Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

1 de abril de 2015

LA CELEBRACIÓN DEL SAGRADO TRIDUO PASCUAL (I)

En tres próximas entregas presentamos
un documento muy importante de la Santa Sede,
que recuerda la importancia
de una digna celebración del misterio de la muerte y resurrección del Señor.
La Iglesia ha ido dotando a estos tres días de hermosos y profundos signos litúrgicos y sacramentales, devenidos del maravilloso tesoro cultual cristiano, que han calado hondo en la espiritualidad de muchas generaciones de católicos.
Es muy necesario que dichas celebraciones se realicen con una cuidada y delicada preparación para un mayor fruto de la comunidad.










De la Carta Circular
de la Congregación para el Culto divino,
acerca de la preparación y celebración de las fiestas pascuales 
(16 de enero de 1988)

EL TRIDUO PASCUAL,
CENTRO CULMINANTE DEL AÑO LITÚRGICO

Del mismo modo que la semana tiene su punto de partida y su momento culminante en el domingo, caracterizado siempre por su índole pascual, así el centro culminante de todo el año litúrgico resplandece en el santo Triduo pascual de la Pasión y Resurrección del Señor, que se prepara en el tiempo de Cuaresma y que se prolonga en la alegría de los cincuenta días sucesivos (3).

CARENCIA DE FORMACIÓN SUFICIENTE SOBRE ESTAS CELEBRACIONES CENTRALES

En muchos lugares del mundo cristiano los fieles y sus pastores valoran la importancia de estas celebraciones y participan frecuentemente en ellas con gran provecho espiritual.
Sin embargo, en algunos países se ha ido atenuando con el pasar del tiempo el entusiasmo y el fervor con que se recibió la instauración de la Vigilia pascual. En algunas partes se ha llegado a perder la misma noción de «vigilia», hasta el punto de haber reducido su celebración a una mera Misa vespertina en cuanto al tiempo y el modo como se suele celebrar la Misa del domingo en la tarde del sábado precedente.
En otros lugares no se respetan los horarios convenientes del Triduo santo. Más aún, frecuentemente se colocan en horas más oportunas y cómodas para los fieles los ejercicios de piedad y las devociones populares; y en consecuencia los fieles participan en ellas más que en los oficios litúrgicos.
Sin duda estas dificultades derivan de la formación todavía insuficiente, tanto del clero como de los fieles sobre el misterio pascual en su realidad de centro del año litúrgico y de la vida cristiana.(4)

El hecho de que en tantísimas regiones la Semana Santa coincida con el tiempo de vacaciones, así como la mentalidad que de la sociedad actual, añaden una dificultad más para una participación de los fieles a las celebraciones.

Teniendo en cuenta esta realidad, la Congregación para el Culto Divino considera oportuno recordar algunos aspectos doctrinales y pastorales, así como diversas determinaciones sobre la Semana Santa publicadas en otras ocasiones. Todo lo que, en cambio, se halla en los libros litúrgicos sobre la Cuaresma, la Semana santa, el Triduo Pascual y el tiempo Pascual, continúan en vigor, a no ser que reciba una nueva interpretación en este documento.
Todas las normas mencionadas son urgidas de nuevo en virtud del presente documento en orden a mejorar la celebración de los misterios de la Redención y a favorecer la participación más fructuosa de los fieles en las mismas.(5)


EL SAGRADO TRIDUO PASCUAL

38. La Iglesia celebra cada año los grandes misterios de la redención de los hombres desde la Misa vespertina del jueves en la Cena del Señor «hasta las Vísperas del domingo de Resurrección». Este período de tiempo se denomina justamente el «Triduo del crucificado, sepultado y resucitado» (42); se llama también «Triduo pascual» porque en su celebración se hace presente y se realiza el misterio de la Pascua, es decir el tránsito del Señor de este mundo al Padre. En esta celebración del misterio, por medio de los signos litúrgicos y sacramentales la Iglesia se une en íntima comunión con Cristo, su Esposo.

39. Es sagrado el ayuno pascual de los dos primeros días del Triduo, en los cuales, según una antigua tradición, la Iglesia ayuna «porque el Esposo ha sido arrebatado» (43). El Viernes Santo de la Pasión del Señor hay que observar en todas partes la abstinencia, y se recomienda que se observe también durante el Sábado santo, a fin de que la Iglesia pueda llegar con el espíritu ligero y abierto a la alegría del domingo de Resurrección (44).

40. Se encarece vivamente la celebración en común del Oficio de Lectura y Laudes de la mañana del Viernes de la Pasión del Señor y también del Sábado santo. Conviene que el obispo participe en esta celebración, en la catedral y, en cuanto sea posible, junto con el clero y el pueblo (45).
Este Oficio, llamado antiguamente «de tinieblas», conviene que mantenga el lugar que le corresponde en la devoción de los fieles, como meditación y contemplación de la pasión, muerte y sepultura del Señor, en espera del anuncio de su resurrección.

41. Para la celebración adecuada del Triduo pascual se requiere un número conveniente de ministros y colaboradores, que han de ser instruidos cuidadosamente acerca de lo que ellos han de hacer. Los pastores no dejen de explicar a los fieles del mejor modo posible el significado y la estructura de las celebraciones, preparándolos a una participación activa y fructuosa.

42. Tiene una importancia especial en las celebraciones de la Semana Santa y, especialmente durante el Triduo pascual, el canto del pueblo, de los ministros y del sacerdote celebrante, porque es concorde a la solemnidad de dichos días y también porque los textos adquieren toda su fuerza precisamente cuando son cantados.
Se invita a las Conferencias Episcopales, en el caso en que no lo hubiesen ya hecho, que tomen las medidas necesarias para dotar de melodías adecuadas a los textos y aclamaciones que, por su misma naturaleza, reclaman ser cantados. Dichos textos son:
a) la oración universal del Viernes Santo de la Pasión del Señor; la invitación del diácono, si la hace, o la aclamación del pueblo;
b) los cantos durante la ostensión y adoración a la Cruz;
c) las aclamaciones durante la procesión con el cirio pascual y  las del pregón pascual, el «Aleluya» responsorial, las letanías de los santos y la aclamación que sigue a la bendición del agua. 
No se omitan con facilidad los textos litúrgicos de los cantos para la participación del pueblo; procúrese que sus traducciones sean provistas de melodías adecuadas. Si dichos textos no están todavía disponibles para ser cantados, provisionalmente escójanse textos semejantes. Prepárese un repertorio propio para estas celebraciones, a ser utilizado únicamente en las mismas. Propónganse especialmente:
a) los cantos para la bendición y procesión de ramos, y para la entrada en la iglesia;
b) los cantos para la procesión con los santos óleos;
c) los cantos para la procesión de preparación de las ofrendas en la Misa «en la Cena del Señor», y el himno para la procesión del traslado del Santísimo Sacramento a la capilla de la reserva;
d) las respuestas de los salmos responsoriales de la Vigilia pascual y los cantos que acompañan la aspersión del agua.


43. Es muy conveniente que las comunidades religiosas, clericales o no, así como las comunidades laicales, participen en las celebraciones del Triduo pascual en las iglesias más importantes (46).


Igualmente no se celebren los oficios del Triduo pascual en aquellos lugares donde falte el número suficiente de participantes, ministros y cantores; y procúrese que los fieles se reúnan para participar en las mismas en una iglesia más importante.
También cuando un único presbiterio es responsable de diversas parroquias, conviene que los fieles de las mismas, en cuanto sea posible, se reúnan en la iglesia principal para participar en estas celebraciones.


Si un párroco tiene encomendadas dos o más parroquias en las cuales hay una notable participación de fieles y las celebraciones pueden realizarse con la debida reverencia y solemnidad, para bien de los mismos fieles el párroco puede repetir, teniendo en cuenta lo previsto por la legislación, las celebraciones del Triduo pascual (47).


A fin de que los alumnos de los Seminarios «vivan el misterio pascual de Cristo de manera que sepan después comunicarlo a la comunidad que se les confiará» (48), deberán adquirir una formación litúrgica competente y completa. Es muy conveniente que, durante los años de su preparación en el seminario, adquieran experiencia de más ricas y completas formas de celebración de las fiestas pascuales, especialmente de aquellas presididas por el obispo (49).




NOTAS


(3) Cf. Normas universales sobre el año litúrgico y sobre el calendario, n. 18.
(4) Cf. Conc. Vat. II, Decreto sobre la función pastoral de los obispos en la Iglesia, Christus Dominus, n. 15.
(5) Cf. S. Congr. de Ritos, Decreto Maxima redemptionis nostrae mysteria (16 nov. 1955) AAS 47 (1955) 838-847.
Cf. S. Congr. de Ritos, Decreto Maxima redemptionis nostrae mysteria (6 de noviembre 1955) AAS 47 (1955) 858. S. Agustín, Ep. 55, 24, Pl, 35, 215.
(43) Cf. Mc 2, 19-20; Tertuliano, De ieiunio 2 et 13, Corpus christianorum II, p. 1271.
(44) Cf. Caeremoniale episcoporum, n. 295; Conc. Vat. II, Const. sobre la Sagrada Liturgia Sacrosanctum Concilium, n. 110.
(45) Cf. Ibidem, n. 296; Ordenación general de la Liturgia de las Horas, n. 210.
(46) Cf. S. Congr. De Ritos, Instrucción Eucharisticum mysterium, (25 de mayo 1967) n.26. AAS 59 (1967) 558. N.B. En los monasterios de monjas la celebración del Triduo pascual se hará con la máxima solemnidad posible en la iglesia del monasterio.
(47) S. Congregación de Ritos, Ordenaciones y declaraciones acerca el nuevo Ordo sobre la Semana santa, (1 febrero 1957) n.21; AAS 49 (1957) 91-95.
(48) Conc. Vat. II, Decreto sobre la formación sacerdotal, Optatam totius, n. 8.
(49) Cf. S. Congregación para la educación católica, Instrucción sobre la formación litúrgica en los seminarios, (17 mayo 1979) nn.15, 33.



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