Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

27 de mayo de 2015

SOBRE LA VIRTUD DE LA PACIENCIA

Con paciencia todo se logra...

Elogio de la virtud de la paciencia.



  Existen unos conocidos versos de Santa Teresa de Jesús que dicen:

“Nada te turbe, nada te espante
 Dios no se muda.
La paciencia, todo lo alcanza,
quien a Dios tiene, nada le falta.
Sólo Dios basta”.

      Tal importancia tienen estos versos de Santa Teresa, que el  Padre Royo Marín O.P. le dedicó un libro entero, con el título “Nada te turbe, nada te espante” Según Royo Marín: “La paciencia es una virtud derivada de la fortaleza, que “Inclina a soportar sin tristeza de espíritu ni abatimiento de corazón los padecimientos físicos y morales”.

     Fernández Carvajal nos escribe diciendo: “Es necesario saber esperar y luchar con perseverancia, convencidos de que, mientras nos mantengamos en el combate, estamos amando a Dios”. Porque dejar de luchar, es tirar la toalla y entregarse a la voluntad del demonio, del odio y de las tinieblas.

        Para Rusbroquio:
“La paciencia consiste en soportar tranquilamente todo lo que puede acaecer de parte de Dios o de las criaturas. Al hombre paciente, nada puede turbarle. Ni la pérdida de bienes terrenos, de amigos o parientes, enfermedades y afrentas, vida o muerte. Ni el purgatorio, ni el demonio, ni el infierno. Todo se abandona a la voluntad de Dios como lo exige el amor”.

     Y para Henry Nouwen: “La paciencia esfuma el tiempo del reloj y revela un nuevo tiempo, el tiempo salvífico. No se trata ya del tiempo medido por unidades abstractas y objetivas del reloj o del calendario, sino al contrario del tiempo vivido desde dentro y vivenciado como tiempo pleno. De este tiempo pleno es del que habla la Escritura”.

      Enfocando la paciencia desde un punto de vista práctico, San Agustín nos la describe así: “Es aquella virtud por la que toleramos los males con igualdad de ánimo para no abandonar con ánimo desigual los bienes por los que alcanzamos otros mejores”.

     A lo largo de su vida, el hombre se encuentra frente a muchas situaciones, en las que Dios por nuestro bien, desea poner a prueba nuestra paciencia porque si superamos la prueba, tendremos siempre una mayor gloria futura. Ejemplo total de paciencia es la suya esperando que a lo largo de las vidas de los hombres, alguno tome razón y cuenta, de que no se puede pasar la vida ofendiendo a Dios y vuelva sus ojos hacia Él. Es necesario que el hombre entienda que Dios espera pacientemente, pero solo durante toda la vida del hombre, porque si en este su cuerpo material, se derrumba aniquilado, su alma se separa de él y también si muere sin haber amado a Dios, su alma sale del ámbito de amor del Señor, donde ya es tarde para arrepentirse.

          Es preciso que entendamos que Dios espera y es pacientísimo, más no para siempre, el límite de su paciencia está en el final de la vida del alma del hombre en la tierra. 

            Como consecuencia de su inmensa paciencia, Dios nunca tiene prisa y siempre actúa lentamente, tanto en la espera de que nos convirtamos, como para atender nuestras peticiones, si es que está dispuesto a concedérnoslas, porque crea, que ellas serán provechosas para nuestra futura felicidad.

          La práctica de la virtud en nosotros es esencial para nuestra salvación. El tiempo es un factor importante para ser perseverantes y adquirir esta virtud.

         La virtud de la paciencia, juega un papel muy importante en nuestra vida espiritual, porque practicar la paciencia es sufrir sin rechistar los defectos de nuestros semejantes. Es tomar ejemplo de la paciencia que Dios tiene con nosotros. El que se ejercite en fomentar su paciencia, está doblegando su soberbia y aumentando su humildad la virtud más amado y estimada por Dios en el hombre.

     Salvador Canals escribe repitiendo los pensamientos de Dom Vital Lehodey, y diciendo: “Si la paciencia es la vía que conduce a la paz y el estudio el sendero que conduce a la ciencia, la humillación es el único camino que conduce a la humildad. …, con vuestra paciencia, poseeréis vuestras almas; a costa de vuestra paciencia adquiriréis la santidad”.

      Cómo se podrá coronar nuestra paciencia, si no padecemos ninguna adversidad en la vida. Para la adversidad en nuestra vida, no tenemos mejor remedio que aplicar nuestra paciencia, la que tuvo el santo Job, cuando al tener noticia de la pérdida de sus bienes, exclamó: Dios me lo dio y Dios me lo quitó, bendito sea su santo nombre.

         Nos dice San Agustín: “La caridad, el amor a Dios, es la que nos da paciencia en las aflicciones moderación en la prosperidad, valor en las adversidades, alegría en las obras buenas; ella nos ofrece un asilo seguro en las tentaciones, da generosa hospitalidad a los desvalidos, alegra el corazón cuando encuentra verdaderos hermanos y presta paciencia para sufrir a los traidores”. (…) “Sé paciente, puesto que para eso has nacido; sé paciente, porque quizás tú también has sido padecido”. (…) “La verdadera paciencia es compañera de la sabiduría y no esclava de la concupiscencia”.

        Las adversidades que recibamos vengan de donde vinieren, siempre han sido queridas o permitidas por Dios para ti, por lo que deben ser recibidas, como regalos de Dios pues, por medio de ellas tenemos la posibilidad de ejercitar nuestra paciencia y subsiguientemente aumentar nuestro caudal de bienes sobrenaturales, cuando tengamos que presentarnos ante Dos para dar cuentas de nuestra vida en este mundo. 

          La disciplina de la paciencia se practica en la oración y en la acción, y a este respecto Henry Nouwen nos dice: “A primera vista, puede resultar extraño que se vincule la oración con la disciplina de la paciencia. Pero no hay que detenerse a pensar mucho para caer en la cuenta de que la impaciencia nos aleja de la oración”.

          Del fallo de la fortaleza nace la impaciencia, y de la falta de paciencia nace la ira, que a su vez nos conduce a la soberbia y a la falta de caridad.


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