Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

12 de febrero de 2015

LOS SIGNOS SAGRADOS: V) LA PUERTA


Porque la Liturgia tiene expresiones sensibles que reflejan el valor de lo invisible, gestos y símbolos materiales que nos llevan hacia lo profundo de lo sobrenatural, realidades humanas que nos impulsan a lo divino.

V. LA PUERTA

“Ábranse las puertas del triunfo, y entraré para dar gracias al Señor.    

Esta es la puerta del Señor: los vencedores entrarán por ella”
(Salmo 117, 19-20)



El Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago de Compostela.



Una puerta: la has franqueado muchas veces para entrar en la Iglesia y cada vez ella te ha hablado en su lenguaje misterioso. ¿Has comprendido ese lenguaje? 

¿Para qué se encuentra allí esa puerta? Es fácil que mi pregunta te sorprenda y que parezca por demás sencilla la respuesta: "Está allí para entrar y para salir." No hay duda. Sin embargo, ¿hay necesidad para ello de una puerta? Un gran boquete abierto en el muro serviría igualmente para entrar y salir y algunas tablas ensambladas y sujetas por travesaños bastarían. De este modo la gente podría entrar y salir. Se conseguiría idéntico objetivo con gasto menor. Pero eso no sería aún una "puerta." La puerta no está solamente para cumplir una finalidad práctica; la puerta habla.

Cuando traspasas sus dinteles, escuchas su mudo lenguaje: "En este momento abandono el exterior. Entro."

Y el exterior es el mundo con sus bellezas, mundo en perpetuo trabajo que hierve en fiebre de vida; es también la fealdad de ese mundo, sus bajezas repugnantes... El mundo tiene algo de mercado, de feria: millones de personas corren por aquí y por allá en espantosa confusión.El mundo –con el lenguaje joánico- tiene algo que no es santo.

Lo cierto es que la puerta nos separa de esta feria; ella nos introduce al "interior", silencioso, consagrado: por la puerta entramos al santuario. Es verdad que todo es obra y don de Dios. En la más pequeña criatura nos es dado encontrarle, porque Él nos tiende las manos desde todas partes. Hemos de recibir todas las cosas como venidas de su mano y santificarlas con piadosa intención. Sin  embargo, los hombres de todos los tiempos han comprendido que Dios se reserva lugares especialmente consagrados.

La puerta se encuentra entre el mundo de "afuera" y el mundo de "adentro"; entre la feria y el santuario; es una línea divisoria que separa lo que pertenece a todo el mundo y lo que está consagrado a Dios. Cuando uno traspone el umbral, "deja fuera -nos dice- lo que no es de Dios... pensamientos, deseos, preocupaciones, curiosidades, vanidad... Deja atrás todo lo profano, todo lo que no está consagrado: entras al santuario: ¡purifícate!"


San Juan Pablo II abre la Puerta Santa de la Basílica vaticana en el Año Jubilar 2000.




No hay comentarios:

Publicar un comentario