LA ARMONÍA ENTRE LA FE Y LA RAZÓN
De la Encíclica FIDES ET RATIO de San Juan Pablo II (14-9-1998)
“Un
puesto singular en el largo camino de la relación entre la fe y la razón en
Occidente corresponde a santo Tomás, no sólo por el contenido de su doctrina,
sino también por la relación dialogal que supo establecer con el pensamiento
árabe y hebreo de su tiempo. En una época en la que los pensadores cristianos
descubrieron los tesoros de la filosofía antigua, y más concretamente
aristotélica, tuvo el gran mérito de destacar la armonía que existe entre la
razón y la fe. Argumentaba
que la luz de la razón y la luz de la fe proceden ambas de Dios; por tanto, no
pueden contradecirse entre sí.
Más
radicalmente, Tomás reconoce que la naturaleza, objeto propio de la filosofía,
puede contribuir a la comprensión de la revelación divina. La fe, por tanto, no
teme la razón, sino que la busca y confía en ella. Como la gracia supone la
naturaleza y la perfecciona, así la fe supone y perfecciona la razón. Esta
última, iluminada por la fe, es liberada de la fragilidad y de los límites que
derivan de la desobediencia del pecado y encuentra la fuerza necesaria para
elevarse al conocimiento del misterio de Dios Uno y Trino. Aun señalando con
fuerza el carácter sobrenatural de la fe, el Doctor Angélico no ha olvidado el
valor de su carácter racional; sino que ha sabido profundizar y precisar este
sentido. En efecto, la fe es de algún modo « ejercicio del pensamiento »; la
razón del hombre no queda anulada ni se envilece dando su asentimiento a los
contenidos de la fe, que en todo caso se alcanzan mediante una opción libre y
consciente.
Precisamente por este motivo la Iglesia
ha propuesto siempre a santo Tomás como maestro de pensamiento y modelo del
modo correcto de hacer teología. En este contexto, deseo recordar lo que
escribió mi predecesor, el siervo de Dios Pablo VI, con ocasión del séptimo
centenario de la muerte del Doctor Angélico: « No cabe duda que santo Tomás
poseyó en grado eximio audacia para la búsqueda de la verdad, libertad de
espíritu para afrontar problemas nuevos y la honradez intelectual propia de
quien, no tolerando que el cristianismo se contamine con la filosofía pagana,
sin embargo no rechaza a priori esta filosofía. Por eso ha pasado a la historia
del pensamiento cristiano como precursor del nuevo rumbo de la filosofía y de
la cultura universal. El punto capital y como el meollo de la solución casi
profética a la nueva confrontación entre la razón y la fe, consiste en
conciliar la secularidad del mundo con las exigencias radicales del Evangelio,
sustrayéndose así a la tendencia innatural de despreciar el mundo y sus
valores, pero sin eludir las exigencias supremas e inflexibles del orden
sobrenatural ». (Número 43)
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