Existe la antigua costumbre de convocar al pueblo
cristiano para la asamblea litúrgica y advertirle de los principales
acontecimientos de la comunidad local por medio de algún signo o sonido. Tal es
la misión específica de las campanas. Efectivamente, el tañer de la campana es,
de alguna manera, la expresión de los sentimientos del pueblo de Dios, cuando
este pueblo exulta o llora, da gracias o suplica, se congrega y pone de
manifiesto el misterio de su unidad en Cristo.
(Pontifical Romano, 1142)
Espadaña con campanas y reloj esférico en la Basílica del Pilar en Buenos Aires
Dentro del espacio de nuestras iglesias todo nos habla de Dios. Es
que ese espacio le pertenece. Su santa presencia colma todos sus rincones. Es
la "casa de Dios", separada del mundo, cerrada -por sus muros y sus bóvedas- a todo lo profano.
Todo converge al Santo de los Santos: a lo oculto. El espacio
sagrado nos habla de los misterios de Dios. ¿Y más allá? ¿Fuera del sagrado
recinto? ¿Y el espacio inmenso que se extiende en todas direcciones sobre la
llanura? ¿Y ese otro espacio tendido hacia las alturas que se pierde en el
infinito? ¿Y el que descansa en los valles profundos rodeados por montañas?
¿Ninguna relación tienen esas extensiones inmensas con el misterio de nuestros
templos? Ciertamente. Hasta ellas también se prolonga el misterio sacramental.
De la casa de Dios brota -como parte viva y coronación suya- la torre;
se eleva en el aire libre como para tornar posesión de él en nombre de Dios. A
su sombra las campanas, pesadas de metal. En amplio y solemne vuelo giran
alrededor del piñón; todo el cuerpo macizo y bien formado vibra herido por la
masa del badajo y hace rodar a través del éter onda tras onda sus claros
tañidos.
Ondas festivas, argentinas y agudas. . . ondas graves, pesadas y
lentas, como el mugido lejano del mar. Cual mensajeras de Dios, vuelan en
ráfagas a través del espacio, para anunciar a toda la comarca vecina, a todo el
barrio, la Buena Nueva del Santuario.
Es el mensaje de las distancias
inconmensurables; el mensaje de Dios que no tiene límites, ni fin; el mensaje
de la nostalgia; el mensaje de los grandes deseos y de las alegrías infinitas,
el mensaje de la esperanza y del gozo cumplido. Su llamado se dirige a los
"hombres de deseos" cuya alma está abierta a los espacios infinitos.
¡Sí, cuando escuchamos el tañido de las campanas nos invade la
sensación de la inmensidad, de la lejanía; nos parece que todo el espacio
inmenso que nos envuelve está a nuestro alcance!
Cuando sus melodiosas ondas descienden desde la torre al llano, y
como una inundación se difunden hacia los cuatro puntos cardinales en
vibraciones sin fin, la nostalgia nos lleva con ellas hacia la lejanía, hasta
que el corazón adivina que la saciedad y plenitud no se realizará más acá de
las franjas azuladas del firmamento que se esfuman en lontananza...sino
"más allá".
Cuando de la montaña en donde despunta el campanario, o desde lo
alto el sonido de los bronces desciende
hasta el valle, o vuela hacia los cielos, los pulmones se dilatan y se siente
un vigor desconocido.
.Otras veces la voz de las campanas nos sorprende en plena selva;
desde lejos, atravesando el vasto silencio del crepúsculo... Escuchamos su voz
apagada pero no sabemos de dónde viene... Recuerdos, largos años dormidos,
resucitan y nosotros, de pie con el oído atento, reflexionamos... ¿Qué es eso?
Nos parece entonces palpar la inmensidad del espacio. El alma se dilata, se
expande; toca los cielos: es la respuesta al lejano llamado de la eternidad.
"Qué grande es el mundo -dicen las campanas y qué lleno de
recónditas nostalgias... Dios llama... En Él sólo reside la paz".
Iglesia Parroquial de Santa María Magdalena, en Valle de Lago, Somiedo, Asturias.
CÓRDOBA DE LAS CAMPANAS
El poeta argentino Arturo Capdevila (1889-1967)
escribió unos versos dedicados a las campanas de las más antiguas iglesias de
la ciudad de Córdoba: la iglesia de las Catalinas, la de Santa Teresa, la de
Santo Domingo, la de San Francisco, la de la Merced, la de la Compañía de Jesús
y las de la Catedral.
(abajo las fotos de los templos cordobeses mencionados)
Eran unas dulces
claras notas finas.
Eran las campanas
de las Catalinas
claras notas finas.
Eran las campanas
de las Catalinas
Eran un canto alado
como de promesa.
Eran las campanas
de Santa Teresa
Eran una voz
diciendo un distinto.
Eran las campanas
de Santo Domingo
Eran una voz mansa
llamando al aprisco.
Llamaban a misa
las de San Francisco
Eran unas voces
de amor hecho sed.
A misa llamaban
las de la Merced
Eran una voz llena
diciendo María.
Eran las campanas
de la Compañía
Eran unas notas
de bronce y cristal.
Con altos acentos
ahuyentando el mal
Oh Gloria diciendo
el claro metal.
¡Eran las campanas
de la Catedral!
diciendo María.
Eran las campanas
de la Compañía
Eran unas notas
de bronce y cristal.
Con altos acentos
ahuyentando el mal
Oh Gloria diciendo
el claro metal.
¡Eran las campanas
de la Catedral!
Iglesia de las Catalinas, Córdoba
Iglesia de Santa Teresa, Córdoba
Iglesia de Santo Domingo
Iglesia de San Francisco
Iglesia de la Merced, Córdoba
Iglesia de la Compañía de Jesús, Córdoba
Catedral de Córdoba
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