SANTA CATALINA DE SIENA
(1347-1380),
Virgen y Doctora de la Iglesia
Virgen y Doctora de la Iglesia
Estatua de Santa Catalina que se encuentra en el bastión sur del Castel Sant´Angelo de Roma, a la entrada del Vaticano, erigida en 1962, en un gran bloque de mármol de Carrara, obra de Francesco Messina. Su título "SANTA CATALINA VA A SAN PEDRO", como tantas veces lo hizo la terciaria dominica.
Animada por el
espíritu de Santo Domingo de Guzmán, fue un ejemplo de verdadera fidelidad a la
naturaleza del ministerio petrino. Su epistolario que remite al Papa de entonces
(que se hallaba desterrado en Avignon, Francia), exhortándolo a regresar a Roma,
es un testimonio vivo de auténtico amor a la Iglesia. Nos muestra la
importancia de “sentir con la Iglesia”, (y no “vivir de la Iglesia” como
ocurrió en tantas épocas) exhortando a que se abandonaran los vicios que se
habían infiltrado en el papado.
Catalina no cayó en
una obediencia ciega, sin embargo, gracias a evidentes dones sobrenaturales y a
pesar de su juventud y cortísima instrucción (considérese que vivió sólo 33
años) supo reconocer la importancia del Sucesor de Pedro como principio y
fundamento de la unidad de la fe de los cristianos.
Con
enorme vigor dirigió apremiantes exhortaciones al Papa, a Cardenales, Obispos y
sacerdotes para la reforma de la Iglesia y la pureza de las costumbres, y no
omitió graves reproches, aunque siempre con humildad y respeto a su dignidad,
Es principalmente a los pastores de la Iglesia a los que dirige una y otra vez
llamadas fuertes, convencida de que, de su conversión y ejemplaridad, dependía
la salud espiritual de su rebaño.
Impresiona y anima la santa audacia de Santa
Catalina, quien a través de muchísimas cartas y gestiones contribuyó a la
estabilidad del papado que se debatía entre el poder mal empleado y la
reconciliación, logrando que en el año de 1377 el Papa Gregorio XI dejara
Avignon y volviera a Roma, a la ciudad en la que Pedro había sido martirizado y
que entonces era una ruina en todo sentido. Repetía en sus cartas: "llevo todo el día en
el corazón, en la cabeza y en los labios una jaculatoria: ¡Roma!” Eran los tiempos
difíciles del terrible cisma de Occidente.
La Iglesia necesita también hoy de hombres y
mujeres que sean capaces de ese auténtico “sensuus eclesiae” (y no un estentóreo
acatamiento servil o una ciega o interesada papolatría), con el coraje y el
sufrimiento que ofreció Santa Catalina en el siglo XIV.
Con la
gran Santa de Siena nos alegrarnos con las alegrías de nuestra Madre, la
Iglesia, y sufrimos con las miserias y defecciones de sus miembros, y pedimos
su intercesión:
SANCTA CATHARINAE SENENSIS,
Virginis et Ecclesiae Doctoris.
Virginis et Ecclesiae Doctoris.
Ora pro Ecclesia et Petrus.
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