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Con
  paciencia todo se logra... 
Elogio de
  la virtud de la paciencia. 
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  Existen unos
  conocidos versos de Santa Teresa de Jesús que dicen:  
“Nada te turbe, nada te espante 
 Dios no se muda.  
La paciencia, todo
  lo alcanza, 
quien a Dios
  tiene, nada le falta. 
Sólo Dios basta”. 
      Tal importancia tienen estos versos de Santa Teresa, que el  Padre Royo Marín O.P. le dedicó un libro
  entero, con el título “Nada te turbe,
  nada te espante” Según Royo Marín: “La paciencia es una
  virtud derivada de la fortaleza, que “Inclina a soportar sin tristeza de
  espíritu ni abatimiento de corazón los padecimientos físicos y morales”.  
     Fernández Carvajal nos
  escribe diciendo: “Es necesario saber esperar y luchar con
  perseverancia, convencidos de que, mientras nos mantengamos en el combate,
  estamos amando a Dios”. Porque dejar de luchar, es tirar la toalla y
  entregarse a la voluntad del demonio, del odio y de las tinieblas.   
Para Rusbroquio: “La paciencia consiste en soportar tranquilamente todo lo que puede acaecer de parte de Dios o de las criaturas. Al hombre paciente, nada puede turbarle. Ni la pérdida de bienes terrenos, de amigos o parientes, enfermedades y afrentas, vida o muerte. Ni el purgatorio, ni el demonio, ni el infierno. Todo se abandona a la voluntad de Dios como lo exige el amor”. 
     Y para Henry Nouwen: “La paciencia esfuma el tiempo del reloj y revela un nuevo tiempo, el
  tiempo salvífico. No se trata ya del tiempo medido por unidades abstractas y
  objetivas del reloj o del calendario, sino al contrario del tiempo vivido
  desde dentro y vivenciado como tiempo pleno. De este tiempo pleno es del que
  habla la Escritura”.  
      Enfocando la paciencia desde
  un punto de vista práctico, San Agustín nos la describe así: “Es aquella virtud por la que toleramos los males con igualdad de
  ánimo para no abandonar con ánimo desigual los bienes por los que alcanzamos
  otros mejores”. 
     A lo largo de su vida, el hombre se
  encuentra frente a muchas situaciones, en las que Dios por nuestro bien, desea
  poner a prueba nuestra paciencia porque si superamos la prueba, tendremos
  siempre una mayor gloria futura. Ejemplo total de paciencia es la suya
  esperando que a lo largo de las vidas de los hombres, alguno tome razón y
  cuenta, de que no se puede pasar la vida ofendiendo a Dios y vuelva sus ojos
  hacia Él. Es necesario que el hombre entienda que Dios espera pacientemente,
  pero solo durante toda la vida del hombre, porque si en este su cuerpo
  material, se derrumba aniquilado, su alma se separa de él y también si muere
  sin haber amado a Dios, su alma sale del ámbito de amor del Señor, donde ya
  es tarde para arrepentirse.  
       
    Es preciso que entendamos
  que Dios espera y es pacientísimo, más no para siempre, el límite de su
  paciencia está en el final de la vida del alma del hombre en la tierra.   
       
      Como consecuencia de su
  inmensa paciencia, Dios nunca tiene prisa y siempre actúa lentamente, tanto
  en la espera de que nos convirtamos, como para atender nuestras peticiones,
  si es que está dispuesto a concedérnoslas, porque crea, que ellas serán
  provechosas para nuestra futura felicidad. 
          La práctica de la virtud en nosotros es esencial para nuestra
  salvación. El tiempo es un factor importante para ser perseverantes y
  adquirir esta virtud.  
         La virtud de la paciencia, juega un papel
  muy importante en nuestra vida espiritual, porque practicar la paciencia es
  sufrir sin rechistar los defectos de nuestros semejantes. Es tomar ejemplo de
  la paciencia que Dios tiene con nosotros. El que se ejercite en fomentar su
  paciencia, está doblegando su soberbia y aumentando su humildad la virtud más
  amado y estimada por Dios en el hombre.  
     Salvador Canals escribe repitiendo los
  pensamientos de Dom Vital Lehodey, y diciendo: “Si la paciencia
  es la vía que conduce a la paz y el estudio el sendero que conduce a la
  ciencia, la humillación es el único camino que conduce a la humildad. …, con
  vuestra paciencia, poseeréis vuestras almas; a costa de vuestra paciencia
  adquiriréis la santidad”.  
      Cómo se podrá coronar nuestra paciencia,
  si no padecemos ninguna adversidad en la vida. Para la adversidad en nuestra
  vida, no tenemos mejor remedio que aplicar nuestra paciencia, la que tuvo el
  santo Job, cuando al tener noticia de la pérdida de sus bienes, exclamó: Dios
  me lo dio y Dios me lo quitó, bendito sea su santo nombre.  
         Nos dice San Agustín: “La caridad, el amor a Dios, es la que nos da paciencia en las
  aflicciones moderación en la prosperidad, valor en las adversidades, alegría
  en las obras buenas; ella nos ofrece un asilo seguro en las tentaciones, da
  generosa hospitalidad a los desvalidos, alegra el corazón cuando encuentra
  verdaderos hermanos y presta paciencia para sufrir a los traidores”. (…) “Sé paciente, puesto que para eso has nacido; sé paciente, porque quizás tú
  también has sido padecido”. (…) “La verdadera paciencia es compañera de la
  sabiduría y no esclava de la concupiscencia”.  
        Las adversidades que recibamos vengan de
  donde vinieren, siempre han sido queridas o permitidas por Dios para ti, por
  lo que deben ser recibidas, como regalos de Dios pues, por medio de ellas
  tenemos la posibilidad de ejercitar nuestra paciencia y subsiguientemente
  aumentar nuestro caudal de bienes sobrenaturales, cuando tengamos que
  presentarnos ante Dos para dar cuentas de nuestra vida en este mundo.   
        
   La disciplina de la
  paciencia se practica en la oración y en la acción, y a este respecto Henry
  Nouwen nos dice: “A primera vista, puede resultar extraño que
  se vincule la oración con la disciplina de la paciencia. Pero no hay que
  detenerse a pensar mucho para caer en la cuenta de que la impaciencia nos
  aleja de la oración”. 
          Del fallo de la
  fortaleza nace la impaciencia, y de la falta de paciencia nace la ira, que a
  su vez nos conduce a la soberbia y a la falta de caridad. 
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Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.
27 de mayo de 2015
SOBRE LA VIRTUD DE LA PACIENCIA
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