MISERICORDIA Y VERDAD
Criterios para los buenos
sacerdotes confesores
En el sacramento de la Penitencia la Iglesia anuncia todo lo que ella es -dimensión de la misericordia- y todo lo que ella cree -dimensión de la verdad-.
El 15 de enero pasado el Cardenal Mauro Piacenza, Penitenciario Mayor de la
Santa Iglesia Romana tuvo a su cargo una lectio magistral titulada
“Misericordia y verdad se encontrarán: El Sacramento de la Reconciliación” en
el Congreso para Confesores que se realiza en la Arquidiócesis de Augsburgo en
Alemania.
Misericordia
A partir de la pregunta de San Agustín “¿Qué cosa necesita el alma
humana?”, el Purpurado enmarcó su reflexión en medio de un tiempo que calificó
como “particularmente expuesto a una desacralización radical” y en donde las
personas necesitan tener presente la auténtica identidad divina: “Dios es
Misericordia y Dios es Verdad”.
“Solo la misericordia y la verdad le bastan al corazón del hombre,
sabiendo que ambas son los nombres del amor, de aquel único Amor que se ha
manifestado y que se ha hecho carne y se ha ofrecido a Sí mismo por nosotros”.
El Cardenal precisó luego que el corazón humano “está hecho para ser
objeto de la misericordia, es decir, para no ser prisionero de los propios
límites y del propio mal, sino para ser efectivamente objeto de la
misericordia, para ejercitar una tremenda soberanía sobre uno mismo y sobre las
propias pasiones, capaz del auténtico perdón”.
Tras resaltar la necesidad del arrepentimiento en la persona para
poder acceder a este perdón, el Purpurado explicó que “un corazón no dispuesto
a examinarse a sí mismo y a mirar nuevamente el propio camino no es un corazón
dispuesto a acoger la misericordia”.
Verdad
El Penitenciario refirió asimismo que “el corazón del hombre está
hecho para la verdad (…) En la dramática negación de la verdad objetiva que
vive nuestro tiempo (…) desde ese privilegiado observatorio que es el
confesionario podemos ver diariamente la dramática necesidad de verdad presente
en el corazón de toda persona humana”.
El Cardenal Piacenza resaltó luego que “para el cristianismo la verdad
es una Persona: es Jesús de Nazareth, la verdad hecha carne, que es visible,
tocable, audible. La verdad no es más una idea abstracta”.
El Purpurado dijo que en el Sacramento de la Reconciliación, hay tres
elementos que van de la mano con la misericordia y la verdad: la
coesencialidad, la objetividad y la relacionalidad.
Coesencialidad
Tras resaltar que misericordia y verdad son coesenciales, el Cardenal
explicó que hay dos aspectos que deben tenerse en cuenta en este asunto: “no es
cristiana una misericordia privada de verdad, que no tenga en cuenta la
realidad, los hechos, las personas y las acciones. Sería una misericordia no
respetuosa de la dignidad del hombre (…) sería una misericordia que cancela la
historia, que cancela el real lugar teológico de la Encarnación”.
El Purpurado dijo también, como segundo aspecto, que “al mismo tiempo
no es cristiana una verdad privada de misericordia, es decir que no esté en
relación con la persona, con su historia, con su vida concreta y el juicio de
su consciencia formada e informada. Tal verdad, por más vigorosamente que se
defienda, no pertenece al depósito real de la fe cristiana”.
“En este sentido, en cada acto sacramental, a causa de la
involucración psicológica del penitente, particularmente en el Sacramento de la
Reconciliación, es siempre necesario recordar que la Iglesia anuncia todo lo
que ella es –dimensión de la misericordia– y todo lo que ella cree –dimensión
de la verdad (cfr. Dei Verbum, 8) –, de manera totalmente inseparable”.
Objetividad
En tal sentido, el buen confesor “está siempre llamado a ser
consciente que, en la coesencialidad de la misericordia y la verdad, él está
llamado a aquel delicado y atento servicio a la persona, que debe conducir a la
disponibilidad de reconocer una verdad objetiva fuera de sí, porque es dada y
revelada como condición para una auténtica y objetiva experiencia de
misericordia”.
“La reducción de la verdad a una opinión –alertó luego– y de la
misericordia a un sentimiento mortifican no solo a la Revelación divina y a su
dimensión constitutivamente relacional, sino también a la inteligencia y, por
lo tanto, a la dignidad humana”.
El Purpurado precisó asimismo que “en el Sacramento de la
Reconciliación esta experiencia de reciprocidad se actualiza en las mismas
condiciones indicadas por la Iglesia como ‘actos del penitente’. Es posible el
abrazo de la misericordia divina, solo partiendo de una verdad sobre uno mismo,
sobre los actos cometidos y las consecuencias de los mismos”.
“Se puede estar seguro de ser realmente amados solo cuando la verdad
de uno mismo se ha abrazado totalmente” para lo cual es fundamental la relación
de la persona con Dios, la única que permite la realización personal.
Relacionalidad
El Cardenal Piacenza resalta también que “es posible tener una
auténtica experiencia de Dios como verdad solo en el abrazo de la divina
misericordia, un abrazo cargado de ternura y compasión que exige siempre ser
acogido y vivir en el abandono de la fe confiada, de fides qua creditur,
inseparable de la fe como conocimiento, fides quae creditur”.
“En el Sacramento de la Reconciliación, celebrada y recibida, tal
experiencia que es antropológicamente universal y radicalmente sobrenatural
ocurre y vuelve a ocurrir cada vez que desde la misericordia divina escuchamos
pronunciar ese juicio de verdad que coincide con las palabras ‘yo te absuelvo
de tus pecados’”.
En tal sentido, continuó, “la celebración del Sacramento de la
Reconciliación es realmente el ejercicio del Opus misericordiae. Es el lugar en
el que el deseo humano de misericordia y verdad puede encontrar su propio
cumplimiento, cumplimiento que, por el modo en el que se manifiesta, en una
Persona viva, excede radicalmente las más grandes de las experiencias humanas”.
“Queridos hermanos, ¡todo esto ocurre cuando entramos a un
confesionario! De todo esto somos responsables, este gran milagro se da ante
nuestros ojos y, por esta razón, alabamos y glorificamos a Dios, cada vez que
sucede que, con nuestras limitaciones y en nuestra carne repetimos, para
nuestros hermanos, las palabras de Cristo: ‘yo te absuelvo de tus pecados”.
Santa María
El Penitenciario Mayor culminó su lectio magistralis refiriendo a Santa
María, para que como Reina de los Apóstoles, Refugio de los pecadores y Madre
de la Misericordia, “nos sostenga (…) Ella que ha concebido en su vientre a la
Verdad hecha carne, que La ha amado como nadie y que humildemente La ha
seguido”.
“Que sea para todo confesor modelo de misericordia y de verdad, de
amor y justicia, de fidelidad y ternura, para que en la dimensión petrina del
ministerio no falte la mariana y la dimensión mariana esté siempre guiada por
la coesencialidad, la objetividad y la relacionalidad de la Verdad que es
Cristo”, concluyó.
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