LA VIDA DEL SACERDOTE:
ESPIRITUALIDAD, DOCTRINA Y PASTORAL,
la negación o ausencia de alguna de ellas acarrea el desastre.
Catedral de San Pedro y Santa Cecilia, Mar del Plata, Argentina
De una homilía de Monseñor
Antonio Marino, obispo de Mar del Plata, el 28 de noviembre de 2011 en la
Iglesia Catedral de San Pedro y Santa Cecilia.
Ordenación sacerdotal de 44 diáconos de la Legión de Cristo en la Basílica de San Juan de Letrán en Roma, el 12 de diciembre de 2011
“Si admitiéramos que la pastoral, pudiese prescindir impunemente
de la dogmática,
lo peor ya no habría que temerlo,
pues lo tendríamos
instalado”.
(Ethienne Gilson)
En este
tramo de mi homilía, deseo dirigirme en especial a mis hermanos presbíteros,
con los cuales comparto la gloria del sacerdocio, y para los cuales hago
presente la plenitud del mismo, en virtud de la sagrada ordenación episcopal.
La
Iglesia, según la presenta el Apóstol de las gentes, es como un cuerpo cuyos
miembros tienen funciones diversas y donde cada miembro contribuye al bien
común de todo el cuerpo (Cf. 1Cor 12, 12-26; Rom 12, 3-8).
La
vocación al ministerio sacerdotal, tiene rasgos esenciales que la definen. Todo
presbítero está llamado a ejercer, dentro del Pueblo de Dios y en comunión con
el obispo, la función de maestro, sacerdote y pastor. Pero estas funciones
comunes y constitutivas se actúan, sin embargo, según dones o talentos
particulares. Lo común puede ser vivido según legítimas acentuaciones, en
conformidad con los dones de gracia recibidos. Pero es claro que la negación o
ausencia, lisa y llana, de alguna de estas dimensiones, o bien su vivencia
desintegrada y autónoma, acarrearía el desastre.
Hoy
puedo decir, con la fuerza de una evidencia íntima, que no podemos entender la
actividad pastoral como un despliegue de actividades prácticas en orden a
cambiar o mejorar las estructuras externas, al margen de la sintonía con el
Espíritu que impulsó a Jesús a anunciar el Evangelio, y con olvido de los
principios doctrinales del Magisterio dela Iglesia. En tal caso, estaríamos
sustituyendo el creer por el hacer, y privilegiando la acción sobre la
contemplación, la táctica sobre las convicciones de fe, la creatividad
caprichosa sobre la doctrina objetiva. Nos estaríamos apartando así del camino
estrecho trazado por Jesús, y reduciendo la fe cristiana a mera praxis o
ideología. Étienne Gilson, lúcido filósofo cristiano, afirmaba: “Si
admitiéramos que la pastoral, pudiese prescindir impunemente de la dogmática,
lo peor ya no habría que temerlo, pues lo tendríamos instalado”.
“Sin la
lógica de la santidad, el sacerdocio no pasa de una simple función social”.
Esta afirmación neta del Papa Benedicto, fue pronunciada en Benín (19 de
noviembre de 2011). Pero tanto en su pensamiento como en las orientaciones de
numerosos documentos dela Iglesia, la santidad sacerdotal está profundamente
vinculada con la solidez de la doctrina y tiene como materia la actividad
apostólica cotidiana. He aprendido en la experiencia directa que, una
espiritualidad sacerdotal aislada de esta doble referencia a la doctrina de la
Tradición y a la caridad pastoral del presbítero, nos estaría exponiendo a una
concepción intimista y subjetiva de nuestra unión con Cristo, con el riesgo de
caer en una búsqueda autocomplaciente de nosotros mismos donde, en lugar de
abrirnos sin reservas a la voluntad de Dios, quedamos centrados en nuestra
subjetividad.
Análogas
reflexiones hacemos respecto del estudio de la doctrina en la formación
permanente del clero. Nos decía el Papa Juan Pablo II: “En realidad, a través
del estudio, sobre todo de la teología, el futuro sacerdote se adhiere a la
Palabra de Dios, crece en su vida espiritual y se dispone a realizar su
ministerio pastoral” (PDV 51). De este modo, el Magisterio papal viene a
robustecer una certeza que fui adquiriendo con los años: separar la teología de
la espiritualidad es dar muerte a ambas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario