En tres próximas entregas presentamos
un documento muy importante de la Santa Sede,
que recuerda la importancia
de una digna celebración del misterio de la muerte y resurrección
del Señor.
La Iglesia ha ido dotando a estos tres días de hermosos y profundos
signos litúrgicos y sacramentales, devenidos del maravilloso tesoro cultual
cristiano, que han calado hondo en la espiritualidad de muchas generaciones de católicos.
Es muy necesario que dichas celebraciones se realicen con una
cuidada y delicada preparación para un mayor fruto de la comunidad.
De la Carta Circular
de la Congregación para el
Culto divino,
acerca de la preparación y
celebración de las fiestas pascuales
(16 de enero de 1988)
(16 de enero de 1988)
EL TRIDUO PASCUAL,
CENTRO CULMINANTE DEL AÑO LITÚRGICO
Del
mismo modo que la semana tiene su punto de partida y su momento culminante en
el domingo, caracterizado siempre por su índole pascual, así el centro
culminante de todo el año litúrgico resplandece en el santo Triduo pascual de
la Pasión y Resurrección del Señor, que se prepara en el tiempo de Cuaresma y
que se prolonga en la alegría de los cincuenta días sucesivos (3).
CARENCIA DE FORMACIÓN
SUFICIENTE SOBRE ESTAS CELEBRACIONES CENTRALES
En
muchos lugares del mundo cristiano los fieles y sus pastores valoran la
importancia de estas celebraciones y participan frecuentemente en ellas con
gran provecho espiritual.
Sin
embargo, en algunos países se ha ido atenuando con el pasar del tiempo el
entusiasmo y el fervor con que se recibió la instauración de la Vigilia
pascual. En algunas partes se ha llegado a perder la misma noción de «vigilia»,
hasta el punto de haber reducido su celebración a una mera Misa vespertina en
cuanto al tiempo y el modo como se suele celebrar la Misa del domingo en la
tarde del sábado precedente.
En otros
lugares no se respetan los horarios convenientes del Triduo santo. Más aún,
frecuentemente se colocan en horas más oportunas y cómodas para los fieles los
ejercicios de piedad y las devociones populares; y en consecuencia los fieles
participan en ellas más que en los oficios litúrgicos.
Sin duda estas
dificultades derivan de la formación todavía insuficiente, tanto del clero como
de los fieles sobre el misterio pascual en su realidad de centro del año
litúrgico y de la vida cristiana.(4)
El hecho de que en
tantísimas regiones la Semana Santa coincida con el tiempo de vacaciones, así
como la mentalidad que de la sociedad actual, añaden una dificultad más para
una participación de los fieles a las celebraciones.
Teniendo en cuenta
esta realidad, la Congregación para el Culto Divino considera oportuno recordar
algunos aspectos doctrinales y pastorales, así como diversas determinaciones
sobre la Semana Santa publicadas en otras ocasiones. Todo lo que, en cambio, se
halla en los libros litúrgicos sobre la Cuaresma, la Semana santa, el Triduo
Pascual y el tiempo Pascual, continúan en vigor, a no ser que reciba una nueva
interpretación en este documento.
Todas las normas
mencionadas son urgidas de nuevo en virtud del presente documento en orden a
mejorar la celebración de los misterios de la Redención y a favorecer la
participación más fructuosa de los fieles en las mismas.(5)
EL SAGRADO TRIDUO
PASCUAL
38. La Iglesia
celebra cada año los grandes misterios de la redención de los hombres desde la
Misa vespertina del jueves en la Cena del Señor «hasta las Vísperas del domingo
de Resurrección». Este período de tiempo se denomina justamente el «Triduo del
crucificado, sepultado y resucitado» (42);
se llama también «Triduo pascual» porque en su celebración se hace presente y
se realiza el misterio de la Pascua, es decir el tránsito del Señor de este
mundo al Padre. En esta celebración del misterio, por medio de los signos
litúrgicos y sacramentales la Iglesia se une en íntima comunión con Cristo, su
Esposo.
39. Es sagrado el
ayuno pascual de los dos primeros días del Triduo, en los cuales, según una
antigua tradición, la Iglesia ayuna «porque el Esposo ha sido arrebatado» (43).
El Viernes Santo de la Pasión del Señor hay que observar en todas partes la
abstinencia, y se recomienda que se observe también durante el Sábado santo, a
fin de que la Iglesia pueda llegar con el espíritu ligero y abierto a la
alegría del domingo de Resurrección (44).
40. Se encarece
vivamente la celebración en común del Oficio de Lectura y Laudes de la mañana del
Viernes de la Pasión del Señor y también del Sábado santo. Conviene que el
obispo participe en esta celebración, en la catedral y, en cuanto sea posible,
junto con el clero y el pueblo (45).
Este Oficio, llamado
antiguamente «de tinieblas», conviene que mantenga el lugar que le corresponde
en la devoción de los fieles, como meditación y contemplación de la pasión,
muerte y sepultura del Señor, en espera del anuncio de su resurrección.
41. Para la
celebración adecuada del Triduo pascual se requiere un número conveniente de
ministros y colaboradores, que han de ser instruidos cuidadosamente acerca de
lo que ellos han de hacer. Los pastores no dejen de explicar a los fieles del
mejor modo posible el significado y la estructura de las celebraciones,
preparándolos a una participación activa y fructuosa.
42. Tiene una
importancia especial en las celebraciones de la Semana Santa y, especialmente
durante el Triduo pascual, el canto del pueblo, de los ministros y del
sacerdote celebrante, porque es concorde a la solemnidad de dichos días y
también porque los textos adquieren toda su fuerza precisamente cuando son
cantados.
Se invita a las
Conferencias Episcopales, en el caso en que no lo hubiesen ya hecho, que tomen
las medidas necesarias para dotar de melodías adecuadas a los textos y
aclamaciones que, por su misma naturaleza, reclaman ser cantados. Dichos textos
son:
a) la oración
universal del Viernes Santo de la Pasión del Señor; la invitación del diácono,
si la hace, o la aclamación del pueblo;
b) los cantos durante
la ostensión y adoración a la Cruz;
c) las aclamaciones
durante la procesión con el cirio pascual y las del pregón pascual, el
«Aleluya» responsorial, las letanías de los santos y la aclamación que sigue a
la bendición del agua.
No se omitan con
facilidad los textos litúrgicos de los cantos para la participación del pueblo;
procúrese que sus traducciones sean provistas de melodías adecuadas. Si dichos
textos no están todavía disponibles para ser cantados, provisionalmente
escójanse textos semejantes. Prepárese un repertorio propio para estas
celebraciones, a ser utilizado únicamente en las mismas. Propónganse
especialmente:
a) los cantos para la
bendición y procesión de ramos, y para la entrada en la iglesia;
b) los cantos para la
procesión con los santos óleos;
c) los cantos para la
procesión de preparación de las ofrendas en la Misa «en la Cena del Señor», y
el himno para la procesión del traslado del Santísimo Sacramento a la capilla
de la reserva;
d) las respuestas de
los salmos responsoriales de la Vigilia pascual y los cantos que acompañan la
aspersión del agua.
43. Es muy
conveniente que las comunidades religiosas, clericales o no, así como las
comunidades laicales, participen en las celebraciones del Triduo pascual en las
iglesias más importantes (46).
Igualmente
no se celebren los oficios del Triduo pascual en aquellos lugares donde falte
el número suficiente de participantes, ministros y cantores; y procúrese que
los fieles se reúnan para participar en las mismas en una iglesia más
importante.
También cuando un
único presbiterio es responsable de diversas parroquias, conviene que los
fieles de las mismas, en cuanto sea posible, se reúnan en la iglesia principal
para participar en estas celebraciones.
Si un
párroco tiene encomendadas dos o más parroquias en las cuales hay una notable
participación de fieles y las celebraciones pueden realizarse con la debida
reverencia y solemnidad, para bien de los mismos fieles el párroco puede
repetir, teniendo en cuenta lo previsto por la legislación, las celebraciones
del Triduo pascual (47).
A fin de
que los alumnos de los Seminarios «vivan el misterio pascual de Cristo de
manera que sepan después comunicarlo a la comunidad que se les confiará» (48),
deberán adquirir una formación litúrgica competente y completa. Es muy
conveniente que, durante los años de su preparación en el seminario, adquieran
experiencia de más ricas y completas formas de celebración de las fiestas
pascuales, especialmente de aquellas presididas por el obispo (49).
NOTAS
(3) Cf. Normas universales sobre el año litúrgico y sobre el
calendario, n. 18.
(4) Cf. Conc. Vat.
II, Decreto sobre la función pastoral de los obispos en la Iglesia, Christus
Dominus, n. 15.
(5) Cf. S. Congr. de Ritos, Decreto Maxima redemptionis
nostrae mysteria (16 nov. 1955) AAS 47 (1955) 838-847.
Cf. S. Congr. de
Ritos, Decreto Maxima redemptionis nostrae mysteria (6 de
noviembre 1955) AAS 47 (1955) 858. S. Agustín, Ep. 55, 24, Pl, 35, 215.
(43) Cf. Mc 2,
19-20; Tertuliano, De ieiunio 2 et 13, Corpus christianorum
II, p. 1271.
(44) Cf. Caeremoniale
episcoporum, n. 295; Conc. Vat. II, Const. sobre la Sagrada
Liturgia Sacrosanctum Concilium, n. 110.
(45) Cf. Ibidem, n.
296; Ordenación general de la Liturgia de las Horas, n. 210.
(46) Cf. S. Congr.
De Ritos, Instrucción Eucharisticum mysterium, (25 de mayo 1967)
n.26. AAS 59 (1967) 558. N.B. En los monasterios de monjas la celebración del
Triduo pascual se hará con la máxima solemnidad posible en la iglesia del
monasterio.
(47) S.
Congregación de Ritos, Ordenaciones y declaraciones acerca el nuevo Ordo sobre
la Semana santa, (1 febrero 1957) n.21; AAS 49 (1957) 91-95.
(48) Conc. Vat. II,
Decreto sobre la formación sacerdotal, Optatam totius, n. 8.
(49) Cf. S. Congregación para la educación católica, Instrucción
sobre la formación litúrgica en los seminarios, (17 mayo 1979) nn.15, 33.
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