador tal vez – ¡pero de seguro, una aventura! En el libro del Apocalipsis, el Señor Jesús nos dice “Yo hago nuevas todas las cosas” (21:5) – que todas las cosas viejas y cansadas, pecaminosas y rotas, son renovadas en su Encarnación, muerte, y Resurrección. ¿Puede esto ser cierto? La respuesta es un rotundo “¡Sí!”. Un verdadero hombre católico basa toda su vida en esta proposición que todo se hace nuevo en Jesucristo. Nuestro Señor ha prometido que está y estará con nosotros. Y así, hombres católicos a través de los siglos han respondido al ancestral y siempre nuevo llamado de entrar en batalla. Confío en que ustedes también responderán manteniéndose firmes en la brecha de nuestro tiempo. Tengan confianza. ¡Sean audaces! ¡Hacia adelante, Firmes en la brecha!
Contexto #2:
Un Hospital de Campaña y una Escuela de Combate
En sus homilías, el Papa Francisco ha descrito a la Iglesia de hoy como “un hospital de campaña tras una batalla”, en otras palabras, una fuente constante de misericordia para resistir y sanar las heridas que todos llevamos; fuente constante de la verdad para sanar al hombre y prepararlo para pelear otra batalla por Cristo. 
La Iglesia ya está buscando, pero necesita redoblar sus esfuerzos para encontrar, aquí en Phoenix y en todas partes, la manera de sanar por nosotros mismos y los medios para cuidar a otros quienes, como nosotros, llevan el signo de la Caída de manera debilitante –ya sean heridas físicas o espirituales, problemas de adicción a la pornografía, a las drogas, el alcohol o la comida; o la creciente herida de los matrimonios quebrantados, padres ausentes, o una vida familiar problemática. 
Nuestros tiempos requieren la renovación del ingenio de la Iglesia, dado por el Espíritu Santo, para sanar física y espiritualmente. Como dice el Papa Francisco, los heridos están alrededor de nosotros, “¡Qué inútil es preguntarle a un herido si tiene altos el colesterol o el azúcar! Hay que curarle las heridas”.[4] Al mismo tiempo la proclamación de la verdad en su totalidad hallada en la Iglesia Católica es esencial. Eso los lleva a ustedes, hombres, a vivir vidas en las que nuestro pecado no causa heridas purulentas. Por medio de la misericordia y verdad de Cristo nos hacemos fuertes en la fortaleza de Cristo, valientes con su coraje, y podemos experimentar la alegría del combate al ser soldados de Cristo.
Siendo así, otra imagen complementaria a la del Hospital de Campaña es adecuada para nuestros días: la Escuela de Combate. La Iglesia es, y siempre ha sido, una escuela que nos prepara para el Combate Espiritual. Los cristianos estamos llamados a “pelear el buen combate de la fe” (1 Timoteo 6), a revestirnos “con la armadura de Dios, para que puedan resistir las insidias del demonio” (Efesios 6:11).
Desde que Jesús eligió a los Doce Apóstoles, los formó en Su presencia y los envió en Su Nombre, Él ha continuado, por medio de Su Iglesia, eligiendo y formando hombres para enviarlos a buscar heridos. Ese es el significado de la palabra apóstol –hombres enviados. Con esta carta, entonces, hijos y hermanos míos, los urjo a escuchar el llamado de Jesús y a que le permitan formar sus mentes y corazones con la luz del Evangelio con el propósito de ser enviados. Por eso esta carta es una exhortación apostólica; por medio de ella los exhorto a hacer el trabajo de soldados de Cristo en el mundo de hoy.
Contexto #3:
Hombre y Mujer son personas complementarias, no rivales
La complementariedad de la masculinidad y feminidad es la clave de la manera en que los humanos son imagen de Dios. Sin saber o entender esto, no podemos conocernos a nosotros mismos y nuestra misión como hombres, tampoco las mujeres pueden abrazar su auténtica vocación confiadas en el amor del Padre.
El hombre y la mujer son ciertamente distintos. Cada vez más la ciencia profundiza en su comprensión de esa diferencia. Hasta hace muy poco, no entendíamos mucho sobre la complejidad de las hormonas, reacciones químicas y las diferencias cerebrales presentes en niños y niñas, hombres y mujeres, todos como respuesta a la presencia de XX o XY como combinación de los genes presentes durante la concepción. Por ejemplo, la mucho mayor cantidad de corpus collosum, las fibras nerviosas conectivas entre los dos lados del cerebro en la mujer es un descubrimiento fascinante; así como lo es la manera en que el cerebro del hombre es por lo general más segmentado en sus funciones. Hay estudios que muestran a niñas bebés, quienes en promedio, observan el rostro de un adulto que las observa por el doble de tiempo que los bebés varones, quienes se interesan más en el diseño físico que Dios le dio a la persona.[5] 
Todos estos datos científicos descubiertos por la ciencia añaden a nuestro conocimiento de la complementariedad sinfónica entre el hombre y la mujer, algo en lo que acertamos en ponderar y en lo que nos alegramos al encontrar la belleza de esa diferencia.
Esta diferencia es también un reto, ya que el malentendido puede infiltrarse y el pecado puede hacer que perdamos respeto, robándonos la esperanza de una colaboración pacífica y fructífera entre los hombres y las mujeres. Pero esta lucha de los sexos no es culpa de la creación de Dios; es el resultado del pecado. El Papa Francisco lo explica de la siguiente manera:
           Hombre y mujer son imagen y semejanza de Dios. Esto nos dice que no sólo el hombre ha tomado la imagen de Dios, no sólo la mujer ha tomado la imagen de Dios, pero también hombre y mujer, como pareja, son imagen de Dios. La diferencia entre hombre y mujer no es por oposición, por subordinación, pero sí para comunión y procreación, siempre a imagen y semejanza de Dios.[6]
Junto a esta lucha, el rápido avance de la “ideología de género” que ha infectado sociedades alrededor del mundo y que busca desplazar al masculino y femenino como la manera normal de entender el género de los humanos, añadiendo otras categorías, es descorazonador para cualquier individuo y para la sociedad. Es una mentira. Es dañino para el ser humano, y por lo tanto un concepto al cual debemos oponernos como cristianos, y al mismo tiempo mostrar compasión y proveer ayuda para aquellos quienes experimentan confusión sobre su identidad de género. Esta confusión es de esperarse cuando el veneno del secularismo alcanza niveles tan críticos, porque “por el olvido de Dios la propia criatura queda oscurecida”.[7]
El dañino impacto de esta “ideología de género” en cada individuo y en la sociedad fue mencionado extensamente este año por el Papa Francisco:
Yo me pregunto si la así llamada teoría del género no es también expresión de una frustración y de una resignación que apunta a cancelar la diferencia sexual porque no sabe más confrontarse con ella. Nos arriesgamos a dar un paso atrás. La remoción de la diferencia, en efecto, es el problema no la solución. Para resolver sus problemas de relación, el hombre y la mujer deben en cambio hablarse más, escucharse más, conocerse más, quererse más. Deben tratarse con respeto y cooperar con amistad.[8]
Así como el Papa Francisco nos recuerda que “nos amemos los unos a los otros”, yo los exhorto, mis hijos y hermanos en Jesucristo, a abrazar más profundamente la belleza y riqueza de la diferencia sexual y a defenderla contra las falsas ideologías.
Ahora que ya establecimos el contexto sobre el cual entender las preguntas que hace esta exhortación, dirijámonos ahora a su debida respuesta.
Primera pregunta:
¿Qué significa ser un hombre católico?

Ecce Homo – He aquí el hombre
Cada hombre, y en particular hoy, debe llegar a una aceptación madura y entendimiento de lo que significa ser un hombre. Esto pareciera obvio, pero en nuestro mundo hay muchas imágenes distorsionadas y evidencia de confusión sobre lo que es la masculinidad verdadera. Podemos decir con certeza que por primera vez en la historia, la gente está tan confundida o es tan arrogante que ahora intenta determinar su propia masculinidad o feminidad.
En un momento llamativo del juicio de Jesús, Pilato, con todo su poder mundano, presentó a Jesús ante la gente con las palabras “¡He aquí el hombre!” (Ecce homo en Latín). Pensaba que sólo presentaba a un hombre de Nazaret, sin saber reconocer que presentaba a Dios hecho hombre, el Verbo encarnado, Jesús de Nazaret quien es completamente Dios y completamente hombre, la perfección de la masculinidad. Cada momento de Su vida en la tierra es una revelación del misterio de lo que significa ser hombre – o sea, ser completamente humano, y a la vez el modelo de la masculinidad. “Lo que había de visible en su vida terrena conduce al misterio invisible de su filiación divina y de su misión redentora”. (Catecismo 515) 
El Padre envió a Su Hijo para revelarnos lo que es ser un hombre; y la totalidad de esa revelación nace de la Cruz. Nos dijo que fue por esa razón que Él vino al mundo y que ese era sú más grande deseo – para entregarse a sí mismo por completo.[9] Aquí yace la masculinidad en su totalidad; cada hombre católico debe estar preparado para mantenerse firme sobre la brecha, entrar en combate espiritual, defender a la mujer, a los niños y demás contra la adversidad y asechanzas del demonio.
Buscar lo que el mundo nos presenta como masculino es ver las sombras, o incluso fraude, de lo que es masculino. Ningún atleta, no importa cuántos trofeos, ningún líder político, no importa cuánto poder tenga temporalmente, ningún artista, hombre de negocios o celebridad, aunque sea adorado por muchos, ningún atributo físico, masa muscular, inteligencia o talento, premios o logros pueden otorgarle masculinidad a un hombre. 
La idolatría de las celebridades es una tentación muy particular de nuestros tiempos – pero el construir nuestra identidad masculina en esos modelos fugaces es construir sobre la arena. Mis hermanos católicos, sólo podemos construir una fundación sólida para nuestra masculinidad sobre la roca, Jesucristo. Vemos a Jesucristo como la expresión de la masculinidad, para ser transformados en Él, para ser los hombres que somos llamados a ser, y para dejar que otros lo vean a Él en nosotros.
Pero no sólo buscamos a Jesús; ¡verdaderamente lo encontramos en la Misa!. Recibimos el regalo del mismo Jesús en la Eucaristía. Por esa razón, aquí llamo a mis hermanos sacerdotes a despertar este sentido transcendental en los corazones de los hombres por medio de la reverencia y la belleza de la liturgia; y así ayudar a los hombres a descubrir a Jesús en la Eucaristía cada domingo. Enséñenles a los fieles sobre la poderosa verdad de la liturgia, de manera que los hombres puedan relacionarse y entenderla. Ayudar a los hombres, tal vez por primera vez, a entender la totalidad del poder de la Misa debe ser su más alta prioridad. ¡Qué alegría es para los hombres cuando son liderados por un sacerdote con sentido seguro de su masculinidad, su llamado a participar del amor de Cristo como esposo, y su paternidad generosa y vivificante!
Los santos, nuestros héroes en la fe
Esto es lo que nuestros padres, los santos, han hecho por dos milenios. Y así como el Evangelio revela la realidad de la masculinidad, la podemos encontrar vivida en los santos.
Los santos son como la continuación de los Evangelios pues nos dan ejemplos de varios caminos de santidad. Y así como Jesús despliega la perfección de la masculinidad, la podemos encontrar vivida en los santos quienes fueron guiados por Cristo. De la misma manera en que un jugador de béisbol es inspirado por el Salón de la Fama del Béisbol, los hombres católicos miramos a quienes caminaron antes que nosotros como inspiración y aliento para pelear la buena batalla.
Piensa en todas las habilidades y talentos de los jugadores de béisbol. Una persona joven puede soñar con batear como Babe Ruth, cachar y lanzar como Willie Mays, tener la agilidad de Henry Aaron, la consistencia y trabajo duro de Lou Gehrig y Jackie Robinson. Los lanzadores jóvenes soñarían lanzar como Cy Young y Randy Johnson. Y mientras ven a estos jugadores jugar el juego de diferentes formas, son inspirados por el amor al béisbol.
Mucho más grande que un juego es lo que buscamos los hombres católicos. Nosotros buscamos a los santos como a héroes, buscando drásticamente vivir como Cristo, unidos a Él, aprendiendo de Él, en una forma drástica con la que nos podemos identificar la vida de un santo dice, “He aquí el hombre”. Esto es lo que insinuaba San Pablo al decir “Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí” (Gálatas 2:20).
Cada hombre debe decir quién será su santo patrón. Para ayudarlos, aquí les presento a 10 santos. Llamo a cada hombre católico a familiarizarse con ellos. Entre paréntesis se encuentra la virtud y el pecado con que cada uno sabe ser de gran ayuda:
·         San José (Confianza en Dios – Egoísmo)
·         San Juan el Bautista (Humildad – Arrogancia)
·         San Pablo (Adherencia a la Verdad – Mediocridad)
·      San Miguel Arcángel (Obediencia a Dios – Libertinaje y Rebeldía)
·         San Benedicto (Oración y Devoción a Dios – Pereza)
·         San Francisco de Asís (Felicidad – Moralismo)
·         Santo Tomás Moro (Integridad – Doble ánimo)
·         Beato Pier Giorgio Frassati (Castidad – Lujuria)
·         San Josemaría Escrivá (Audacia – Temor Mundano)
·         San Juan Pablo II (Defensa de los débiles – Pasividad)

Ni siquiera tenemos que buscar en el pasado distante. Todos hemos visto a San Juan Pablo II, quien perdonó a quien pudo haber sido su asesino, y luego de recuperar su salud, continuó incansable su llamado al mundo de “abrir ampliamente las puertas a Cristo”.[10] Una y otra vez nos exhortó, diciendo “No tengan miedo”. Todavía hoy en regiones del mundo donde azota la persecución, hemos visto valientes testimonios de la verdad en los recientes mártires en Siria, Nigeria, Iraq y otros lugares destrozados por la guerra. Tan sólo el invierno pasado veintiún hermanos cópticos fueron decapitados en una playa en Egipto, como dijo el Papa Francisco “por el sólo hecho de ser cristianos”.[11]
Hombres, ¡nunca debemos pensar que la santidad y el valor son cosas del pasado! Ustedes y yo somos llamados a una santidad que le muestra Cristo al mundo como nuestros padres lo hicieron incontables veces a través de la historia, siguiendo la inspiración del Espíritu Santo. De hecho, en este tiempo de creciente audacia en el demonio, cada hombre debe prepararse nada menos que para el martirio, de cualquier forma que éste se presente, y sembrar en sus hijos y nietos la voluntad para hacer lo mismo.
¿Qué no continuará inspirando el Señor a los hombres? ¡Por supuesto que sí! ¡Él continúa haciéndolo! Nuestra preocupación no es si es que el Señor nos dará las fuerzas necesarias, pero sí cómo es que lo hace ahora. ¿Cómo su Espíritu nos mueve a levantarnos y rechazar ser pasivos en una cultura sin padres? ¿Cómo es que ahora nos inspira a una fuerza interior en una cultura pornográfica? ¿Cómo nos inspirará a buscar más allá de nosotros y nuestra tecnología hacia las periferias donde necesitan a Cristo? ¿Cómo nos inspira el Señor a ustedes y a mí, ahora mismo, para hacer a un lado nuestra preocupación por la comodidad y servir al prójimo, manteniéndonos firmes en la brecha?
Los aliento a que se familiaricen con las vidas de los santos. Así como un joven jugador de béisbol se perdería de mucho sin haber estudiado a los grandes del Salón de la Fama, nosotros también nos perdemos de mucho permaneciendo ignorantes sobre la vida de los santos que nos precedieron hacia el mucho más glorioso Salón de los Cielos.
La identidad del hombre católico
Ahora deseo hablarles de nuestra identidad católica en Cristo. La mayoría de los hombres santos que mencioné vivieron en tiempos distintos a los nuestros. Tuvieron retos y llamados diferentes. Pero todos tuvieron algo en común, ¡fue Cristo quien les dio su verdadera identidad! Aquí recordamos la sabiduría expuesta en el Concilio Vaticano II: “Jesucristo manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación”.[12]
De manera sutil somos tentados a mirar a otro lado buscando nuestra identidad. Las opiniones de los demás, nuestras carreras, posesiones, juguetes, deportes, aficiones, ropa, tatuajes, casas y carros son todas formas con las que somos tentados a identificarnos. Pero aunque algunas de éstas son parte de la vida, no constituyen el centro de nuestro ser. Después de haber sido comprados con la sangre del Cordero, “nuestra ciudadanía está en el Cielo” (Fil. 3:20). “Tanto en la vida como en la muerte, pertenecemos al Señor” (Romanos 14:8). El mundo no puede darnos nuestra verdadera identidad. Tenemos que estar alertas para no distraernos con falsas identidades y permanecer firmes en Jesucristo.
Sencillamente, nuestra identidad está asida a la identidad de Cristo, es recibida en nuestro bautismo así como fue declarado en Su bautismo. “Tú eres mi Hijo muy querido, en tí tengo puesta toda mi predilección” (Marcos 1:11). Al hablar de conversión, hablamos de aceptar nuestro crecimiento hacia esa identidad. Cuando hablamos del pecado, hablamos de todo aquello que nos aleja de nuestra identidad como queridos hijos del Padre. Ya que ésta es nuestra identidad, ser Hijos de Dios Padre, ¿debe sorprendernos que el diablo esté librando una batalla contra la masculinidad y la paternidad en nuestros días? El proceso de conversión cristiana incluye llegar a conocer el amor de Dios, experimentar fraternidad con Cristo quien profundiza nuestra identidad como hijos del Padre en el Espíritu Santo. Esta es nuestra meta de vida y nuestra batalla espiritual.
Hijos amados y libres, llamados a una batalla interior
Veamos a Juan el apóstol y amado discípulo para entender esta batalla. En su primera Carta a la Iglesia, San Juan habla de la triple tentación que todos enfrentamos: tentaciones a la pasión de la carne, codicia y ostentación de riqueza (1 Juan 2:16-17). ¿Qué no están todos los pecados ligados a estos tres? Juan identifica las batallas que todos debemos pelear en nuestro interior. De hecho, Cristo específicamente lucha contra estas tentaciones durante su encuentro con Satanás en el desierto (Mateo 4) y luego nos instruye en su Sermón de la Montaña (Mateo 6) sobre cómo luchar contra ellas.
Contra las pasiones de la carne, Jesús rechazó el ofrecimiento de pan de Satanás; y en el Sermón de la Montaña dos veces nos instruye a ayunar (Mateo 6:16). Nota que el Señor no dice “si es que ayunas” más bien “cuando ayunes”. El ayuno es un entrenamiento en conocimiento propio; es un arma clave para el autodominio. Si no tenemos dominio sobre nuestras propias pasiones, especialmente sobre la comida y el sexo, no podemos poseernos a nosotros mismos y colocar el interés de los demás antes del nuestro.
Al tentar a Jesús con la codicia, Satanás le ofreció “todos los reinos del mundo y su gloria”. Jesús los rechazó en el desierto. Él nos llama a la libertad de la tentación de ganar el mundo a costas de nuestra alma. Aquí vemos un Satanás que nos tienta no por medio de personas sino de objetos (un carro, una casa, o la última tecnología, etc.). No faltan negocios o industrias que nos tientan a buscar la felicidad por medio de posesiones. Pero recuerden como el “hombre rico y joven”, se alejó “triste” de su encuentro con Jesús porque “tenía muchas posesiones” (Lucas 18:23). El Papa Francisco dice: “Mientras más vacío está el corazón de la persona, más necesita objetos para comprar, poseer y consumir”.[13] Con Jesús, estamos llamados a buscar, no a “aceptar”, una simplicidad de vida que en verdad nos libera para nuestra misión en Cristo.
Por último, Jesús fue tentado con el orgullo. Satanás le ofreció usar Su poder para propósitos egoístas; pero Jesús rechazó esa gloria sin cruz y escogió el camino de la humildad. En el Sermón de la Montaña, Él nos dice dos veces que seamos humildes “cuando oren” (Mateo 6:5). De hecho, la protección más grande contra el egoísmo y la autosuficiencia es el buscar a Dios humildemente en oración. 
Las nuevas tecnologías de las redes sociales, por medio de las cuales estamos constantemente frente a los demás, hablando de nosotros como un mostrador, pueden llevar a un tipo de idolatría que nos consume. La oración honesta nos puede mantener con los pies en la tierra y ayudarnos a evitar esta tentación.
Hombres, la necesidad de que los pastores desafíen a los hombres a la batalla interior, a la riqueza de una vida interior comprometida con Dios, no es nada nuevo. Escuchemos las palabras de San Juan Pablo II frente a estudiantes universitarios en 1962, cuando era Arzobispo de Cracovia:
Estamos listos para tomar, o conquistar, en cuanto a disfrutar, beneficios, ganancia y éxito – incluso en el orden moral. Luego llega la cuestión de dar, y en ese momento nos hacemos hacia atrás, porque no estamos preparados para dar. El elemento que es tan característico bajo otras formas en el retrato espiritual de la mujer es casi imperceptible en el hombre… Tenemos una tendencia a una actitud religiosa como la de Nicodemo, hacia un tipo de devoción que se caracteriza casi sólo por discreción superficial pero muy seguido también por miedo de lo que los demás puedan pensar… Este catolicismo masculino no es interior ni suficientemente profundo; el creyente masculino no tiene una auténtica vida interior… nosotros los hombres no tenemos una vida interior suficientemente profunda.
El ser humano es una criatura, y por lo tanto en relación a Dios un receptor de amor y coraje antes de que Él o ella pueda transmitírselo a otros. Nemo potest dare quod non habet es el famoso término en latín creado por la Iglesia sobre esta verdad fundamental; no puedes dar lo que no tienes. María nuestra madre, la gran receptora del amor de Dios en su propio cuerpo es el modelo para nosotros como católicos, pero no sólo María –Todo gran santo, o sea, gran amante ha sido modelo en la historia de nuestra Iglesia. No hay un camino corto hacia la santidad, para convertirnos en los grandes hombres católicos que somos llamados a ser. ¡No hay un atajo mas allá de la ancestral batalla interior que cada uno de nosotros debe pelear!
Mientras recibimos el amor y misericordia de Dios en la oración y los sacramentos, el Señor nos da las armas seguras para esa “buena pelea” de la que habla San Pablo:
Revístanse con la armadura de Dios, para que puedan resistir las insidias del demonio. Porque nuestra lucha no es contra enemigos de carne y sangre, sino contra los Principados y Potestades, contra los Soberanos de este mundo de tinieblas, contra los espíritus del mal que habitan en el espacio. Por lo tanto, tomen la armadura de Dios, para que puedan resistir en el día malo y mantenerse firmes después de haber superado todos los obstáculos. Permanezcan de pie, ceñidos con el cinturón de la verdad y vistiendo la justicia como coraza. Calcen sus pies con el celo para propagar la Buena Noticia de la paz. Tengan siempre en la mano el escudo de la fe, con el que podrán apagar todas las flechas encendidas del Maligno. Tomen el casco de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios (Efesios 6:11-17).
Podemos estar tentados a decir: “Cuando deje esta triple batalla atrás, entonces viviré una vida en santidad”. Pero esa es una mentira. Es precisamente en el transcurso de esta pelea que vivimos como hombres católicos. Como dijo el Beato Pier Giorgio Frassati “Vivir sin fe, sin un patrimonio que defender, sin una lucha estable por la verdad –eso no es vivir, es existir”.[14] ¿Es que estamos tú y yo solo existiendo? ¿O estamos viviendo nuestra fe cristiana como hombres llenos de vida
Recuerden las palabras famosas del Papa Emérito Benedicto XVI:  Cualquier grandeza como hombres cristianos dNo habéis sido creados para la comodidad sino para la grandeza”.epende de esta lucha por la santidad; es la misma lucha que Cristo peleó en el desierto y la misma pelea que nuestros padres cristianos pelearon para transmitirnos la fe. Pobres de nosotros si no tomamos con valor y agradecimiento las armas del Espíritu; que nos ofrecen libre de costo, y luchamos. Lo que necesitamos es coraje, seguridad y humilde confianza en los recursos infinitos de Dios. ¡Hacia adelante! ¡Firmes en la brecha!
Las prácticas de un hombre católico comprometido
Dadas estas reflexiones sobre la masculinidad católica, pasamos a lo práctico – ¿Cómo vivir como un hombre católico? ¿Qué prácticas nos pueden ayudar a cargar nuestra cruz y seguir a nuestro Rey?
Véanlo de esta manera: aquellos soldados que no se mantengan fuertes en cuerpo y mente; y que no practiquen las artes esenciales del combate, no estarán listos para la batalla, y serán un peligro para ellos mismos y para sus compañeros en armas. Lo mismo es cierto para los hombres católicos: aquellos que no se preparen y fortalezcan así mismos para el combate espiritual son incapaces de mantenerse firmes en la brecha por Cristo.
Aunque hay muchas prácticas y devociones que un hombre católico puede seguir, les pido perseverar en estas 7 prácticas básicas de manera diaria, semanal y mensual. Empiecen ahora mismo.
Diariamente
1.      Oren todos los días. Cada hombre católico debe empezar su día con oración. Se ha dicho “hasta darse cuenta de que la oración es lo más importante en su vida, nunca tendrán tiempo para orar”. ¡Sin oración, un hombre es como un soldado sin comida, agua, o munición! Hagan tiempo al iniciar cada mañana para hablar con Dios. Oren las tres oraciones esenciales de la fe católica: el Padre Nuestro, el Ave María, y el Gloria. Oren también en cada comida. Antes que la comida o bebida toquen sus labios, hagan la Señal de la Cruz y digan “Bendícenos, Señor” y luego terminen con la Señal de la Cruz. Hagan esto, sin importar dónde estén, cuándo estén comiendo o con quién estén. Nunca tengan vergüenza o timidez para rezar al comer; no nieguen a Cristo. Rezar como un hombre católico antes de cada comida es simple pero una manera muy poderosa de mantenerse firme en la brecha.

2.      Examinen su conciencia antes de ir a dormir. Tomen unos minutos para repasar lo que hicieron ese día, piensen en sus bendiciones y pecados. Denle gracias a Dios por sus bendiciones y pidan perdón por sus pecados. Digan el Acto de Contrición.

3.      Vayan a Misa. A pesar de que ir a Misa todas las semanas es un precepto de la Iglesia, sólo 1 de cada 3 hombres católicos acude a Misa cada semana. Para un gran número de hombres católicos, su negligencia al no ir a Misa es un pecado grave, un pecado que los pone en peligro mortal.La Misa es un refugio en el Combate Espiritual, en el que los hombres católicos se encuentran con su Rey, escuchan sus mandatos y son fortalecidos con el Pan de Vida. Cada Misa es un milagro en el que Jesucristo está totalmente presente, un milagro que es la cumbre no sólo de la semana, sino de nuestra vida en la Tierra. En la Misa un hombre le da gracias a Dios por sus muchas bendiciones y escucha a Cristo enviándolo de nuevo al mundo a construir el Reino de Dios. Aquellos padres que llevan a sus hijos a Misa están de manera muy real asegurando su salvación eterna.

4.      Lean la Biblia. Como nos dice claramente San Jerónimo “La ignorancia de las escrituras es ignorancia de Cristo”. Al leer la palabra de Dios, Jesús está presente. Hombres casados, lean con su esposa e hijos; si los hijos de un hombre lo ven leer las Escrituras, ese es buen indicio de que permanecerán en la Fe. Mis hermanos en Cristo, de esto pueden estar seguros: los hombres que leen la Biblia crecen en gracia, sabiduría y paz.

5.      Santifiquen las fiestas. Desde la creación de Adán y Eva, al establecer un ciclo semanal terminando con el Sabbat, el Señor nos dio el Sabbat para asegurar tanto un día para darle gracias a Dios como también para descansar y recuperarnos. En los 10 Mandamientos, Dios le da una nueva importancia al Sabbat. Con toda la conmoción comercial y el ruido causado por los medios, el Sabbat es el respiro que Dios nos da de esa tormenta. Como hombres católicos deben empezar, o profundizar en la santificación de este día. Si están casados, deben llevar el liderazgo con sus esposas e hijos, para que hagan lo mismo. Dediquen el día al descanso, y el auténtico recreo; eviten todo trabajo innecesario. Pasen tiempo en familia, vayan a Misa, y disfruten el regalo de ese día.
Mensualmente - Semanalmente
6.      Confiésense. Al inicio del ministerio público de Cristo, Jesús llamó a todos los hombres a arrepentirse. Sin arrepentirnos de nuestros pecados, no puede haber sanación o perdón; y no habrá Cielo. Grandes cantidades de hombres católicos están en grave peligro mortal como consecuencia de los niveles epidémicos de consumo de pornografía y el pecado de la masturbación. ¡Mis hermanos, confiésense ahora mismo!Nuestro Señor Jesucristo es un Rey misericordioso que perdonará a quienes confiesen humildemente sus pecados; no perdonará a quienes se rehúsen. ¡Abran sus almas al regalo de su misericordia!

7.      Construyan fraternidad con otros hombres católicos. La fraternidad católica tiene un impacto dramático en la vida de los hombres. Los hombres que tienen lazos de hermandad con otros hombres católicos oran más, van a Misa y a la Confesión más frecuentemente, leen las Escrituras más; y están más activos en la Fe.Proverbios nos dice: “El hierro se afila con el hierro, y el hombre en el trato con el prójimo”. Llamo a cada uno de nuestros sacerdotes y diáconos a reunir a los hombres de sus parroquias y a empezar a construir una fraternidad católica vibrante y transformadora. Llamo a los hombres laicos a formar pequeños grupos de compañerismo para apoyo mutuo y crecimiento en la fe. No hay amigo, como un amigo en Cristo.

Segunda pregunta:
¿Cómo ama un hombre católico?

Ahora, consideremos el amor masculino. Esto no es fácil de hacer porque la palabra amor casi ha perdido su significado. Es una palabra que incluso los hombres se sienten incómodos al usar. ¿Por qué? ¿Qué es lo que ahora implica la palabra amor? ¿Sólo un sentimiento? ¿Algo que pasa? ¿Útil sólo para el mercadeo o tarjetas de felicitación, pero nada más?
Cristo dejó claro que en el centro de su misión está el amor. “Ámense los unos a los otros, como yo los he amado” (Juan 15:12) dice con pasión, pero sin señas de sentimentalismo. Todas las enseñanzas de nuestro Señor se reducen a este mandamiento. El amor, no es un asunto adicional, es la misión. Y sin embargo, sólo podemos amar tal cual fuimos creados, como hombres. ¿Cómo aman los hombres?
Por décadas, un modelo de masculinidad ha sido creado en el personaje ficticio de un espía secreto inglés llamado James Bond. Varios actores han tomado turnos representando a este hombre, en muchas aventuras, como una propuesta de lo que significa ser “masculino”. Pero Bond todavía es un enigma. Como a las mujeres que usa en sus películas, aquellos que lo ven se hallan tratando de entenderlo. Él nunca es un padre, tampoco acepta la responsabilidad por o el amor de una mujer. En Él vemos a un hombre cuyas relaciones son superficiales y puramente utilitarias. De hecho “El personaje de James Bond personifica una gran ironía. Tiene 40 años y no tiene ningún lazo. En realidad, es patético”.[15]
¿Qué tanto difiere esto con Cristo? ¿Hay miedo en Él? ¡Ni un puñado! ¿Quién es más hombre, aquel que corre o aquel que enfrenta sus responsabilidades y los retos de las relaciones, la familia y la intimidad? ¿Puede un hombre que teme entregarse a sí mismo ser auténtico discípulo de Cristo? De hecho, ¿puede un hombre así amar de verdad?
Por el significado de la palabra Bond en inglés: lazo o atadura, el nombre de James Bond es una gran ironía. Se trata de un hombre sin ningún lazo sentimental. ¡Pero el auténtico amor masculino siempre creará lazos! En la Cruz y en la Eucaristía, Jesús entrega su propia sangre para atarnos a Él por amor. En la Última Cena, se ofrece en la Eucaristía, Su oración hacia el Padre fue “para que sean uno, como nosotros” (Juan 17:11). Su amor comprometido, y atador, como Él dice “atraerá todos los hombres a Él” (Juan 12:32). La palabra religión, en su raíz latina, implica atadura. No es sorprendente que en una cultura de lazos rotos, tan temerosa del compromiso, escuchemos tan seguido “soy espiritual, pero no religioso”. ¡Les recuerdo que Satanás también es “espiritual, pero no religioso!”. Un hombre de 40 años sin un solo lazo de auto entrega en su vida merece lástima, no nuestra admiración.
En este sentido debo mencionar eso que se conoce como machismo. Un hombre católico está por encima del machismo. Cualquier despliegue de machismo busca seguridad en la imagen de dureza y falta de emociones. Sin embargo, se trata de una máscara muy delgada que cubre un miedo interior a los verdaderos lazos con los demás, lazos que vienen de las auténticas relaciones; y que hacen la vida rica y llena de significado. Detrás de esa máscara, como lo puede ver cualquier persona madura, está un hombre estancado en un miedo adolescente de vulnerabilidad. En muchos casos, él mismo ha sido herido y ahora repite un ciclo aprendido en la infancia.
En cambio, el verdadero amor que Cristo demuestra está centrado en desearle el bien al otro, en vaciarse por completo en caridad hacia los demás. Es así como Él revela el amor del Padre, “Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado” (Juan 15:9, 12). En Cristo vemos que el sacrificio está en el corazón del amor. Sólo el hombre que ha peleado la batalla interior de autocontrol contra lo estéril, el hombre que entrega su vida por otros, puede evitar el estancamiento y la absorción en uno mismo. ¡Nunca lo duden, este sacrificio vale la pena! Nuestro Señor nos alienta diciendo “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos” (Juan 15:13).
Tres amores masculinos:
amigo, esposo, padre

Un amigo en Cristo
Hermanos en Cristo

En el inicio de su ministerio en la tierra, Jesús llamó a otros hombres a que lo acompañaran. ¿Qué nos estaba enseñando? Vimos que Jesús llamó a sus discípulos hacia Él de tal manera que formaron profundos lazos de amistad y fraternidad. En la Última Cena, específicamente les dijo “Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre” (Juan 15:15). Esta amistad con Dios es posible, una verdadera hermandad con Jesús, porque tenemos el mismo Padre. ¿Ustedes mis hijos, tienen verdaderos hermanos en Cristo en sus vidas?
A través de la historia, incluida la historia de la cristiandad, importantes movimientos han sido iniciados por hermandades; amigos en Cristo. Los padres de la Iglesia San Gregorio y San Basilio fueron grandes amigos y compañeros de trabajo en la defensa de Cristo al permanecer firmes en la verdad y vencer las herejías que amenazaban a la Iglesia. San Benedicto y sus compañeros monásticos establecieron comunidades de hombres que preservaron y desarrollaron la cultura occidental, ante la destrucción bárbara e ineptitud. Esa gran muralla de protección de lo que es verdadero, bueno y bello fue forjada con una constante y próspera vida cristiana en fraternidad y amistad. San Francisco y Santo Domingo empezaron hermandades al servicio de los pobres y la defensa de la verdad. Los fundadores de la Sociedad de Jesús, San Ignacio y San Francisco Javier, y otros, trajeron un aire nuevo en la Iglesia e influenciaron a un sinfín de hombres, llamados a evangelizar hasta los rincones más lejanos del planeta. En el siglo 20 vemos la amistad entre C.S. Lewis y J.R.R. Tolkien y su hermano “Inklings” como esencial para su crecimiento e indispensable en el florecimiento de sus propios dones literarios y apologéticos.
¿Qué es la amistad? ¿Quién es nuestro amigo? Las Escrituras nos dicen: “El amigo ama en cualquier ocasión, y un hermano nace para compartir la adversidad” (Proverbios 17:17). Estoy convencido de que ante las adversidades que enfrentamos hoy, si los hombres procuran una verdadera hermandad, traerán consigo hermanos en Cristo que serán aplaudidos en el Cielo.
Por eso hombres, pregúntense: ¿Cómo son sus amigos? ¿Tienen amigos con quienes comparten la misión de santidad? De seguido, en el seminario los hombres jóvenes descubren la diferencia que hace tener amistades centradas en Cristo, y sus vidas se ven transformadas. Esas amistades no se limitan a las órdenes religiosas y los sacerdotes. Una renovada masculinidad no será posible sin que los hombres primero se unan como hermanos y verdaderos amigos. 
En mi propia vida, desde mi primer año como sacerdote, he sido grandemente bendecido por mis hermanos sacerdotes en la fraternidad Jesús Caritas.[16] Su compromiso con la adoración eucarística y simplicidad de vida, su fidelidad a Cristo en el celibato y la oración diaria, su amor fraternal, consejo sabio y aliento me han influenciado e inspirado en sobremanera a perseverar en mi propia misión en Cristo. Ha sido una alegría ver cómo la fraternidad en nuestra diócesis ha crecido y florecido en esfuerzos como la Conferencia de Hombres, Los Caballeros de Colón, Ese Hombre Eres Tú, el Movimiento de Cursillos y otros grupos. Todavía hay espacio para crecer, por supuesto, pero desde ya los frutos del Espíritu son evidentes en estos hermanos y amigos católicos.
De la misma forma hemos visto lo que pasa cuando hombres, jóvenes y viejos, no forman ni sostienen relaciones sanas. Muchos, buscando en el lugar equivocado, se encuentran en la falsa hermandad de las pandillas, o sin ningún tipo de hermandad, aislados y solos, y así perdiéndose de estas experiencias formativas tan críticas, sin nadie a quién rendir cuentas, y el compañerismo que sólo una verdadera amistad puede proveer.
Hay estudios que muestran que muchos hombres hoy viven vidas sin amistades. Esto tiene un efecto en los matrimonios en los que los hombres no tienen un soporte emocional aparte de sus esposas, o sus hijos; quienes deberían ver verdaderos amigos en las vidas de sus padres pero de seguido no es así. ¡Qué bendición tener la presencia de buenos y leales amigos que provean el aliento y apoyo responsable que necesitamos para ser libres! De hecho, como nos dicen las Escrituras, “El hierro se afila con el hierro, y el hombre en el trato con el prójimo” (Proverbios 27:17).
El hombre como esposo
A continuación, tratemos de entender más profundamente el llamado del hombre al amor de esposo. Todo hombre es llamado a vivir como esposo o padre de alguna manera: “Dios le da a cada nombre como tarea la dignidad de cada mujer”.[18] Cada hombre está llamado a comprometerse y entregarse por completo. Para la mayoría de los hombres, éste es el matrimonio mientras para otros éste es el sacerdocio o algún otro servicio sincero y de entrega completa a Dios. 
Pero en nuestros días, ese compromiso es de seguido visto como la elección de algo convencional incluso aburrido; algo que limita la libertad o amenaza el amor. ¡Nada podría estar más lejos de la verdad! Más bien, les recuerdo las palabras de San Josemaría Escrivá: “Hay una necesidad de una cruzada de hombría y pureza para contrarrestar y anular el trabajo salvaje de los que piensan que el hombre es una bestia. Y esa cruzada es su trabajo”.[19]
La preparación para este regalo sincero y completo coincide con el crecimiento de un hombre en masculinidad. Los “años de soltería” en la vida de un hombre joven son para esta formación, y no un tiempo de espera pasiva, mucho menos para el deleite en el pecado. “La juventud no fue hecha para el placer, sino para el heroísmo”, nos dice el gran dramaturgo católico francés Paul Claudel. Los animo, hombres jóvenes, a prepararse para el matrimonio incluso desde antes de conocer a quien será su novia. Ese entrenamiento en sacrificio consiste en amar a su novia antes de conocerla; para que un día puedan decir “antes de conocerte, ya te era fiel”.
Por el amor de esposos, los hombres experimentan un tipo de fuerza que perdura, una fuerza que el mundo anhela, una fuerza que puede estabilizar a una sociedad tambaleante. Es cierto que este amor no está libre de periodos difíciles. Ninguna vocación lo está. Sin embargo, con San Pablo “considero que los sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria futura que se revelará en nosotros” (Romanos 8:18). Hay gloria en el llamado de un hombre a ser esposo.
Cuando el gran San Juan Pablo II habló de un “significado del cuerpo como esposo”, él implicaba que todos los hombres estábamos llamados de alguna manera al amor de esposo.[20] Esto es, un amor comprometido, un amor que da la vida buscando el bien de aquellos a quienes el hombre se ha comprometido. Cuando un hombre es llamado a un amor de esposo en matrimonio y a la vida en familia, el sacerdocio o la consagración al Señor; ese hombre es llamado a una vida grandiosa y reveladora. De hecho, si huimos de esta batalla debido a sus desafíos, nos quedaremos vacíos. Aquellos que lleguen al juicio de Dios, después de esta vida, sin las cicatrices de un esposo sacrificado, tendrán su hombría en baja estima cuando oigan hablar a aquel que luchará con nos”.[21]
Déjenme hablar específicamente a los hombres llamados al amor conyugal en el matrimonio. Este es un llamado a la dignidad y belleza de la unión que simboliza el amor de Cristo como esposo por la Iglesia. San Pablo explica esto en sus instrucciones para los esposos al decir:
Maridos, amen a su esposa, como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella, para santificarla. Él la purificó con el bautismo del agua y la palabra, porque quiso para Sí una Iglesia resplandeciente, sin mancha ni arruga y sin ningún defecto, sino santa e inmaculada. Del mismo modo, los maridos deben amar a su mujer como a su propio cuerpo. El que ama a su esposa se ama a sí mismo. Nadie menosprecia a su propio cuerpo, sino que lo alimenta y lo cuida. Así hace Cristo por la Iglesia, por nosotros, que somos los miembros de Su Cuerpo. “Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y los dos serán una sola carne. Este es un gran misterio: y yo digo que se refiere a Cristo y a la Iglesia (Efesios 5:25-32).
El matrimonio en Cristo no es solamente una actividad humana. Es más alto; es un “gran misterio”. El deseo humano de amor es, en cierta forma, un deseo de amor infinito y eterno. En el sacramento del matrimonio el amor humano es atrapado en el amor infinito y eterno de Dios.[22] Hombres ¡Esa es la gloria! Llamados al matrimonio, ustedes son llamados a ser Cristo para su esposa. Debido a que este amor los une sacramentalmente al amor infinito que Cristo tiene por cada uno, su matrimonio sacramental se sobrepone a los límites del matrimonio natural y alcanza el infinito y eterno carácter al que todo amor aspira.
Aquí ya hemos llegado al epicentro de la batalla masculina en nuestros tiempos, el nexo entre la vida y el amor que es el regalo de Dios, la sexualidad. No puedo enfatizar lo suficiente, hijos míos, la necesidad de desarrollar castidad en su vida.
Aunque gran parte de nuestra cultura no entienda por completo o aliente este compromiso y la grandeza del amor de esposos al que estamos llamados, de ninguna manera debemos desalentarlo. Todo lo contrario, podemos considerar lo bendecidos que estamos al ser llamados a proclamar esta verdad en un tiempo en que tanto se necesita. Al hacerlo, mostrarán la luz de Cristo en un área de la sociedad muy obscurecida por lo que siempre ha amenazado el amor de esposos. Nuestro Catecismo los nombra claramente. Se trata de “la discordia, el espíritu de dominio, la infidelidad, los celos y conflictos que pueden conducir hasta el odio y la ruptura… ensimismamiento, egoísmo, la búsqueda del placer propio”.[23] Aquí podríamos añadir el uso de la pornografía, siempre algo tóxico para quienes participan y quienes observan, y la subcultura tísica consumista llamada en inglés “hookup cultura” (que consiste en promiscuidad desenfrenada, incluso con totales extraños), la cual retira por completo los encuentros sexuales de su contexto de relación de esposos.
¿Cómo sucedió que una cultura tan determinada en su apoyo al matrimonio y el compromiso matrimonial dos generaciones atrás se convirtió en una cultura que ha reducido la sexualidad a un mero placer con fines egoístas? La respuesta está en la Revolución Sexual. Para muchos, la Revolución Sexual prometía “amor libre” y libertad de las cadenas de las viejas ideas sobre la masculinidad y la feminidad. Como resultado se separó a la sexualidad del compromiso del matrimonio, una gran aceptación de la esterilidad (química o quirúrgica) lo que resultó en una negación de lo que es esencialmente masculino y femenino en la persona. En vez de un amor verdadero y real, ofreció placeres baratos como un intento de responder a una profunda soledad y dolor. En vez de liberación de los lazos tradicionales de la familia, dejó a los niños sin la estabilidad del amor de una madre y un padre. En vez de aceptar la verdad del diseño de Dios para el amor humano entre hombre y mujer, la Revolución Sexual se ha rebelado de manera arrogante contra la naturaleza humana, la cual jamás estará en línea con nuestra confusión y falta de autodominio. La Revolución Sexual también ha impulsado el azote del aborto, la pornografía, y el abuso sexual que ha ido en aumento en las últimas décadas. De hecho, el “amor” prometido por la Revolución Sexual nunca se encontró. Lo que sí hubo fue destrucción; muchísimos corazones rotos atados al miedo de seguir sufriendo, vidas, hogares, sueños destrozados, y el escepticismo en la posibilidad del amor. Esta es la fruta podrida de la Revolución Sexual.
La razón nos dice que si el amor es nuestro deseo más profundo y anhelo; la destrucción del amor nos causará el mayor dolor, y las heridas más profundas. ¿Por dónde empezamos? ¿Dónde empezamos a reconstruir? ¿Qué reparamos primero?
Hijos míos, debemos empezar con nosotros mismos.
Si me permiten regresar a la analogía del atleta, vemos que ningún campeón llega a la grandeza sin disciplina en la práctica y el entrenamiento al perseguir la grandeza en su deporte. Él tiene que ser el señor de sí mismo; tiene que tener autodominio. Para el hombre llamado al amor conyugal, este autodominio encuentra su culmen en la virtud de la castidad. Tenemos que ver la castidad masculina por lo que es. De seguido esta virtud es vista en una luz negativa, como algo débil. Esto no podría ser más falso. La castidad es fortaleza y un rechazo a la esclavitud de las pasiones. Los cristianos siempre han creído que la castidad, en la vida matrimonial y en el celibato, es una liberación de la esclavitud del pecado y nuestras pasiones.
Para entender la castidad, debemos entender a Dios. “Dios es amor y vive en Sí mismo un misterio de comunión personal de amor. Creándola a Su imagen […] Dios inscribe en la humanidad del hombre y de la mujer la vocación, y consiguientemente la capacidad y la responsabilidad del amor y de la comunión”.[24]  El amor que vivimos como hombres es una participación y demostración del amor de Dios. Las mujeres, por supuesto como iguales en dignidad, también demuestran el amor de Dios. Sin embargo, lo hacen de manera distinta. Para ambos hombre y mujer “La sexualidad abraza todos los aspectos de la persona humana, en la unidad de su cuerpo y de su alma. Concierne particularmente a la afectividad, a la capacidad de amar y de procrear y, de manera más general, a la aptitud para establecer vínculos de comunión con otro”.[25] Por eso, la virtud de la castidad nos permite perfeccionar y vivir adecuadamente este llamado a ser hombres de verdadera comunión. La virtud de la castidad es la…
Integración lograda de la sexualidad en la persona, y por ello en la unidad interior del hombre en su ser corporal y espiritual. La sexualidad, en la que se expresa la pertenencia del hombre al mundo corporal y biológico, se hace personal y verdaderamente humana cuando está integrada en la relación de persona a persona, en el don mutuo total y temporalmente ilimitado del hombre y de la mujer.[26]
Déjenme aquí recordarles las palabras cruciales de Jesús al decir “el que mira una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón” (Mateo 5:28). Ellas me llevan a un llamado específico de atención sobre esos actos (equivocadamente) considerados como “normales” e incluso alentados por la cultura de hoy. Me refiero a la pornografía y la masturbación. Los efectos dañinos de estos hábitos escondidos y narcisistas entrenan al hombre en una manera que es exactamente opuesta al amor. Él aprende a usar a otros. En vez del amor vivificante y de auto entrega, se contenta con placeres egoístas y estériles. Recordemos las palabras de Jesús:
Ustedes han oído que se dijo: “No cometerás adulterio”. Pero yo les digo: El que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón. Si tu ojo derecho es para tí una ocasión de pecado, arráncalo y arrójalo lejos de tí: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. Y si tu mano derecha es para tí una ocasión de pecado, córtala y arrójala lejos de tí; es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno (Mateo 5: 27-30).
Aquí, de manera profética Jesús se anticipa a la pornografía moderna que alimenta la lujuria de los ojos. Jesús usa palabras fuertes, hipérbolas, que los hombres se arranquen los ojos y corten su mano, para dejar claro que hay que actuar con urgencia. La pornografía no sólo pone al hombre en peligro de Infierno; además destruye los lazos con su esposa como lo hace el adulterio. Piensen en la pornografía como nada menos grave que el adulterio. El intentar amar a otra persona mientras se practican estos actos narcisistas, sin ser transformados por la misericordia, de seguro acarreará graves daños.
Al luchar con las tentaciones pornográficas es importante considerar los factores que rodean la tentación. Para la mayoría de los hombres éstos incluyen la soledad, el aburrimiento, el enojo, la inseguridad, y el estrés. Con sólo entender el contexto de la tentación, e invitar a Dios a que envié Su gracia empezaremos a superar las tácticas del diablo. El Sacramento de la Confesión es el lugar de apoyo y gracia superabundante. Jesús dijo “Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios” (Mateo 5:8). ¡Esta no es solo una promesa con respecto al Cielo! Esta promesa empieza ahora, en nuestra vida diaria. Los santos son testigos y puestos a prueba en esta verdad. Creando pureza en el corazón, ustedes hombres, no sólo verán a Dios en las mujeres de su vida pero también en ustedes mismos “¡la imagen de Dios!”. Incluso si la obscuridad parece insuperable, Cristo nunca nos abandona. Como sacerdote, atesoro el encuentro honesto en la confesión con aquellos que quieren la sanación del Señor. Es una bendición trabajar con hombres que quieren cambiar esta tendencia falsa a un auténtico amor.
Imagínense junto conmigo qué distinto sería el mundo para nuestras esposas, hermanas, e hijas si los hombres vivieran esa fuerza interior de la castidad. Hoy día, oímos del alto índice de abuso sexual en la sociedad especialmente en los planteles universitarios. ¿No es este el momento de una renovada castidad masculina? ¿No es este el momento para que los hombres produzcan la virtud de la templanza por medio del ayuno y la oración entre hermanos? Es el momento de considerar con mayor profundidad la proclamación de San Juan Pablo II “Dios le da a cada hombre como tarea la dignidad de cada mujer”.
¡La castidad masculina es “una obra que dura toda la vida”[27] que nos daría orgullo emprender! Imagínense estar ante el trono de Dios el día del juicio. Los grandes santos del pasado, que lidiaron con el pecado a su manera, tal vez se dirían uno al otro: “Nosotros lidiamos con las dificultades de la lujuria en nuestros tiempos, pero estos hombres del siglo 21. ¡Estos pocos tuvieron la dicha de luchar con la bestia muy de cerca!”. No solo eso, tendremos la dicha de haber ayudado otros hombres a nuestro alrededor a buscar el autodominio, ya que eso se consigue mejor entre hermanos. Yo los aliento a que pongan de lado sus miedos e inseguridades los cuales impiden que le hagan frente a la lucha por la castidad. Cristo espera para ayudar a formar a los hombres de acuerdo con Su propio corazón en cada confesionario de la Iglesia en casa Misa donde el poder de Su Sangre derramada en la cruz se ofrece en Santa Comunión. Sólo un hombre formado según el corazón de Cristo podrá “mostrarnos al padre” (Juan 14:8).
Tercera pregunta:
¿Por qué la paternidad, entendida en su totalidad, es crucial para cada hombre?

La Paternidad es Esencial
Ahora tomemos el tema vital de la paternidad. La paternidad cambia la historia. En el evangelio según San Mateo, cuando “Abraham fue padre de Isaac; Isaac, padre de Jacob; Jacob, padre de Judá y de sus hermanos”, 42 padres nos llevaron a José, el padre adoptivo de Jesús. En las palabras de San Juan Pablo II, la paternidad es esencial para el florecimiento del mundo:
Revelando y reviviendo en la tierra la misma paternidad de Dios (Efesios 3:15), el hombre está llamado a garantizar el desarrollo unitario de todos los miembros de la familia. Realizará esta tarea mediante una generosa responsabilidad por la vida concebida junto al corazón de la madre, un compromiso educativo más solícito y compartido con la propia esposa (Gaudium Et Spes, 52), un trabajo que no disgregue nunca la familia, sino que la promueva en su cohesión y estabilidad, un testimonio de vida cristiana adulta, que introduzca más eficazmente a los hijos en la experiencia viva de Cristo y de la Iglesia.[28]
Todos los hombres son llamados a la paternidad de alguna manera:
Convertirse en papá y mamá significa realizarse plenamente, porque es llegar a ser semejantes a Dios. Esto no se dice en los periódicos, no aparece, pero es la verdad del amor. Convertirse en papá y mamá nos hace mucho más semejantes a Dios. Como padres vosotros estáis llamados a recordar a todos los bautizados que cada uno, si bien de diferentes modos, está llamado a ser papá o mamá.[29]
Como la masculinidad propia, tal vez la paternidad no ha sido objeto de reflexión para los filósofos porque siempre se presumía que su significado era obvio. Ya no. En su libro, Cruzando el umbral de la esperanza, San Juan Pablo II escribió “Esta es la clave para interpretar la realidad… por lo tanto, el pecado original intenta abolir la paternidad”.[30] El gran Papa de la familia dice aquí que cuando examinamos el primer acto de desobediencia de nuestros padres – que les costaron a ellos y a nosotros la pérdida de nuestra inocencia y libertad original de la muerte corporal – encontramos una rebelión básica contra la paternidad de Dios, un deseo de eliminar a la paternidad misma. Esto está en el centro del plan del enemigo, eliminar nuestro apoyo en Dios el padre benévolo. Para lograrlo, la estrategia principal de Satanás es dañar y eliminar la paternidad humana, en la que cada uno de nosotros ve las primeras luces de lo que es la paternidad de Dios.
El ataque a la paternidad que vemos hoy, y también a la maternidad, es multifacético e impresionantemente dañino. Hoy 41% de los niños nacen fuera del matrimonio, un aumento del 700% desde 1950, cuando el índice de nacimientos fuera del matrimonio era de solo 6%. Estos niños no se quedaron sin padres debido a algún conflicto desastroso, como la Segunda Guerra Mundial, que definitivamente causó muchas heridas de orfandad. Peor aún, se trata de ausencia voluntaria del propio padre a una escala masiva. El niño debe preguntar: “¿Dónde está mi papá?” ¿Cuál es el impacto en el corazón de un niño, en su entendimiento del mundo, el amor, y del Padre Celestial, cuando la respuesta a esa pregunta es: “Nos dejó”, o “No lo sé”, o “Fue el donante en un banco de esperma, y así es como tu vida empezó, y pues, no dejó ninguna dirección”?
Los hombres católicos también contribuyen demasiado con ese mismo escándalo, devastador para el corazón de un niño; ¡y eso hace a demasiadas mujeres en este mundo vivir como si fueran viudas! El corazón de un niño sin padre llora hacia el Cielo: “no desoye la plegaria del huérfano, ni a la viuda, cuando expone su queja… El Señor no tardará y no tendrá paciencia con los impíos, hasta quebrar el poderío de los despiadados y dar su merecido a las naciones” (Eclesiástico 35: 14, 18). ¿Por qué exponen su queja las viudas y los huérfanos? ¡Han perdido a sus protectores y proveedores! Hay un vacío innatural en el lugar de aquel llamado por Dios “a asegurar el desarrollo unido y armonioso de los miembros de la familia”.[31] Es debido a esta pérdida, este vacío, que siempre hemos naturalmente, y tradicionalmente, lamentado la falta de padres.
Sin embargo, en la cultura de hoy hay quienes no quieren ver la falta de padres como algo lamentable o innatural. No se dejen engañar por esas voces que desean borrar las distinciones entre madres y padres, ignorando la complementariedad que es inherente en la misma creación. Hombres, su presencia y misión en la familia es irremplazable; despierten y con amor retomen su lugar, dado por Dios, como protectores, proveedores, y líderes espirituales de su hogar. El papel de un padre como cabeza espiritual de la familia nunca debe ser entendido o tomado como un dominio, más bien como un liderazgo amoroso y guía cariñosa de aquellos en su cuidado. Su paternidad, mi paternidad, en su oculta y humilde manera, reflejan de manera imperfecta pero segura la Paternidad de Dios el Padre hacia aquellos a quien Dios nos ha dado para ser sus padres.
¿Qué significa ser “padre”? El Papa Francisco, en una reflexión sobre la paternidad dijo: “Cuando un hombre no tiene este deseo, algo falta en este hombre, algo ha pasado. Todos nosotros, para ser plenos, para ser maduros, tenemos que sentir la alegría de la paternidad: incluso nosotros los célibes. La paternidad es dar vida a los demás, dar vida, dar vida”.[32] Es por eso que la paternidad -vivir la vocación de paternidad, ya sea una paternidad unida por el matrimonio físico o el espiritual en el sacerdocio o la vida religiosa- es esencial para que un hombre viva la plenitud de su existencia en la vida. Hablamos de los Padres de la Iglesia, los Padres del Desierto; llamamos al Papa Francisco el Santo Padre, y por buenas razones llamamos a nuestros sacerdotes “Padre”.
¡Para vivir plenamente, todo hombre debe ser padre! Hermanos míos, no podemos “ser como Dios”, y permanecer sin este entendimiento, este movimiento del corazón, seguido por una acción decisiva. Si no abrazas la vocación de esposo y paternal que Dios ha planeado para tí; estarás estancado en la impotencia de la “semilla” que se rehúsa a morir, se rehúsa a dar vida. ¡No te conformes con una vida a medias! Sé un padre. La pregunta para un hombre no es “¿Estoy llamado a ser padre?”, sino más bien: “¿Qué tipo de padre estoy llamado a ser?
Abuelos, ustedes son muy importantes

Quiero dirigir unas palabras a ustedes quienes son abuelos. El mundo les dice que su momento de influenciar ha terminado y que es tiempo de jubilarse, o sea renunciar a su puesto de paternidad. Muy pocas culturas han esperado tan poco y mostrado oídos tan sordos a quienes han luchado y que ahora tienen sabiduría que ofrecerles a sus hijos y nietos. No se lo crean. Los abuelos importan mucho.
Tengo el privilegio de llevar el nombre de mis abuelos, Thomas Tighe Olmsted y P. James Hughes. Además de mi papá, cada uno de mis abuelos fue un padre para mí. Mi abuelo Jim sacó fuerzas de su fe católica para enfrentar con dignidad y esperanza la muerte temprana de su esposa, mi abuela, quien falleció de cáncer. Sin caer en la desesperanza, o autocompasión, él luchó con todas sus fuerzas para mantener a una familia de seis unida, y para proveer por sus hijos. De ellos, la más joven era mi mamá. Todo esto sucedió durante el difícil tiempo de lo que después se conoció como La Gran Depresión. Las memorias que más atesoro de mi abuelo Jim son su espíritu pacífico, su humor irlandés y su devoción sincera hacia la Iglesia. Mi abuelo Tom tuvo un mayor impacto en mi vida, a pesar de que nunca fue bautizado. A su lado, aprendí a cuidar de los árboles de nogal, a cuidar de las sandías y calabazas, de los caballos y el ganado, de las gallinas y los cerdos. Dentro de todas las actividades necesarias para sobrevivir en nuestra granja, aprendí de mi abuelo Tom y de mi padre la importancia de ser buenos vecinos, de decir la verdad sin importar el costo, y de tener un profundo respeto por la madre naturaleza. Cuando fui ordenado sacerdote, escogí una frase bíblica para las tarjetas de mi primera Misa, la cual capturó todo lo que aprendí de mi abuelo. Es del profeta Miqueas (6:8), “qué exige de tí el Señor: nada más que practicar la justicia, amar la fidelidad y caminar humildemente con tu Dios”.
Abuelos, ustedes son un don esencial y atesorado por sus familias, y los aliento a continuar siendo fuertes, a compartir su visión, y a pelear por ellos. Recuerden al abuelo terreno de Jesús, San Joaquín, quien vivió una vida fiel a Dios. En sus años avanzados Dios Padre bendijo a Joaquín y a su esposa, Santa Ana, con el gran regalo de María, nuestra Madre Bendita. Que cada abuelo recuerde que incluso cuando la rutina diaria parezca insignificante, no conocemos los grandes planes que Dios tiene para los últimos días de nuestras vidas.
Esperanza en la sombra de la paternidad perdida
Y ahora quisiera dirigirme a decirle unas palabras aquellos de ustedes, mis hijos, quienes han sufrido en su propia vida la ausencia de un padre. Hay muchas razones por las que los hombres dejan su puesto, o incluso, al permanecer en Él, están distantes; y una de ellas es la falta de una experiencia positiva de paternidad en sus propias vidas. La Iglesia siempre está llamada a revelar a Dios Padre. Esa herida en su corazón puede que aún no haya cerrado. Ciertamente, la ausencia de un padre nunca es el plan de Dios. Pero no se desanimen, y no pierdan las esperanzas. Permítanle a Cristo que les muestre al Padre que nunca abandona a Sus hijos, pero que incluso ofreció a Su propio Hijo amado. Si aún no lo han hecho, Cristo los guiara para ver a su padre como Él lo ve. Él no los dejará sin la gracia necesaria para perdonar y sanar. Esto podría suceder en conjunto con las gracias ofrecidas por sus padres espirituales, sus sacerdotes, en el Sacramento de la Reconciliación. Al descubrir la paternidad de Dios Padre, nuestro amoroso, Padre Eterno, serán testigos del único padre que nunca falla.[33]
Finalmente, quiero ofrecerles una palabra especial para esos hombres que saben que han fallado en su paternidad, que en cierto grado somos cada uno de nosotros. Esto puede suceder por adicciones, abandono, conflictos maritales, desprendimiento emocional y espiritual, fracaso al guiar a la familia en la fe, aborto, abuso físico o emocional o un sinfín de maneras en las que obscurecemos la imagen de Dios el Padre amoroso. Yo me presento ante ustedes como un padre imperfecto que le pide a Dios Padre que llene los espacios que dejamos vacíos en la misión masculina más grande de todas. Es muy importante identificar la táctica del enemigo de traer desesperación para que abandonemos nuestra paternidad por completo por nuestros pecados. ¡Hijos míos, nunca nos demos por vencidos! Oren y sean renovados en el sacramento de la Reconciliación. Cristo nos fortalece en la Confesión y en la Santa Eucaristía para dedicarnos a reconstruir la paternidad de la manera que sea posible.
Conclusión:
Enviados por Cristo
El mejor amigo de San Gregorio Nacianceno fue San Basilio. Cuando eran hombres jóvenes, como en sus años veinte, su búsqueda personal hacia un entendimiento más profundo de la fe cristiana los llevó por caminos separados a Constantinopla. Pronto desarrollarían un profundo respeto mutuo que Gregorio describió de la siguiente manera: “Si esto no es mucho para mí decir, fuimos la regla y modelo de cada uno por medio del cual aprendimos la distinción de lo que está bien y lo que no”.[34] Su amistad inspiró a cada uno a crecer en la virtud y la libertad, a estar menos preocupados por sí mismos y más dispuestos a poner su vida al servicio de otros. Espero que cada hombre al leer esta exhortación experimente, si aún no lo ha hecho, la bendición de los buenos amigos como estos. No puedo imaginar lo que sería mi vida sin los buenos amigos que Dios me ha dado.
También espero, que tomen lo que es de ayuda en este mensaje, lo lleven consigo ante el Señor en oración; y sigan adelante confiados en su vocación masculina. Nuestra vida en Cristo no es una vida de “que hacer” y “qué no hacer”; es más bien una aventura en la libertad verdadera. Abracen esa libertad para poner sus vidas al servicio de Cristo, empezando en su hogar e irradiándola hacia el mundo.
¿Dónde está la fe de nuestros padres hoy?
Al escribir esta exhortación, se hacen públicos una serie de videos que documentan las prácticas bárbaras de la venta de partes de bebés por parte de Planned Parenthood. Cómo esta agencia infame recibe cada año alrededor de medio millón de dólares del gobierno de los EE.UU. para continuar con su masacre a los inocentes, ningún ciudadano americano, y ciertamente ninguno de nosotros hombres, puede permanecer callado frente a esta deformación de nuestros tiempos. Tenemos que dejar de permanecer al margen, levantarnos, e ir al frente de la defensa de la vida. Necesitamos fe como la de nuestros padres quienes defendieron a los hijos de las generaciones pasadas, y quienes dieron su propia vida antes de abandonar su fe en Cristo. Mis hijos y hermanos, hombres de la Diócesis de Phoenix, ¡Necesitamos mantenernos firmes en la brecha!
Los mártires católicos de Inglaterra inspiraron a Frederick W. Faber a escribir el himno “La Fe de Nuestros Padres” en 1849. Así como Faber rindió tributo a los hombres que se reusaron a negar a Cristo “A pesar de calabozos, fuego y espada”, él también hizo un llamado a las armas a los hombres de las siguientes generaciones. Acompáñenme en oración para que también nosotros los hombres del siglo 21 hagamos nuestras las palabras de este verso:
“Nuestros padres, encadenados en prisiones de oscuridad,
Estaban todavía en el corazón y la conciencia libre
Cuán dulce sería el destino de sus hijos
Si, como ellos, podría morir por tí
¡La fe de nuestros padres, santa fe!
Vamos a ser fieles a tí hasta la muerte”.
Promulgado en la Fiesta de los Arcángeles, 29 de Septiembre, 2015
+Thomas J. Olmsted
Obispo de Phoenix



[1] Centro para la Investigación Aplicada en el Apostolado. http://cara.georgetown.edu/caraservices/requestedchurchstats.html.
[2] Datos sobre la “Crisis del Hombre” católico. http//www.newemangelization.com/man-crisis/the-catholic-man-crisis-factsheet/
[3] Papa San Juan Pablo II, La Iglesia en América, 3, 5
[4] Entrevista 19 de Septiembre de 2013
[5] Claro que hay excepciones a esta regla. Sabemos de excepciones como resultado de defectos genéticos o insuficiente desarrollo hormonal. Por ejemplo, el Síndrome de Turner en las niñas y el Síndrome de Insensibilidad al Andrógeno en los niños causan situaciones muy dolorosas en las vidas de estos jóvenes hombres y mujeres, y las de sus familias. Oro para que investigadores católicos, psicólogos y médicos estén al frente del estudio de estos fenómenos proveyendo consejería ética, cuidado y apoyo a estos individuos y sus familias.
[6] Homilía, 14 de Junio, 2015
[7] Vaticano II, Gaudium et Spes, 36
[8] Audiencia General, 15 de Abril, 2015
[9] Juan 12:27, Marcos 22:15
[10] Misa de Apertura, 22 de Octubre, 1978
[11] Febrero 2015
[12] Gaudium et spes, 22.
[13] Laudato Si’, 204
[14] http://frassatiusa.org/eight-day
[15] Dr. Paul Vitz, charla del 21 de Febrero, 2015
[16] Ver el Apéndice para una descripción y el llamado a formar estos grupos de hombres laicos.
[17] Aislamiento social en América: Cambios en redes de discusión núcleo en dos décadas. http://www.jstor.org/stable/30038995
[18] Papa San Juan Pablo II, Catequesis sobre el amor humano, 100:6
[19] San Josemaría Escrivá, Camino
[20] Papa San Juan Pablo II, Catequesis sobre el amor humano, 14:5
[21] Shakespeare, Enrique V, Acto IV, Escena 4
[22] Gaudium et spes, 48
[23] Catecismo de la Iglesia Católica, 1606
[24] Catecismo de la Iglesia Católica, 2331
[25] Catecismo de la Iglesia Católica, 2332
[26] Catecismo de la Iglesia Católica, 2337
[27] Catecismo de la Iglesia Católica, 2342.
[28] Papa San Juan Pablo II, Familiaris Consortio, 25
[29] Papa Francisco, Discurso del 14 de Junio, 2015
[30] Papa San Juan Pablo II, Cruzando el umbral de la esperanza, Nueva York, NY, Knopf, 1994, 228
[31] Familiaris Consortio, 25
[32] Homilía del 26 de Junio, 2013
[33] Adaptado de Evangelium Vitae, 99
[34] “Sobre San Basilio el Grande”, Oratoria Funeraria (Los Padres de la Iglesia, Vol. 22), 27[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]


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