«EL ALELUYA PASCUAL»
Entre el tiempo presente y el tiempo futuro
De los comentarios de san Agustín,
sobre los salmos
Toda
nuestra vida presente debe discurrir en la alabanza de Dios, porque en ella
consistirá la alegría sempiterna de la vida futura; y nadie puede hacerse
idóneo de la vida futura, si no se ejercita ahora en esta alabanza. [...] Es
cosa buena perseverar en este deseo, hasta que llegue lo prometido; entonces
cesará el gemido y subsistirá únicamente la alabanza.
Por razón de estos dos tiempos —uno, el
presente, que se desarrolla en medio de las pruebas y tribulaciones de esta
vida, y el otro, el futuro, en el que gozaremos de la seguridad y alegría
perpetuas—, se ha instituido la celebración de un doble tiempo, el de antes y
el de después de Pascua. El que precede a la Pascua significa las tribulaciones
que en esta vida pasamos; el que celebramos ahora, después de Pascua, significa
la felicidad que luego poseeremos. Por tanto, antes de Pascua celebramos lo
mismo que ahora vivimos; después de Pascua celebramos y significamos lo que aún
no poseemos. Por esto, en aquel primer tiempo nos ejercitamos en ayunos y oraciones;
en el segundo, el que ahora celebramos, descansamos de los ayunos y lo
empleamos todo en la alabanza. Esto significa el Aleluya que cantamos.
En efecto, lo alabamos
ahora, cuando nos reunimos en la iglesia; y, cuando volvemos a casa, parece que
cesamos de alabarlo. Pero, si no cesamos en nuestra buena conducta, alabaremos
continuamente a Dios. Dejas de alabar a Dios cuando te apartas de la justicia y
de lo que a él le place. Si nunca te desvías del buen camino, aunque calle tu
lengua, habla tu conducta; y los oídos de Dios atienden a tu corazón. Pues, del
mismo modo que nuestros oídos escuchan nuestra voz, así los oídos de Dios
escuchan nuestros pensamientos.
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