MODERNIDAD Y POSMODERNIDAD EN UNA POSDEMOCRACIA
UNIVERSAL Y VIRTUAL
(maqueta idealizada del
Coliseo Romano –Anfiteatro Flavio- como luciría en el siglo I, símbolo por antonomasia del lema "panis et circences"
El
periodista Juan Manuel de Prada escribe un artículo sobre un libro del político
valenciano Orti Bordas, referido a la Posmodernidad y la consecuente
Posdemocracia. Los párrafos siguientes son de gran lucidez, haciendo un diagnóstico
veraz de nuestro mundo, que trasciende el escenario español actual y está escrito
en un español riquísimo.
Aquí unos
párrafos:
Todas las enseñanzas de la tradición
que la modernidad ya se había ocupado de cuestionar, hostigar y alancear se han
desmoronado en la posmodernidad, arrojándonos a una orfandad que sólo podemos
combatir con una suerte de frivolidad lúdica.
Inmersos en el caos y el desconcierto
(pero un caos apacible y un desconcierto amuermado), después de renegar de
cualquier guía o autoridad (y convencidos de que cada cual puede
constituirse en autoridad de sí mismo), los hombres posmodernos nos hemos
amodorrado con los mass
media, hemos cedido a los reclamos publicitarios, nos hemos
dejado halagar por los entretenimientos más fútiles y nos hemos ensimismado en
la contemplación de nuestro propio ombligo, mendigos de una juventud que
queremos alargar grotescamente en el quirófano o mediante el cultivo de
aficiones patéticas.
Y, por supuesto, celebramos como
grandes conquistas humanas la fragmentación de las ideas, la cultura entendida
como mero consumo de baratijas perecederas, el pluralismo de las subculturas,
la sumisión a las modas, la celebración idiotizante de cualquier novedad y la
exaltación de la propia voluntad, pues el hombre posmoderno, cual chiquilín
emberrinchado, se siente autorizado para hacer cualquier cosa con tal de
satisfacer sus caprichos y apetencias.
Entretanto, el mundo se ha empequeñecido y a la
vez homogeneizado, gracias a los avances tecnológicos y la
conversión de los pueblos en masas alienadas (lo que más finamente se denomina
«ciudadanía»): todos aspiramos a las mismas cosas, al mismo estilo de vida, a
los mismos placebos que mitiguen nuestro sinsentido vital, con el mayor placer
y el mínimo esfuerzo.
Cualquier aspaviento ideológico o
estético, cualquier moda adventicia se convierte en religión de temporada: hoy
es un partido populista constituido con saldos y retales de las tertulias
televisivas más casposas, mañana un escritorcillo sin fuste alguno que escribe
una crónica de sus excesos juveniles, pasado mañana tal o cual tendencia
metrosexual o hipster, según impongan los gurús, porque ya sólo somos
zascandiles arrastrados por corrientes globales.
Así
florece la posdemocracia. Ortí Bordás la define como una ficción política, una
parodia o caricatura, “una situación
política supuesta y nominalmente democrática de la que ha sido extraditado el pueblo”
En esta posdemocracia, los poderes
oligárquicos pueden hacer lo que libérrimamente desean sin estar sometidos a
más voluntad que la suya propia, sabedores de que los nuevos núcleos
representativos que surgen del pueblo reducido a masa alienada son informales y
efímeros, narcisistas y de fuerzas que se disipan con la rapidez del champán o
del trending topic.
El hombre posmoderno
se ha convertido en un hombre de vidrio, escrutado, encuestado y fiscalizado
por el poder que, para mayor inri, se siente indefenso y desvalido cuando le
falta esa fiscalización.
Son las ventajas de tratar -citamos a
Ortí Bordás- con «un individuo enamorado
de sí mismo, medularmente materialista, anclado en el presente y sin más
horizonte vital que el disfrute del bienestar y el ejercicio de lo que
considera sus derechos inalienables e ilimitados».
Allá donde las raíces son negadas,
donde los vínculos se consideran un estorbo y la sociedad desarticulada y
hedonista se configura como una suma de egoísmos irresponsables que rechazan la
búsqueda del bien común, la posdemocracia halla su caldo de cultivo óptimo.
Porque nada es más fácil para el poder que halagar necios intereses
particulares, para domesticación de masas incapaces para cualquier compromiso
fuerte y común.
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