CONGRESO
LA FAMILIA CRISTIANA Y LA ESCUELA
CATÓLICA
MINORÍAS CREATIVAS PARA LA RENOVACIÓN DE LA SOCIEDAD
MINORÍAS CREATIVAS PARA LA RENOVACIÓN DE LA SOCIEDAD
Palacio
Arzobispal de Alcalá de Henares (España) 10, 11 y 12 de marzo del Año del Señor de 2017
Un lúcido documento, de gran actualidad, que realiza un certero diagnóstico de la realidad de la sociedad contemporánea y propone soluciones a partir de "minorías creativas para renovar un mundo decadente"
Monseñor Reig-Pla, Obispo de Alcalá de Henares
Reunidos
bajo el amparo de la Sagrada Familia de Nazaret, sacerdotes, diáconos,
religiosos y fieles cristianos laicos con el obispo de la diócesis Mons. Juan
Antonio Reig Pla, hemos orado ante el Santísimo Sacramento y reflexionado,
llenos de esperanza, sobre la familia cristiana y la escuela
católica como minorías creativas para la renovación de la sociedad.
Damos gracias a Dios por esta
experiencia de comunión entre tantas personas, no solo procedentes de la
diócesis de Alcalá de Henares, sino también de otros muchos lugares. Los
organizadores han querido ofrecer a todos los hermanos en Cristo alimento para
el espíritu con la Santa Misa y la oración, para la inteligencia con las
ponencias y el diálogo fraterno y para la sensibilidad proponiéndolo todo con belleza,
sencillez y con gran respeto por todas las personas e instituciones.
SÍNTESIS
FINAL Y CONCLUSIONES
1. «El
hombre no puede vivir sin amor»
«El hombre no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo un ser
incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si
no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no
participa en él vivamente. Por esto precisamente, Cristo Redentor (…) revela
plenamente el hombre al mismo hombre» (Juan Pablo II, Redemptor hominis,
10). Esta es la razón - la del Amor - por la que todas nuestras propuestas
tienen como horizonte a Cristo, quien descubre al hombre la grandeza de su
vocación (Cf. Gaudium et spes, 22), al revelarle el gran amor del
Padre.
Cristo,
nuestra esperanza
Creados como varón y mujer, la encarnación,
muerte y resurrección de Cristo nos alcanzan gratuitamente -con el concurso de
nuestra libertad- el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y nos
abren las puertas del cielo para ser amados y amar por toda la eternidad. Esta
es nuestra esperanza y la esperanza que proponemos: Cristo ha venido y viene
«para dar la buena noticia a los que sufren, para sanar los corazones
desgarrados, para proclamar la amnistía a los cautivos y a los prisioneros la
libertad, para proclamar el año de gracia del Señor» (Is 61, 1-2).
Con estas claves hemos trabajado y queremos seguir trabajando con renovado
impulso.
La fe ilumina las relaciones humanas
La
Iglesia particular de Alcalá de Henares, atenta a las palabras y obras del Papa
Francisco, quiere proponer ahora, con este Congreso, iniciativas católicas en
la dirección indicada por el Santo Padre. Pues, en efecto, “la fe ilumina
también las relaciones humanas, porque nace del amor y sigue la dinámica del
amor de Dios. El Dios digno de fe construye para los hombres una ciudad fiable”
(Papa Francisco, Lumen Fidei, 50). Desde esta perspectiva
nuestra preocupación es encontrar, en los desafíos actuales, caminos fecundos.
Para ello, apoyándonos en una intuición de Benedicto XVI, hemos querido
comprender por qué la familia cristiana y la escuela católica son minorías
creativas capaces de regenerar la sociedad.
2. La familia cristiana, minoría creativa para la renovación de la sociedad.
Secularización
y devaluación de la familia
Nuestra mirada se ha vuelto al drama de la secularización
contemporánea. Ésta consiste, no sólo en que se practica menos la
religión, sino sobre todo en que se concibe la fe como una opción privada,
incapaz de dar forma a nuestras relaciones concretas y de transformar nuestra
vida en común. Curiosamente, este proceso secularizador de Occidente, ha ido de
la mano de una devaluación de la institución familiar. Existe una relación
clara entre la pérdida del tejido familiar y el avance de lo que se ha llamado
la edad secular. Como la fe, también la familia ha quedado reducida a una
realidad privada, con la que no se cuenta para la vida común de la sociedad.
Como la fe, también la familia ha dejado de ser realidad fundante de la vida
humana, pasando a convertirse en proyección de los deseos individuales, por lo
que se multiplican los “modelos de familia”.
Los creyentes minoría creativa
Ante este panorama, en que la cultura no
refleja ya el modo cristiano de vivir y de relacionarse, y que ha entrado en una crisis profunda
de humanidad, estamos convencidos con Joseph Ratzinger de que «el
destino de una sociedad depende siempre de minorías creativas. Los cristianos
creyentes deberían concebirse a sí mismos como tal minoría creativa y
contribuir a que Europa recobre nuevamente lo mejor de su herencia y esté al
servicio de toda la humanidad» (Fundamentos espirituales de Europa, 2004).
La primera de estas minorías, el ámbito originario donde se edifica una
minoría, es la familia, comunidad de amor del hombre y la mujer abiertos a la
vida, escuela de humanidad, fuente inagotable de capital social, ámbito donde
se percibe la experiencia primera del bien común.
El
futuro pasa por la familia
Precisamente por eso el futuro de la
Iglesia, como intuyó con claridad san Juan Pablo II, pasa por la familia. Solo
si la Iglesia aprende a mirar al hombre desde el punto de vista de la familia,
como un hijo que, al descubrir el amor, se sabe llamado a ser esposo y esposa,
y a convertirse en padre y madre, podrá promover la presencia de Dios desde el
centro de la vida humana. A partir de la familia, de su vocación social, de su
apertura al misterio de Dios, se pueden generar las minorías creativas que
implanten un humus fecundo
en el desierto de nuestra sociedad postmoderna.
Volver al origen: la familia sin ideologías
ni ambigüedades
Este Congreso ha querido, por tanto,
“volver al origen”, como ya hizo Cristo ante las “trampas” que le plantearon
los fariseos (Cf. Mt 19, 8). El matrimonio entre un hombre y una mujer es una
institución natural fundada por el Creador y que ha sido elevada y asumida en
la caridad esponsal de Cristo, sostenida y enriquecida por su fuerza redentora
(Cf. Juan Pablo II, Familiaris consortio, 13).
Por eso estamos convencidos de que es
necesario proponer sin ideologías ni ambigüedades la verdad, el bien y la
belleza del matrimonio, de la familia y del don de toda vida humana desde la
concepción y hasta la muerte natural. Esta verdad no es una verdad abstracta,
sino la verdad del amor, la que nos enseña cómo edificar un amor que dure, un
amor fecundo, un amor que sepa transmitir a los hijos la esperanza de una vida
grande.
La epidemia del emotivismo
Todo esto no nos hace olvidar las
dificultades, los sufrimientos y las esperanzas de los matrimonios, de las
mujeres que sufren maltrato, de los hijos, de los educadores y de los pastores,
siendo asimismo conscientes del proceso de deconstrucción cultural al que estamos sometidos.
Usando la imagen del Papa Francisco, que ha comparado a la Iglesia con un
«hospital de campaña», entendemos que los pacientes que hoy encontramos no son
casos aislados sin conexión entre sí, sino personas que sufren una gran epidemia, el emotivismo
contemporáneo, que identifica el amor con un sentimiento, y hace al
hombre incapaz de edificar en el tiempo relaciones duraderas que le
plenifiquen.
La
familia, piedra de choque con el poder
La familia -de fundación matrimonial entre
un solo hombre y una sola mujer abiertos generosamente al don de
los hijos- ha sido siempre piedra de choque para los poderes de este mundo, que
han intentado eliminarla para dejar al individuo solo e inerme; pero también ha
sido protegida por el Espíritu Santo desde su origen, promoviendo ayudas
específicas para que los matrimonios vivieran el proyecto de amor fiel y
fecundo al que están llamadas por su vocación. En el contexto de la comunidad
eclesial y de la sociedad más amplia, la familia cristiana, enriquecida con el
don del sacramento del matrimonio, debe estar abierta a la acogida fraterna y a
ser sostén de las familias pobres o en dificultad siendo cauce y pilar del bien
común de la sociedad (Cf. Familiaris consortio, 41).
Prioridad
de la familia respecto de la sociedad y el Estado
La familia, ciertamente es la «comunidad
natural en donde se experimenta la sociabilidad humana» (Compendio de la
Doctrina Social de la Iglesia, 213) y por ello debe afirmarse su prioridad
«respecto a la sociedad y al Estado (…) La familia precede, por su importancia
y valor, a las funciones que la sociedad y el Estado deben desempeñar. La
familia, sujeto titular de derechos inviolables, encuentra su legitimación en
la naturaleza humana y no en el reconocimiento del Estado. «La familia no está,
por lo tanto, en función de la sociedad y del Estado, sino que la sociedad y el
Estado están en función de la familia.» (Ibidem, 214).Entre todos, pues,
hemos de hacer posible que “la familia sea reconocida como sociedad primordial
y, en cierto modo, `soberana´. Su `soberanía´ es indispensable para el bien de
la sociedad” (Juan Pablo II, Gratissimam sane, 17).
3. La
familia y la escuela al servicio de la formación de la persona humana.
Con el
Magisterio de la Iglesia Católica afirmamos la necesidad de una «antropología
adecuada» para poder educar correctamente a la persona.
Los
elementos básicos de la «antropología adecuada»
-Primero:
la unidad de la persona cuerpo-espíritu. El cuerpo es la visibilización de la
persona, no es una prótesis del “yo”.
-Segundo:
la diferencia sexual como constitutiva de la persona; somos persona-varón o
persona-mujer por voluntad de Dios, y desde esa diferencia somos llamados al amor.
-Tercero:
como consecuencia del pecado original, todos somos víctimas de la
concupiscencia, es decir, de una inclinación al mal que permanece en los seres
humanos aún después del bautismo; por ello, es necesaria la redención del
corazón, la gracia de Jesucristo que nos capacita para amar y perdonar.
-Cuarto:
a la unidad en el ser
(cuerpo-espíritu) le corresponde la unidad en el obrar (integración de los dinamismos físicos,
psíquicos y espirituales de la persona). En la jerarquía de los dinamismos le
corresponde a la inteligencia y a la voluntad ordenar los demás (impulso
erótico, sentimientos, emociones) para el bien integral de la persona.
Necesidad de respuestas creativas
Los
desafíos que nuestra sociedad presenta requieren respuestas creativas. El
historiador Toynbee, puso de relieve cómo ante una situación de crisis, solo una respuesta creativa
permitía superar la decadencia, mientras que no afrontar los retos y limitarse
a repetir lo que en otras épocas había servido abocaba al fracaso. Pero
veía un peligro aún mayor, la de constituir una minoría dominante que
pretendiese superar los límites dejándose llevar de la ebriedad del poder.
Minorías dominantes
Hoy
sufrimos a minorías dominantes que pretenden imponer su visión: el constructivismo
filosófico, fruto del relativismo, ha sido sucesivamente
aplicado por los “poderosos” a la cultura, después al derecho y desde él a la
enseñanza, a la sanidad y a todos los aspectos de la vida social, alcanzando,
por imperio despótico de la ley, la intimidad del hogar y de las personas. El
asalto en marcha, tras la falta de respuesta de algunas comunidades eclesiales
cristianas, es ahora contra la Iglesia Católica. Con este método de
de-construcción/construcción de la realidad, y en particular de la
«antropología adecuada», y al margen de la verdad y del bien objetivo de la
persona, se han conjugado presupuestos colectivistas con un capitalismo
tecno-nihilista que está permitiendo hacer de la persona un objeto de consumo
sin límite moral alguno.
La
ideología de género, las teorías «queer» y «ciborg» y el
transhumanismo/posthumanismo -llamado eufemísticamente «humanidad aumentada /
mejorada»-, al que ahora se aspira, no son más que expresiones modernas de la
tentación primordial «seréis como dioses» (Gen 3,5); es decir, nos encontramos
con una guerra a escala universal contra el designio de Dios:
creación-encarnación-redención. Sabemos, sin embargo, que nos precede la gracia
y que «la victoria es de nuestro Dios» (Ap 7, 10).
Un
ataque global: las distintas piezas del puzle
El proceso de deconstrucción de la persona,
del matrimonio, de la familia, de la escuela y de la sociedad viene de lejos.
Es esencial no contemplar las distintas piezas del puzle de forma atomizada.
Nos encontramos, en efecto, ante un ataque global programado, científica y
sistemáticamente, contra el orden de la creación-encarnación-redención: injusticia social (con la
síntesis del marxismo y el liberalismo), ecología idolátrica y fragmentada,
anticoncepción, esterilización, aborto, “amor romántico”, divorcio, “amor
libre”, técnicas de reproducción asistida, ‘pornificación’ de las relaciones
personales y de la cultura, sexualidad sin verdad, usurpación deliberada de la
filiación natural de los niños, manipulación arbitraria de la anatomía, de la
fisiología y de la identidad personal, eutanasia y suicidio asistido,
“poliamor”, realidad virtual sustitutiva, manipulación y mejoramiento genético
de embriones, bio-neuro-ingeniería posthumanista, etc. son sólo una
parte de los escalones, programados, científica y sistemáticamente, en orden a
la deconstrucción de la “identidad-misión”, querida por Dios para el ser
humano.
Toda persona humana posee una verdad
integral que sólo es alcanzada cuando la contemplamos en su unidad sustancial
cuerpo-espíritu, en la diferencia varón-mujer, en la llamada a la comunión con
el prójimo y en la vocación a adorar y amar, sobre todas las cosas, al único
Dios verdadero. Esta es la verdadera ecología humana integral que
debe ser cultivada en la familia cristiana (Cf. Papa Francisco, Laudato
Si’ 137-162 y San Juan Pablo II, Centesimus annus 37-39).
No
a la censura pública de Dios y a la dictadura de lo políticamente correcto
En todo este proceso, el “asalto” al lenguaje,
en orden al cambio de paradigmas, ha sido esencial. Por esto,
reivindicamos la “despenalización” de las palabras “prohibidas” culturalmente: esposo,
esposa, padre, madre, hijo, hija, varón, mujer y Dios.
En este sentido constatamos que la
estructura jurídica del Estado en materia de matrimonio, familia y vida se ha
constituido en una «estructura de pecado» (Cf. San Juan Pablo II,
Encíclicas Sollicitudo rei socialis, 36-40 y Evangelium
vitae, 24). Nos dirigimos hacia una dictadura “confesional” constructivista
por un lado y nihilista por otro, actualmente en la “fase” de “ideología de
género que podría evolucionar hacia el siguiente nivel: el transhumanismo.
Un trípode necesario
La
familia cristiana, la comunidad eclesial y la escuela católica constituyen el
trípode donde es posible formar todos los aspectos de la persona amándola por
sí misma. «Como la verdadera educación debe procurar la formación integral de
la persona humana, en orden a su fin último y, simultáneamente, al bien común
de la sociedad, los niños y los jóvenes han de ser educados de manera que
puedan desarrollar armónicamente sus dotes físicas, morales e intelectuales,
adquieran un sentido más perfecto de la responsabilidad y un uso recto de la
libertad, y se preparen a participar activamente en la vida social» (Código
de Derecho Canónico, 795).
4. Educar en el arte de
vivir: la escuela católica, minoría creativa para la renovación de la sociedad.
Los retos
de la educación
La
educación se encuentra hoy con retos verdaderamente grandes. El
principal de ellos es la dificultad de transmitir a los hijos la cultura
recibida de los padres, introduciéndose así una ruptura generacional sin
precedentes en la historia. Los niños de hoy han sido vistos como
“desheredados”, sin participar del capital cultural que hizo humana la vida de
sus antepasados. Se presenta así una urgencia educativa de primer orden, cuyo
punto central es despertar el deseo de transmitir a los hijos lo que hace grande
y bella la vida. Es preciso reconocer que la educación basada en la autonomía,
en los procedimientos, y en la técnica, ha favorecido un proceso de
desamparo cultural y religioso en los niños, que se ven solos, como huérfanos,
ante la aventura de la vida, sin criterios claros ni compañía firme en el
camino.
La verdadera alianza educativa
Las
escuelas católicas y los maestros católicos son una minoría creativa si viven
una verdadera alianza educativa: entre maestros y alumnos, entre colegio y
familia, entre maestros entre sí. En esta alianza entre ellos podrán encontrar
el clima que favorecerá que su pasión por educar genere prácticas educativas
relevantes, capaces de llegar a los niños y jóvenes, conformando en ellos un
verdadero sujeto cristiano y por ello plenamente humano. Tarea primordial del
maestro será no solo ser testigo de la verdad sobre el hombre, sino mostrar
cómo esta verdad se explica en Cristo, quien es el Logos último de todo lo
creado.
Claves que dan sentido a la educación
Educar es
el arte de “recordar” durante todo el camino de maduración de los hijos, la
verdad y la hermosura a la que hemos sido llamados. Dos claves, por tanto, que
dan sentido a la educación de los hijos serán desvelarles poco a poco quiénes
son (su identidad como varón y mujer, creaturas de Dios) y a lo que están
llamados (la vocación al amor, a la santidad), cuál es su misión. Enseñar el
arte de vivir es enseñar el arte de amar como Cristo crucificado y resucitado
nos amó, promoviendo el crecimiento y maduración de todos los dinamismos de los
niños (físicos, psíquicos y espirituales).
Cristo el verdadero Maestro de la vida: libertad
para enseñar
Reconocemos
en Cristo el verdadero Maestro de la vida. Él es, en efecto, la misma Vida (Cf.
Jn 14,6) y tan sólo Él tiene palabras de vida eterna (Cf. Jn 6,68). El Papa
Francisco afirma en la Exhortación Amoris laetitia: «nuestra tarea pastoral más importante con respecto a las familias, es
fortalecer el amor y ayudar a sanar las heridas» (n. 246). Y
también: “Las escuelas católicas deberían ser alentadas en su misión de ayudar
a los alumnos a crecer como adultos maduros que pueden ver el mundo a través de
la mirada de amor de Jesús y comprender la vida como una llamada a servir a
Dios». Para ello «hay que afirmar decididamente la libertad de la Iglesia de
enseñar la propia doctrina y el derecho a la objeción de conciencia por parte
de los educadores»” (n. 279). Con la familia y la escuela está en juego el don
y la misión que Dios nos encomienda - también en el ámbito social - y que precisamente será
objeto de reflexión en el próximo Sínodo de los Obispos 2018 con el
lema «Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional».
5. Educar en un tiempo de dominio
de la tecnología y de imposición de la ideología de género y sus evoluciones.
Ambivalencia de la tecnología
«Ciencia
y técnica han hecho y siguen haciendo notables avances que contribuyen a la
mejora de las condiciones materiales de la existencia»[1].
Sin embargo, «la ciencia y
la técnica son valores ambivalentes, susceptibles de engendrar grandes bienes o
grandes males, según el uso que se hace de ellas».[2] Los
beneficios de la tecnología digital, en efecto, son evidentes y bien conocidos,
sin embargo también existen peligros asociados a ellas.
Por un
lado está influencia que ejerce en el sistema de atención, llegando a
“hipnotizar” mientras estamos frente a la pantalla, y simultáneamente
aumentando el umbral de excitación neuronal para prestar atención, que se
traduce en una dificultad atencional cuando no estamos frente a la pantalla.
Además algunas redes sociales y aplicaciones influyen en nuestro sistema de
pensamiento, diluyendo nuestro concepto de intimidad y abriéndonos a una
exposición casi constante y a una búsqueda de refuerzo social a través de
simples motivadores como los mensajes de “I like”.
Imposición de la ideología de género
Considerando
estos elementos las pantallas se convierten en un medio idóneo para crear
corrientes de opinión, como puede ser la ideología de género, que junto con la
premisa de que quien discrepe de ella es porque odia a las personas que lo
defienden, se constituye en una imposición y una limitación al libre
pensamiento. Sin embargo, la ideología de género, como tal, es opinable y
cuestionable. Basada en que el ser humano sería el único animal cuyo código
genético no tendría influencia en su desarrollo psicosexual, pretende alterar
las formas de relación entre las personas y señalar como indeseables y rémora
de la sociedad a aquellos que discrepan, constituyéndose esta ideología como
una forma manifiesta de discriminación.
Generar vínculos saludables
Para
educar en el amor hay que generar vínculos sanos entre los chicos, entre las
chicas y entre chicos y chicas. El dominio de la tecno-imagen y la imposición de la «ideología de
género» y sus evoluciones, transforma la cultura del encuentro en la cultura
del deseo y de la impulsividad sin sentido. Es necesario proponer y
trabajar transversalmente experiencias presenciales formativas, deportivas,
afectivas y religiosas que promuevan relaciones veraces y castas desde
la libertad. En cualquier caso es necesario también destacar la dignidad de la
mujer, sus derechos y deberes en la sociedad y contribuir a que pueda
desarrollar su vocación y su misión como esposa y como madre.
6. La familia y la escuela al servicio de la educación de la persona humana
en la diferencia sexual varón-mujer: la iniciación cristiana y los itinerarios
de maduración en la masculinidad y feminidad.
Masculinidad y feminidad son un don
La
escuela católica y las familias cristianas se reclaman mutuamente. Pero no hay
familias cristianas sin sujetos cristianos gestados en la comunidad cristiana.
Los procesos de deconstrucción y la secularización impuestos ahora, incluso por
ley, exigen volver también a los orígenes en lo que se refiere a la educación y
a la formación de la persona hasta el nivel más básico como es la identidad:
varón y mujer creaturas de Dios. Ya nada se puede dar por supuesto. Hoy el niño,
los jóvenes, el adulto tienen un grito en el corazón, con una necesidad muy
grande de ser. Este grito reclama el poder descubrir la verdad de lo que es.
Debemos prevenir y sanar las heridas del hombre, dando respuesta a este grito
profundo. La masculinidad y la feminidad es un don y a través de los
itinerarios de maduración se acompaña a la persona a llenar plena y
personalmente de sentido el don de lo que es.
Iniciación cristiana: colaboración
familia, escuela, parroquia
Para ello
es imprescindible que el trabajo en la familia, la escuela y la parroquia sea
complementario y coordinado a la vez. En primer lugar se necesita promover en
todas las parroquias la iniciación cristiana según el modelo
del catecumenado bautismal donde la persona pueda ser engendrada desde el seno
de la Iglesia en la experiencia de encuentro con Jesucristo resucitado, en una
fe adulta. La familia debidamente acompañada (por ejemplo por las escuelas de
padres), sostenida (familia de familias), y formada en una antropología adecuada
y en la Doctrina Social de la Iglesia, puede desarrollar su labor de gestar y
acompañar el proceso de maduración de los cristianos
adultos, capaces de poseerse y donarse en todos los ámbitos, de amar
y de ser amados, como Cristo en la Cruz: castidad y caridad son dos virtudes
con dimensión social y política. A la escuela católica le corresponde, desde la
antropología adecuada, educar en el arte de vivir como cristianos en la
sociedad de la “postverdad”.
Padre y madre: misión
complementaria
El padre y la madre tienen una misión
educativa diferente pero complementaria a la vez. Desde la infancia es
necesario cultivar y reafirmar el sentido de la masculinidad en los hijos
varones y el sentido de la feminidad en las hijas. Para ello es necesario una
colaboración permanente con la escuela y la catequesis a través de itinerarios
de maduración de la feminidad y la masculinidad en el contexto de la iniciación
cristiana.
7. Panel
de propuestas concretas al servicio de las familias: la educación afectivo-sexual
al servicio de la vocación al amor (la preparación al matrimonio y la vida
consagrada), las escuelas de Familias y de Padres, los Centros de Orientación
Familiar.
Servicios
para promover la familia
La Teología del cuerpo, desarrollada a
través del pontificado de San Juan Pablo II, ofrece en sus frutos experiencias
concretas de formación integral y acompañamiento desde la acogida
misericordiosa: el carisma del Master del Pontificio Instituto Juan
Pablo II para estudios sobre el matrimonio y la familia, los Centros
de Orientación Familiar diocesanos, los Cursos de Preparación
al Matrimonio, y las Escuelas de Padres son minorías creativas y
ejemplo de estos preciosos frutos. Anclados en los criterios de la antropología
adecuada, hemos de promover la formación del sujeto humano-cristiano fomentando
la vocación al amor con una lúcida educación afectivo-sexual, proponiendo
itinerarios de fe a los novios y acompañando a los matrimonios en su vocación
esponsal y en su misión de padres.
La Educación afectivo-sexual
La
educación afectivo-sexual está al servicio de la vocación al amor de donación.
Con esta educación queremos cultivar la pastoral de la misericordia y la
pastoral de la Teología del cuerpo ofreciendo un itinerario de maduración
integral del edificio hermoso de la personalidad de los niños, adolescentes y
jóvenes, para que, reconociéndose como hijos, puedan cumplir la misión a la que
son llamados: un amor de donación esponsal en los estados de vida cristianos,
matrimonio y virginidad por el Reino de los Cielos.
La preparación al matrimonio
La
preparación próxima al matrimonio, siguiendo las orientaciones que nos ofrece
el Papa Francisco en Amoris laetitia (nn. 200-230) debe
desarrollarse como un Itinerario litúrgico-sacramental de inspiración catecumenal para
novios cristianos configurado con varias etapas y desarrollado en vinculación
con la Pastoral Juvenil. La Escuela de novios de nuestra
diócesis es un embrión que, junto a la Pastoral con los jóvenes está llamado a
desarrollarse.
Los Centros de Orientación Familiar
Los
Centros de Orientación Familiar (COF), respuesta que ofrece la
Iglesia para aliviar las dificultades y las carencias de las nuevas pobrezas
del hombre, se plantean como objetivo volver a éste a sus orígenes, esto es,
tornar su mirada al amor del Padre restaurando así la dignidad de hijos[3] y
que vean el fin al que apunta su vocación: manifestar en la comunión familiar
la alianza esponsal de Cristo.
Llamados a ser posada del Buen
Samaritano, cauce de la misericordia de Dios y testigos
de esperanza, los COF trabajan al modo de Jesús con la samaritana. Jesús dirige
su palabra al deseo de amor verdadero para liberarla de lo que oscurecía su
vida y conducirla a la alegría plena del Evangelio[4].
Cuando damos nuestras heridas el Señor las transforma y se convierten en fuente
de vida, sanando la voluntad, la libertad y el corazón de la persona.
Toda
nuestra acción pastoral debe ser ante todo una pastoral del vínculo[5],
donde se aporten elementos que ayuden tanto a madurar el amor como a superar
los momentos duros. Acompañar supone la decisión de caminar con las
personas creando los espacios y tiempos necesarios para que Dios dilate el corazón y la semilla de su amor haga de nuestra
vida algo bello y logrado.
La
Escuela de padres
La Escuela diocesana de padres parte de la necesidad de formar y acompañar a los padres
cristianos que hoy tienen que educar a sus hijos en un entorno muy diferente.
Cada vez es mayor número de estímulos que impactan en el aprendizaje de los
hijos y también mayor la dificultad de ser educados por la familia. La
organización familiar se hace diferente y más compleja, y la sociedad y el
Estado invaden y asumen cuestiones de la educación de los niños que aun siendo
responsabilidad de los padres quedan fuera de su control en edades cada vez más
tempranas. Los padres cristianos se ven en ocasiones, superados en sus fuerzas
por esta necesidad de educar en un continuo “contra-corriente”, con el añadido
de estar ellos mismos afectados por esa dolencia del “sujeto débil” que cada
vez afecta a más personas.
Sin embargo, a la luz de las perspectivas
pastorales presentadas por la Exhortación postsinodal Amoris laetitia (Cap
VI), como Iglesia sabemos que “el anuncio cristiano relativo a la familia es
verdaderamente una buena noticia”. El Evangelio de la familia es la alegría que
llena el corazón y puede llenar la vida entera porque responde a las
expectativas más profundas de la persona humana. Por este motivo, la Escuela de
padres y familias pretende: enseñar, ayudar, y acompañar a las familias para
que puedan afrontar cualquier situación relacionada con la vida familiar y la
educación de los hijos, desde la fe en Cristo y conforme al Magisterio de la
Iglesia.
Esta escuela busca reforzar y afianzar el
protagonismo de los padres en su responsabilidad y misión educativa. Quiere
ofrecer un punto de encuentro en el que se pueda favorecer la iniciativa de las
familias, su formación y su maduración. También pretende promover vínculos
entre las propias familias, la comunidad eclesial, el mundo educativo y
la sociedad, así como contribuir al crecimiento de una
cultura católica.
8. La
vocación social de la familia cristiana y de la escuela católica: la formación
e identidad de la comunidad cristiana como raíz de auténticas comunidades
educativas (familia y escuela) para gestar un pueblo que promueva la libertad
de enseñanza y políticas familiares justas, en el horizonte del Reinado Social
de Cristo.
No es legítima la separación Verdad-Estado
La
familia, la comunidad cristiana y la escuela son los pilares para una verdadera
renovación - a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia - de
la sociedad, de la cultura y de la política. Corromper la familia y la escuela
hace imposible el Bien común. La base doctrinal de la “sana laicidad”, «implica
que las realidades terrenas ciertamente [gocen] de una autonomía efectiva de la
esfera eclesiástica, pero no del orden moral» (Benedicto XVI,
9-12-2006); ésta es la razón por la que no es legítima la separación
Verdad-Estado. Debemos recuperar el Magisterio de la Iglesia Católica sobre
el Reinado Social de Cristo (Cf. Catecismo
de la Iglesia Católica, 2105). «La propuesta es el Reino de Dios (cf. Lc 4,43);
se trata de amar a Dios que reina en el mundo. En la medida en que Él logre
reinar entre nosotros, la vida social será ámbito de fraternidad, de justicia,
de paz, de dignidad para todos» (Papa Francisco, Evangelii gaudium,
180).
Un Nuevo Paradigma Mundial. La manipulación del lenguaje
En estos momentos se está gestando y
desarrollando un Nuevo Paradigma Mundial que
promueve novedosos y confusos principios filosóficos, biológicos y morales,
estratégicamente planificados, que distorsionan deliberadamente la
naturaleza humana. Esta “revolución
antropológica” impulsa y expande los llamados “nuevos derechos humanos” que
confunden y denigran la verdad sobre la persona humana. España
está siendo el laboratorio europeo de los cambios legislativos sobre estos
nuevos paradigmas con una proyección hacia los países hermanos de
Hispanoamérica. Es necesario formar profesionales y políticos
que, con verdadera vocación de servicio, dediquen su vida a combatir tales
ideologías y a proponer la verdad, bondad y belleza de la familia. Hemos
de volver a llamar a las cosas por su nombre desvelando el rapto de la realidad
que se promueve desde la “manipulación del lenguaje”. En concreto hemos de
denunciar la censura del nombre de Dios y de Jesucristo en la vida pública, así
como el desprecio y la burla del patrimonio católico de nuestro pueblo.
Redescubrir
el Bien común
El fin de la sociedad es el mismo fin de la
persona: promover aquellos bienes e instituciones que procuren el desarrollo y
perfección del hombre y de todos los hombres. Es lo que llamamos el Bien común.
Hoy de forma reduccionista se habla del “interés general” o de la “sociedad del
bienestar”. El interés del individuo o de todos los individuos puede que no sea
más que la suma de deseos subjetivos que no corresponden al bien objetivo de la
persona. Del mismo modo el “bienestar” no agota toda la dimensión de la persona
humana. Primero es el ser y el bien integral de todo hombre: varón o mujer. Por
eso reivindicamos la recuperación del llamado Bien común que hace justicia a
los bienes propios de la persona, como ser llamado a vivir en relación con sus
hermanos. El Bien común es el bien de la comunión, auténtico bien de la
persona, cuya primera experiencia nos facilita la familia y al que nos
introduce la escuela.
Carta
de los Derechos de la Familia: generar cultura cristiana
La familia cristiana y la escuela católica, como
minorías creativas, son dos instituciones que, promoviendo la Carta de
los Derechos de la Familia (Pontificio Consejo de la Familia, octubre
1983) y desarrollando una educación desde la antropología adecuada, están
llamadas a ser los pilares
de una sociedad renovada. Se encuentra aquí la clave para el futuro del
cristianismo en los años venideros.
No contamos ya con una cultura cristiana que podamos dar por supuesta. En este panorama, los cristianos creyentes están llamados a ser
minoría creativa, es decir, minoría capaz de generar cultura cristiana, porque
sólo ella «conserva la memoria del hombre desde sus comienzos: desde su
creación, de su vocación, de su elevación y de su caída»[6].
Para ello se hace necesario superar la mentalidad antivida. Afianzados en el
amor de Dios, hemos de promover familias abiertas generosamente al don de los
hijos y a su educación. En España es urgente remediar la baja natalidad que
pone en crisis la civilización cristiana característica de nuestro pueblo.
Edificar
una casa para el hombre
En esto la minoría creativa se diferencia
del gueto, centrado sobre sí y aislado del resto. La minoría, por el contrario,
se preocupa, sea por edificar una casa donde puedan ser acogidos los individuos
solitarios del mundo moderno, sea por ahondar bien sus cimientos en la verdad
de la persona según el designio del Padre. La familia y la escuela, como hemos
visto, son dimensiones esenciales de la minoría creativa, a través de las
cuales la Iglesia puede llegar a vivificar el entero tejido social. Como en su
momento dijo el filósofo Alasdair MacIntyre en su libro After Virtue,
en esta época de barbarie difusa no estamos esperando a Godot, sino a un nuevo
San Benito para recomenzar la evangelización de Europa. Del mismo modo
necesitamos pastores que, como San Agustín, sepan reconstruir las ruinas,
levantar los cimientos de nuestra cultura católica y reparar sus brechas (Cf.
Is 58, 12).
9. La hora de los testigos:
con la asistencia del Espíritu Santo estamos llamados a anunciar el amor de
Dios, manifestado en Cristo, a tiempo y a destiempo, con palabras y obras.
Evangelizadores atravesados por el fuego
del amor de Dios
Desde la primacía de la gracia necesitamos
evangelizadores atravesados por el fuego del amor de Dios, seguidores de Cristo
dispuestos a combatir el buen combate de la fe, y a aceptar la cruz y morir por
amor a Dios, a la Iglesia y a los hermanos, todo como nos enseña el Apóstol de
los gentiles: «Ceñida vuestra cintura con la verdad y revestidos de
la justicia como coraza, calzados los pies con el celo por el evangelio de la
paz, embrazando siempre el escudo de la fe, para que podáis apagar con él todos
los encendidos dardos del Maligno. Tomad, también, el yelmo de la salvación y
la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios» (Ef 6, 14-17).
El
testimonio de san Juan Bautista
Sin duda un modelo es san Juan
Bautista, “grande” pero humilde, que, como enseña el Papa Francisco, «murió por
causa de la verdad, cuando denunció el adulterio del rey Herodes y Herodías.
¡Cuántas personas pagan a caro precio el compromiso por la verdad! Cuántos
hombres rectos prefieren ir a contracorriente, con tal de no negar la voz de la
conciencia, la voz de la verdad. Personas rectas, que no tienen miedo de ir a
contracorriente» (Papa Francisco, Ángelus, 23-6-2013). Hoy,
como siempre, es preciso recordar que «amor y verdad son dos nombres de la
misma realidad, dos nombres de Dios» (Benedicto XVI, Ángelus,
3-2-2013).
La luz de
los santos
La
renovación de la sociedad, de la cultura y de la política necesita de testigos
del amor nupcial de Cristo por su Iglesia: varones y mujeres santos,
matrimonios santos, obispos, sacerdotes, diáconos y consagrados santos;
solteros y viudos, maestros y alumnos santos; políticos, emprendedores,
trabajadores y profesionales, sindicalistas, periodistas y artistas santos.
Solo la luz de los santos, que procede de Cristo, puede disipar las sombras y
las tinieblas de una cultura sin Dios. En esta noche cultural que atraviesa
España suplicamos al Señor que suscite el Espíritu de Santidad que avive el
fuego de la Tradición Católica de nuestro pueblo.
10.
Cuando llegan
las heridas y las situaciones difíciles: Acompañar, discernir e integrar.
Presentación del Vademécum para la nueva pastoral familiar a partir de la
Exhortación Amoris laetitia. Situaciones irregulares y recepción de
los sacramentos.
Curar las heridas
La minoría creativa no es solo una minoría
que genera cultura, sino también una minoría que cura las heridas abiertas de
los hombres de hoy, náufragos
del individualismo contemporáneo. El sufrimiento de las personas de esta
generación desorientada, reclama espacios y metodologías de acompañamiento que
les trasmitan el consuelo y el ánimo de la Caridad de Cristo, y les conduzcan a
una vida según el Evangelio, pues solo así puede vivirse una existencia
plenamente humana y feliz. La experiencia de los Centros de Orientación
Familiar dedicados a proponer la Pastoral de la Teología del Cuerpo y
la Pastoral de la Divina Misericordia son fuente de luz y esperanza para el
corazón doliente.
Criterios
para afrontar las situaciones irregulares
Con el fin de ayudar a discernir estas
situaciones, recogiendo los frutos de este Congreso, y atendiendo los ruegos de
los sacerdotes, como obispo de la diócesis he decidido publicar unos
criterios y disposiciones para el acompañamiento de quienes viven en
situaciones irregulares, según la exhortación Amoris laetitia. Como
criterio para la Pastoral Familiar de la Diócesis de Alcalá de Henares se
propone el Vademécum «Acompañar, discernir, integrar»[7] presentado
en este Congreso.
11.
Primacía de la Gracia.
Durante la celebración del Congreso, en la
Capilla de la Inmaculada del Palacio Arzobispal, el Santísimo Sacramento ha
permanecido expuesto con turnos de adoración permanente. Somos conscientes de
la necesidad de «promover y consolidar el reinado
social de Jesucristo en el Santísimo Sacramento» (Pío
XII, Radiomensaje al Primer Congreso Eucarístico Nacional de Guatemala,
22-4-1951. Cf. Pío XI, Quas Primas, 1925). El apoyarse en las solas
fuerzas, la autonomía frente a Dios y la libertad que no adquiere vínculos son
tres tentaciones constantes que se deben combatir desde la «primacía de
la gracia» y la conversión.
Confiamos
a la asistencia de la Sagrada Familia las conclusiones de este Congreso con la
fe puesta en la gracia de Dios, para quien no hay nada imposible (Cf. Lc 1,
37).
+ Juan Antonio Reig Pla
Obispo de Alcalá de Henares,
Obispo de Alcalá de Henares,
Con colaboración
de las Delegaciones de Pastoral Familiar y
Enseñanza
En Alcalá de Henares, 20 de marzo de 2017
Solemnidad de San José, esposo de la Bienaventurada
Virgen María
[2] Beato Pablo VI, Discursoa los
miembros del Comité Consultivo de las Naciones Unidas «sobre la aplicación de
la ciencia y de la tecnología al desarrollo», 24-10-1966.
[6] San Juan Pablo II, Memoria e identidad, La Esfera de
los Libros, Madrid, 2005, p. 179.
[7] AA.VV., Acompañar, discernir, integrar, Vademécum para una
nueva pastoral familiar, Ed. Monte Carmelo, Col. Didaskalos, 2017.
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