MIRA LA ESTRELLA, INVOCA A MARÍA
(como
los antiguos navegantes
que, en
sus barcos, buscaban llegar al buen puerto)
"Si
se levantan los vientos de las tentaciones,
si tropiezas en los escollos de las tribulaciones,
mira a la estrella, invoca a María.
si tropiezas en los escollos de las tribulaciones,
mira a la estrella, invoca a María.
Si eres
agitado por las olas de la soberbia, de la detracción, de la ambición o de la
envidia,
mira a la estrella, invoca a María.
mira a la estrella, invoca a María.
Si la
ira, la avaricia o la impureza impelen violentamente la navecilla de tu alma,
mira a la estrella, invoca a María (...)
mira a la estrella, invoca a María (...)
No se
aparte María de tu boca,
no se aparte de tu corazón (...).
no se aparte de tu corazón (...).
No te
descaminarás si la sigues,
no desesperarás si le ruegas,
no te perderás si en Ella piensas.
no desesperarás si le ruegas,
no te perderás si en Ella piensas.
Si Ella
te tiene de su mano, no caerás;
si te protege, nada tendrás que temer;
no te fatigarás, si es tu guía:
llegarás felizmente a puerto, si Ella te ampara.”
si te protege, nada tendrás que temer;
no te fatigarás, si es tu guía:
llegarás felizmente a puerto, si Ella te ampara.”
(San
Bernardo, Homiliae super "Missus est" 2, 17).
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