En el reciente documento presentado por la
CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y
LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS
llamado:
"DIRECTORIO HOMILÉTICO"
(Vaticano, 2014)
al referirse al I Domingo de Cuaresma, destaca los puntos que debiera considerar el predicador sagrado (homileta)
El
Evangelio del I domingo de Cuaresma
LA
TENTACIÓN DE JESÚS EN EL DESIERTO Y LA CUARESMA
58. No es difícil para los fieles
relacionar los cuarenta días transcurridos por Jesús en el desierto con los
días de la Cuaresma. Sería conveniente que el homileta explicitara esta
conexión, con el fin de que el pueblo cristiano comprenda cómo la Cuaresma, cada año, hace
a los fieles misteriosamente partícipes de estos cuarenta días de Jesús y de lo
que él sufrió y obtuvo, mediante el ayuno y el haber sido tentado.
Mientras es costumbre para los católicos empeñarse en diversas prácticas
penitenciales y de devoción durante este tiempo, es importante subrayar la
realidad profundamente sacramental de toda la Cuaresma. En la oración colecta
del I domingo de Cuaresma aparece, de suyo, esta significativa expresión:
«...per annua quadragesimalis exercitia sacramenti». El mismo Cristo está
presente y operante en la Iglesia en este tiempo santo, y es su obra
purificadora en los miembros de su Cuerpo la que da valor salvífico a nuestras
prácticas penitenciales. El prefacio asignado para este domingo afirma
maravillosamente esta idea, diciendo: «El cual, al abstenerse durante cuarenta
días de tomar alimento, inauguró la práctica de nuestra penitencia cuaresmal…».
El lenguaje del prefacio hace de puente entre la Escritura y la Eucaristía.
59. Los cuarenta días de Jesús
evocan los cuarenta años de peregrinación de Israel por el desierto; toda la
historia de Israel se recrea en él. Por ello aparece como una escena en la que
se concentra uno de los mayores temas de este Directorio: la historia de
Israel, que corresponde con la historia de nuestra vida, encuentra su sentido
definitivo en la Pasión sufrida por Jesús. La Pasión se inicia, en un cierto
sentido, en el desierto, al comienzo, metafóricamente hablando, de la vida
pública de Jesús. Desde el principio, por tanto, Jesús va al encuentro de la
Pasión y aquí encuentra significado todo lo que sigue.
60. Un párrafo del Catecismo de la
Iglesia Católica puede revelarse útil en la preparación de las homilías, en
particular para afrontar temas doctrinales enraizados en el texto bíblico. A
propósito de las tentaciones de Jesús, el Catecismo afirma:
«Los evangelios indican el sentido
salvífico de este acontecimiento misterioso. Jesús es el nuevo Adán que
permaneció fiel allí donde el primero sucumbió a la tentación. Jesús cumplió
perfectamente la vocación de Israel: al contrario de los que anteriormente
provocaron a Dios durante cuarenta años por el desierto, Cristo se revela como
el Siervo de Dios totalmente obediente a la voluntad divina. En esto Jesús es
vencedor del diablo; él ha “atado al hombre fuerte” para despojarle de lo que
se había apropiado. La
victoria de Jesús en el desierto sobre el Tentador es un anticipo de la
victoria de la Pasión, suprema obediencia de su amor filial al Padre»
(CEC 539).
61. Las tentaciones a las que Jesús
se ve sometido representan la lucha contra una comprensión equivocada de su
misión mesiánica. El diablo le impulsa a mostrarse un Mesías que despliega los
propios poderes divinos: «Si tú eres Hijo de Dios…» iniciaba el tentador. El
que profetiza la lucha decisiva que Jesús tendrá que afrontar en la cruz,
cuando oirá las palabras de mofa: «¡Sálvate a ti mismo bajando de la cruz!».
Jesús no cede a las tentaciones de Satanás, ni se baja de la cruz. Es
exactamente de esta manera como Jesús da prueba de entrar verdaderamente en el
desierto de la existencia humana y no usa su poder divino en beneficio propio.
Él acompaña verdaderamente nuestra peregrinación terrena y revela el poder real
de Dios, el de amarnos «hasta el extremo» (Jn 13,1).
62. El homileta debería subrayar
que Jesús está sometido a la tentación y a la muerte por solidaridad con
nosotros. Pero la Buena Noticia que el homileta anuncia, no es solo la
solidaridad de Jesús con nosotros en el sufrimiento; anuncia, también, la
victoria de Jesús sobre la tentación y sobre la muerte, victoria que comparte
con todos los que creen en él. La garantía decisiva de que tal victoria sea
compartida por todos los creyentes será la celebración de los Sacramentos
Pascuales en la Vigilia pascual, hacia la que ya está orientado el primer
domingo de Cuaresma. El homileta se mueve en la misma dirección.
63. Jesús ha resistido a la
tentación del demonio que le inducía a transformar las piedras en pan, pero, al
final y de un modo que la mente humana no habría nunca podido imaginar, con su
Resurrección, Él transforma la «piedra» de la muerte en «pan» para nosotros. A
través de la muerte, se convierte en el pan de la Eucaristía. El homileta
tendría que recordar a la asamblea que se alimenta de este pan celeste, que la
victoria de Jesús sobre la tentación y sobre la muerte, compartida por medio
del Sacramento, transforma sus «corazones de piedra en corazones de carne»,
como lo prometido por el Señor mediante el profeta, corazones que se esfuerzan
en hacer tangible, en sus vidas cotidianas, el amor misericordioso de Dios. De
este modo, la fe cristiana puede transformarse en levadura en un mundo
hambriento de Dios, y las piedras serán de verdad transformadas en alimento que
llene el vivo deseo del corazón humano.
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