CIUDADANOS DEL CIELO
MIRAR HACIA LO ALTO Y ENSANCHAR EL HORIZONTE DE NUESTRA VIDA
Escudo episcopal de Monseñor Demetrio Fernández, Obispo de Córdoba, España
Carta Pastoral del
Obispo de Córdoba, España,
en ocasión de la Solemnidad de la Ascensión del
Señor 2016
La fiesta
de la Ascensión del Señor señala la entronización de Jesús como Señor y Rey a
la derecha del Padre para interceder por nosotros y para venir glorioso al
final de los tiempos, cuando todo le sea sometido, incluso la muerte. Es una
fiesta de gloria, es una fiesta de victoria, es una fiesta muy gozosa.
A los
cuarenta días de su resurrección, Jesús subió al cielo. Es decir, dejó de ser
visto por sus apóstoles, que nos enseñaron a esperarlo hasta su venida
gloriosa. La ascensión de Jesús al cielo inaugura una etapa de comunicación
fluida entre el cielo y la tierra. Desde entonces, el cielo no es algo lejano.
Tenemos allí, junto al Padre, a uno de nuestra propia carne, el enviado del
Padre para redimir a los hombres por su sangre en la Cruz.
Y desde el
cielo tira de todos nosotros como hacia la patria que nos espera. Pensar en el
cielo no nos hace ajenos a la tierra, no nos distrae de los problemas de este
mundo, no nos hace extraños a la misión que se nos ha encomendado. Pensar en el
cielo es vivir en la realidad, hemos nacido para el cielo. Por el contrario,
prescindir de este aspecto de nuestra existencia es como si nos aserraran la
cabeza para caber en las medidas de este mundo, es como achatar nuestra figura
para quedar reducidos a lo puramente mundano.
La
ascensión del Señor nos hace mirar a lo alto, mirar al cielo a donde Jesús se
ha ido para atraernos a todos hacia él. Mirar al cielo es levantar el vuelo de
nuestras aspiraciones y ensanchar el horizonte de nuestra vida. Mirar al cielo
es lo propio de quien espera una vida mejor después de la vivida en la tierra,
el que espera la vida eterna.
María
santísima ya está con su hijo Jesús en el cielo, en cuerpo y alma. Celebramos
esta fiesta el 15 de agosto. Y no podía ser de otra manera, que la que nos ha
dado la alegría de la salvación no conociera la tristeza del sepulcro. Los
demás santos han volado en el espíritu hasta el cielo, mientras su cuerpo
espera la resurrección gloriosa en el último día. La muerte señala el paso de
la tierra al cielo, no es por tanto el final, sino el tránsito doloroso hacia
una situación mejor, el cielo que nos espera.
Si somos,
por tanto, ciudadanos del cielo que todavía viven en la etapa terrena, debemos
vivir con Cristo que está sentado junto al Padre. Esa es nuestra morada. Con
esta certeza y con esta esperanza, nos ponemos a la tarea de cada día, cuya
meta es llevar a Jesucristo a todos los hombres e ir transformando este mundo,
haciéndolo cada vez más parecido al cielo. Las ideas marxistas dicen que si
miramos al cielo, nos desentendemos de la tierra. Nada más falso. Precisamente
los santos son los que han tenido más capacidad para transformar la historia y
llenarla de amor, porque su corazón ha estado lleno de Dios. Otras ideologías
de hoy prescinden de esta dimensión, que la consideran ilusoria o como muy a
largo plazo. Y sin embargo, cada uno de nuestros actos adquiere una dimensión
inmensa si actuamos en la perspectiva del cielo, como nos enseñan los santos.
Fiesta de
la Ascensión, para subir al cielo con Jesús. Que esta fiesta ensanche nuestro
corazón, lo llene de esperanza y nos abra un horizonte que no tiene fin. Cristo
ha vencido la muerte y nos garantiza la victoria sobre todos los males de
nuestro mundo. Él es nuestra esperanza. Su victoria es nuestra victoria.
Gocemos con Él por su triunfo en este día y sepamos descubrir esta victoria en
los múltiples contratiempos de la vida.
Recibid
mi afecto y mi bendición
+ Demetrio
Fernández
Obispo de
Córdoba, España
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