Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

14 de enero de 2016

VIVIR PARA SIEMPRE EN TUS ATRIOS

UN YERMO BALDÍO TRANSFORMADO EN JARDÍN
Meditación acerca de la vida consagrada en la tradición monástica
En el Año de la Vida Consagrada



SEÑOR Y DUEÑO DE MI VIDA,
vivir para siempre en tus atrios es mi tesoro, es mi baluarte; 
es toda mi delicia y ambición.
Clamar entre ese atrio y tu altar, todo mi sentido y vocación.
Saberme Tuyo —enteramente Tuyo, abrumadoramente Tuyo—, 
el hiriente aire puro que respiro.
Si escalo a mi mente, allí estás Tú; 
si desciendo a mis pasiones, allí te encuentro. 
Si miro mi pasado, siempre te veo; 
si oteo el horizonte, no hay modo de imaginarlo sin la sombra robusta de tu silente Presencia. 
Pues ciertamente, ¿qué podría separarme del Amor que me tienes? 
¿La desnudez de mi mísera inconsistencia? 
Si es ella justamente la que danza en tu Presencia como motas de polvo traspasadas por la lumbre de tu Ternura…
Qué tengo yo, Dulcísimo Señor mío, que mi existencia toda procuras y devoras y consumes…
Tú me amas sin verme todavía santo 
y creyendo en mí, aún sin ver cambio alguno, 
te alegras con un gozo indecible y lleno de gloria, seguro de alcanzarme.
No sé hablarte; pero Tú sí a mí, en un susurro que sabe a creciente bosque de casuarinas. 
No sé mirarte; pero Tú sí a mí, con tus ojos bajos o tu mirada llameante. 
No sé amarte; pero tu amor por mí —insólita Locura y Debilidad divina— me envuelve por detrás y por delante y explica lo inexplicable: que sea Tuyo.
Si me olvidara no sólo de Ti; si me olvidara siquiera por un instante de todo este divino Dislate, de este Rapto en posesión y pertenencia, que se me paralice la vida entera y el sentido del más minúsculo de mis instantes. 
Jamás permitas que me separe de Ti, 
ni que separe mi índice y mayor del pulso vivo de esta Verdad. 
Si reniego de pertenecerte por completo, 
de estar tomado, asido, preso por tu Mano Poderosa: 
pulverízame y deja que esa nada se escurra inerte entre tus Dedos eternos.
Tú me has hecho Tuyo. No yo. 
Tú me has separado de las gentes, 
Tú me has hecho un solo, 
Tú has extendido —en lo Secreto— tu Mano, tus Dedos sobre mí 
y has perforado mi sordera y has limpiado mi ceguera 
y has expropiado esta parcela humana, este yermo baldío, para hacerlo tu jardín.
Para hacerlo un plano altar donde pueda arder la Zarza de tu Amor.
Ser un consagrado no es una opción, no es una actividad, no es un quehacer: 
es el participio de la voz pasiva de un Amor divino 
que lo tiene a uno por objeto y destinatario. 
Ser consagrado dice poco, muy poco, de uno: 
dice mucho de Dios. 
Dice mucho del Dios Fuego devorador,
Señor y Dueño de mi vida.

Monasterio del Cristo Orante – Tupungato - Mendoza


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