Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

9 de febrero de 2015

LOS SIGNOS SAGRADOS: II) ARRODILLARSE

En varias entradas próximas de este blog transcribiremos algunos párrafos del libro de Romano Guardini titulado LOS SIGNOS SAGRADOS, que se refiere a algunos gestos y símbolos litúrgicos de siempre, que tienen una gran significación espiritual.


Porque la Liturgia tiene expresiones sensibles que reflejan el valor de lo invisible, gestos y símbolos materiales que nos llevan hacia lo profundo de lo sobrenatural, realidades humanas que nos impulsan a lo divino.





II. DE RODILLAS (la genuflexión)



¿Cuál es la actitud del hombre cuando se ensoberbece? El orgulloso se endereza con arrogancia, levanta la frente, alza los hombros, estira todo su cuerpo. Todo en su persona parece exclamar: "Soy más grande que tú. Soy más que tú".

En cambio, el hombre que es humilde, se siente pequeño, inclina su cabeza y doblega todo su cuerpo. Se "humilla". Y más se humilla cuanto más grande es su interlocutor; más evidente se le presenta su pequeñez. Más le aplasta.

Pero, ¿dónde sentimos más profundamente la propia miseria que delante de Dios? Es el Dios Todopoderoso, que existía ayer, que existe hoy, y que existirá por los siglos de los siglos. El llena mi pequeño aposento y nuestras grandes ciudades, los mundos lejanos, los amplios espacios estrellados, y todas estas inmensidades son para Él como el polvo.

Dios es la santidad, es la pureza, es la justicia, es la majestad infinita. ¡Qué grande es Dios! ¡Y yo que pequeño! ¡Tan pequeño que entre El y yo no hay proporción alguna! ¡Ante El yo soy la nada! ¡La nada! ¡Es natural que ante Dios nadie pueda sentirse orgulloso!

Uno se hace pequeño; quisiera rebajar su estatura natural para quitarse toda arrogancia - y he aquí que el hombre ya la ha disminuido en la mitad. Ha caído de rodillas. Y si esto aún no es suficiente al corazón contrito y humillado todo el cuerpo se doblará. Y el cuerpo inclinado será, por sí solo, una plegaria intensamente expresiva. Su lenguaje es claro: "Dios mío, Vos solo sois grande, yo soy la nada".

Al doblegar las rodillas, no conviertas esa acción en un gesto precipitado, ni puramente mecánico. ¡Infúndele un alma! Y el alma de ese gesto consiste en que tu corazón también se arrodille en un profundo sentimiento de veneración ante la majestad de Dios. Cuando entras en la iglesia o salgas de ella, cuando pasas frente al Sagrario dobla tu rodilla, lentamente, profundamente, arrodilla también tu corazón. Y, al hacer la genuflexión, dí con todo respeto: "Dominus meus et Deus meus" - ¡Señor mío y Dios mío!

Eso es humildad, es verdad. Cada vez que lo hicieres, tu alma será tocada por la gracia de Dios.

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