LA MATER ECCLESIAE
Hoy en
la Argentina, además de la fiesta patria, se celebra a María Virgen en su
título de MADRE DE LA IGLESIA (que el Papa Pablo VI proclamó en 1964)
El
episcopado argentino, hace 40 años, estableció que el lunes posterior a
Pentecostés se conmemorara esta advocación mariana, que tiene una tradición de
muchos siglos.
Y la contemplamos en el
Cenáculo de Jerusalén junto al Colegio Apostólico, cuando se “escucho un fuerte
ruido con viento y descendieron lenguas de fuego sobre cada uno de ellos”. Comenzó así la predicación apostólica que llevó a la Iglesia a todos los rincones de la tierra.
En el
año 1980 un estudiante universitario que rezaba el Ángelus se percató que en la
Plaza de San Pedro había muchísimas esculturas de santos, pero ninguna de María
Virgen. Así se lo dijo al Papa Juan Pablo II, quien encargó colocar una
mayólica con la inscripción MATER ECCLESIAE, (que inauguró el 8 de diciembre de
1981) en una ochava que da sobre la Plaza diseñada por Bernini.
INVOCAMOS A MARÍA SANTÍSIMA
-MATER ECCLESIAE-
PIDIÉNDOLE SU INTERCESIÓN
POR LA IGLESIA QUE PEREGRINA EN
ARGENTINA,
POR SUS OBISPOS, SACERDOTES, CONSAGRADOS,
Y TODO EL PUEBLO FIEL.
Y decimos con el Himno de Laudes de esta
Memoria:
Lucero de la mañana,
norte que muestra el camino,
cuando turba de continuo
nuestro mar la tramontana.
Quien tanta grandeza explica
sin alas puede volar,
porque no podrá alabar
a la que es más santa y dichosa.
Sois pastora de tal suerte,
que aseguráis los rebaños
de mortandades y daños,
dando al lobo cruda muerte.
Dais vida a quien se os aplica,
y en los cielos y en la tierra
libráis las almas de guerra,
como poderosa y rica.
Si vuestro ejemplo tomasen
los pastores y los rebaños,
yo fío que de dolores
para siempre se librasen.
Tanto Dios se os comunica,
que sin fin os alabamos,
y más cuando os contemplamos
en el mundo la más dichosa. Amén.
norte que muestra el camino,
cuando turba de continuo
nuestro mar la tramontana.
Quien tanta grandeza explica
sin alas puede volar,
porque no podrá alabar
a la que es más santa y dichosa.
Sois pastora de tal suerte,
que aseguráis los rebaños
de mortandades y daños,
dando al lobo cruda muerte.
Dais vida a quien se os aplica,
y en los cielos y en la tierra
libráis las almas de guerra,
como poderosa y rica.
Si vuestro ejemplo tomasen
los pastores y los rebaños,
yo fío que de dolores
para siempre se librasen.
Tanto Dios se os comunica,
que sin fin os alabamos,
y más cuando os contemplamos
en el mundo la más dichosa. Amén.
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