Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

14 de noviembre de 2015

UNA IMPONENTE BASÍLICA VOTIVA-EUCARÍSTICA EN PARÍS


LA BASÍLICA DEL SAGRADO CORAZON
EN MONTMARTRE

Testimonio elocuente del amor del pueblo francés a la Sagrada Eucaristía. 
El texto grabado en la piedra de la bóveda del ábside lo expresa bien: 
“Christo ejusque Sacratísimo Cordi Gallia poenitens et devota” 
(Al Sagrado Corazón de Jesús, la Francia penitente y oferente)

130 años de Adoración Eucarística permanente



Historia de la basílica del Sagrado Corazón de Montmartre, consagrada a la contemplación del amor de Cristo presente en el Santísimo Sacramento.

En lo alto de la colina de Montmartre, a pocos kilómetros de la catedral de Notre-Dame de París y del Palacio del Louvre, sobresalen la blanquísima cúpula y la esbelta torre de piedra de la monumental basílica construida en honor del Sagrado Corazón de Jesús.

Imponente y estratégicamente situado, el impresionante templo se presenta a los transeúntes como uno de los más destacados marcos de la “Ciudad de la Luz”. Pero, de los millones de peregrinos y turistas que lo visitan anualmente, ¿cuántos conocen su historia y la riqueza de su simbolismo?



Menos aún son los que —como hizo San Juan Pablo II en junio de 1980— entran en él para dedicar unos minutos a la oración ante el Santísimo Sacramento, expuesto día y noche desde hace 130 años.

¿Qué acontecimientos dieron origen a esa grandiosa basílica?

De “Monte de Marte” a “Monte de los Mártires”

Para responder correctamente a esa pregunta, remontémonos a la época galo-romana, cuando la colina en la que se eleva era conocida por el nombre de Mons Martis (Monte de Marte), al existir allí un templo dedicado al dios de la guerra.

En ella ocurrió un importante episodio de la historia del cristianismo. Narra San Gregorio de Tours que alrededor del año 250 el Papa había enviado a siete misioneros para evangelizar la Galia, entre ellos San Dionisio (San Denis, en francés). Éste se estableció en las márgenes del Sena, en la entonces llamada ciudad de Lutecia, y consiguió formar una comunidad cristiana, de la cual fue el primer obispo.

Sin embargo, corrían tiempos de odio y de persecución a los cristianos.

Dionisio fue denunciado a las autoridades romanas y, junto con dos compañeros, el presbítero Rústico y el diácono Eleuterio, lo decapitaron en el Monte de Marte, en el año 270 . Desde entonces consta que la colina pasó a denominarse Mons Martyrum (Monte de los Mártires), dando así origen al nombre francés Montmartre.

Lugar de peregrinación

Por su localización privilegiada — con una hermosa vista panorámica de la urbe de París y del río Sena—, la reina Adelaida de Saboya, esposa del rey Luis VI, decidió edificar allí, en el año de 1133, una iglesia en honor del Príncipe de los Apóstoles y un monasterio para monjas benedictinas.

Tras la muerte del monarca, la propia reina se retiró a ese convento, que se convertiría más tarde en una de las más importantes abadías de esa Orden en Francia.

A lo largo de los siglos, numerosos santos, como San Bernardo, Santa Juana de Arco y San Vicente de Paúl, fueron a esa colina en peregrinación.

Por las laderas del Montmartre también subieron siete hombres que robustecidos por los Ejercicios Espirituales y atraídos por la bendición del lugar desearon emitir sus votos religiosos en la cripta donde se suponía que había ocurrido el martirio de San Dionisio, y de la que hoy no queda prácticamente nada. Eran San Ignacio de Loyola y seis discípulos suyos. Allí se constituyó el primer núcleo de la Compañía de Jesús, en la fiesta de la Asunción de 1534.

Otro gran hito de la historia del Monte de los Mártires ocurrió en 1611, cuando fueron halladas en la cripta de la capilla del monasterio de las benedictinas inscripciones que indicaban el sitio exacto del martirio del santo obispo Dionisio.

La propia reina María de Médicis quiso conmemorar este descubrimiento llevando a toda la Corte en peregrinación hasta aquel lugar.

Víctima de la Revolución Francesa

La Revolución Francesa interrumpió la multisecular historia de la abadía benedictina de Montmartre: en 1792, el edificio fue destruido y las religiosas se dispersaron. Varias fueron víctimas de la guillotina, entre ellas la última abadesa, la Madre María Luisa de Montmorency-Laval.

La inestabilidad política por la que pasó Francia después de la Revolución de 1789 se prolongó casi cien años. Y la situación se mostraba especialmente grave a finales de 1870, tras la fuerte derrota sufrida por ese país en la Guerra Franco- Prusiana. En marzo del año siguiente estalló la Comuna de París, que diseminó el terror y la violencia durante más de dos meses.

El “Voto Nacional” para la construcción de la Basílica

La gracia de Dios, no obstante, tocó a fondo los corazones de los franceses en este escenario de tragedias e incertidumbre. Recordando las revelaciones que el Señor le había hecho dos siglos antes a Santa Margarita María Alacoque, en varias ciudades los fieles hicieron promesas al Corazón de Jesús, suplicando al divino Redentor la restauración de la patria y la liberación del Papa Pío IX, prisionero en el Vaticano.

Un destacado laico católico parisino, Alexandre Félix Legentil, impulsado por el sacerdote jesuita Henry Ramière, redacta el esbozo de un “Voto Nacional al Sagrado Corazón de Jesús para obtener la liberación del Soberano Pontífice y la salvación de Francia”. Fue impreso y distribuido al público, y en poco tiempo las hojas se llenaron de miles de firmas.

Concretamente, los signatarios prometían colaborar para erigir un santuario en París dedicado al Sagrado Corazón de Jesús. Por sugerencia del arzobispo Mons. Hippolyte Guibert, fue escogida la cumbre de la colina de Montmartre para dicha construcción.



Tras meses de consultas, propuestas y providencias di versas, la Asamblea Nacional francesa aprobó el 24 de julio de 1873, por una expresiva mayoría —382 votos a favor, 138 en contra y 160 abstenciones—, el proyecto que estipulaba en su artículo primero: “Se declara de utilidad pública la construcción de una iglesia sobre la colina de Montmartre, conforme a la petición presentada por el Arzobispo de París, en su carta de 5 de marzo de 1873, dirigida al ministro de Justicia. Esta iglesia, que será construida exclusivamente con fondos recaudados por suscripción, será dedicada al ejercicio público del culto católico”.

Entusiasta adhesión del pueblo fiel

A pesar de la tremenda crisis financiera en la que se encontraba la Francia de la posguerra —además de otras dificultades, las tropas prusianas vencedoras sólo salieron del territorio francés tras el pago de una considerable indemnización—, el proyecto de construcción de la nueva basílica contó desde el principio con la entusiástica y generosa participación del pueblo fiel: desde modestos obreros hasta distinguidos miembros del clero y del gobierno adhirieron a la iniciativa. En total fueron recaudados más de 46 millones de francos.

Entre los casi 10 millones de donantes, destacan el propio Papa Pío IX, que hizo una ofrenda personal de 20.000 francos, y una joven de Lisieux llamada Teresa Martin, que envió su brazalete para que fuera fundido y usado en la confección del gran ostensorio del Santísimo Sacramento.

Pocos años después, ella pasaría a la Historia con el nombre de Santa Teresa del Niño Jesús.

La piedra fundamental del nuevo templo votivo fue puesta el 16 de junio de 1875; un año más tarde, se celebró la primera Misa en una capilla provisional.

Las obras avanzaron con la velocidad posible de un proyecto de tal envergadura en las difíciles circunstancias de la época. La monumental iglesia fue terminada en 1914.



En el techo del ábside se puede contemplar el mayor mosaico del país, que representa al Sagrado Corazón de Jesús glorificado por la Iglesia y por Francia, llamado Cristo Pantocrator. En su base se lee esta divisa en latín: Christo ejusque Sacratísimo Cordi Gallia poenitens et devota (A Cristo y a su Sacratísimo Corazón, la Francia penitente y devota).



Adoración Eucarística ininterrumpida

En 1885 comenzó la Adoración Perpetua al Santísimo Sacramento en la basílica, aún en construcción. Desde entonces, gracias al fervor de los adoradores anónimos, no se interrumpió ni siquiera en los momentos de grandes tragedias, como el día en que las tropas alemanas invadieron París en 1940, y la noche en que el edificio tembló y los vitrales salieron disparados bajo el impacto de las bombas que la aviación aliada lanzó en 1944.

Se podría escribir mucho más sobre los maravillosos efectos y los resultados concretos de esa ininterrumpida adoración a la Sagrada Eucaristía, mantenida a lo largo de 130 años a costa de sacrificios, no sólo pequeños, sino a veces heroicos.

Ostensorio de la Basílica de Montmartre

Bien lo sintetizó San Juan Pablo II al afirmar que, gracias a eso, la Basílica se convirtió en “uno de esos centros de donde el amor y la gracia del Señor irradian misteriosa pero realmente sobre vuestra ciudad, sobre vuestro país y sobre todo el mundo redimido”.


Texto del Voto Nacional al Sagrado Corazón de Jesús

Para obtener la liberación del Soberano Pontífice y la salvación de Francia

“Ante las desgracias que afligen a Francia, y las desgracias quizá mayores que todavía la amenazan; ante los sacrílegos atentados cometidos en Roma contra los derechos de la Iglesia y de la Santa Sede, y contra la persona sagrada del Vicario de Jesucristo; nos humillamos ante Dios, y unimos a nuestro amor a la Iglesia y a nuestra patria, reconocemos que somos culpables y castigados justamente.

Y para hacer una reparación pública de nuestros pecados y obtener de la infinita misericordia del Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo el perdón de nuestras faltas, así como los socorros extraordinarios sin los que no se podrá liberar al Sumo Pontífice de su cautiverio y hacer cesar las desgracias de Francia, nos comprometemos a contribuir para la construcción en París de un santuario dedicado al Sagrado Corazón de Jesús”.

(Texto del Voto Nacional grabado en el mármol de la basílica de Montmartre).


Puerta principal de la Basílica del Sagrado Corazón de Montmartre, París.




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